Querer y follar en el siglo XXI: cuando tener pareja deja de ser un objetivo vital
Las nuevas generaciones han encontrado otras formas de relacionarse, aunque tienen pendiente la responsabilidad afectiva.
La forma de relacionarnos afectivamente, de formar parejas y, por qué no decirlo, de follar, ha cambiado mucho durante los últimos años. El acceso a la información, las nuevas tecnologías y las aplicaciones de ligar tienen mucho que ver con esta transformación (¿qué joven no conoce Tinder?). La monogamia empieza a cuestionarse y se busca cada vez más implicación emocional y sinceridad en cualquier tipo de relación para no caer en la fast food del sexo o el consumo desenfrenado de cuerpos. Las nuevas generaciones empiezan a cansarse de quienes van dejando cadáveres emocionales después de echar un polvo, pero también de la pareja y la familia tradicional como objetivo vital.
De todo ello habla la periodista, filósofa y escritora argentina Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989) en su libro El fin del amor: Amar y follar en el siglo XXI (Ed. Seix Barral). Tenenbaum analiza qué pasa cuando dejamos de centrarnos en el matrimonio como un fin en la vida y abrimos nuestras prioridades a las amistades, a otro tipo de relaciones o al poliamor. Cuando dejamos de ver la soltería como “una fase” para conseguir pareja o un fracaso y nos acercamos al fin del amor romántico. Y propone otro tipo de amor: uno construido desde los cuidados, el afecto y la libertad. “La monogamia siempre ha sido compleja, pero ahora buscamos simetría y sinceridad: cuidar del otro y ser sincero como forma de cuidado”, explica.
El “amor libre” y el “amor gratis”
En este sentido, pone de relieve la importancia de diferenciar entre “amor libre” y “amor gratis”, es decir, el mantener relaciones afectivas con muchas personas y el consumo de cuerpos. El amor libre es “cuando uno se atreve a escuchar al amor y reconoce diferentes deseos en otras personas”. El amor gratis, en cambio, “es cuando uno sólo reconoce sus propios deseos pero no se atreve a afrontar las consecuencias que estos genera en otras personas”. El amor libre “no puede ser desde el egoísmo y sin tener cuidados por las otras personas. No puede ser una utopía neoliberal en la cual se trata a los demás como objetos de consumo”. En otras palabras: no hay amor libre sin responsabilidad afectiva sobre la otra persona, aunque sea un polvo de una noche o alguien a quien ves una vez al año.
Al contrario. El amor “se trata de reconocer que nos vinculamos con otras personas que tienen derecho a ser tratadas como tal”. Si esta forma de verlo fuese generalizada, Tenenbaum asegura que “sería mejor para todos, porque si no, la alternativa es que el amor libre sea una especie de guerra de la crueldad y entonces la gente preferiría estar en pareja”.
¿Hay sitio para este amor en Tinder?
¿Cómo compatibilizar estas ideas en un mundo en el que predominan las citas rápidas y apps en las que se muestra a las personas como si fuese un escaparate, como Tinder? Pues igual que en el mundo real: con responsabilidad afectiva y recordando que al otro lado de la pantalla hay una persona. “El formato de estas apps está hecho para eso, para que las mires como si fuesen zapatillas y elijas”, asegura Tenenbaum. A pesar de eso, ella está a favor de todas estas novedades tecnológicas para relacionarse: “Se puede usar de muchas maneras y puede ser algo positivo para gente que a mi edad, que con 30 ó treinta y pico años ya conocemos a todo nuestro entorno y se vuelve más complicado conocer gente nueva”.
El problema es el mal uso de estas redes: “Hemos aprendido sobre empatía en carne y hueso, pero no en las redes. No nos resulta fácil ver sufrir a alguien delante de nosotros, pero sí por Twitter”. Por eso advierte que conviene recordar que “aunque tú solo ves una foto, al otro lado hay un ser humano que se va a angustiar si le dejas en visto o plantado”. De hecho, en las entrevistas que ha hecho a varios jóvenes esta historia se ha vuelto bastante común: “Cuando quedas con alguien por internet y al llegar ve que no le gustas y sale corriendo. Eso es horrible. ¿Qué te cuesta tomarte una cerveza? No ser capaz de hacer esos pequeños sacrificios es horrible”. Por lo tanto, la virtualización no es lo malo, “lo malo es olvidar que si nos vinculamos con personas por internet, siguen siendo personas”.
“Para ellas es más importante”
Cuando eso pasa y se utilizan mal estas apps es cuando tienen lugar situaciones como el ghosting que, según la autora, afectan de forma diferente a chicos y a chicas. A ellas le produce más angustia que les dejen en visto un mensaje de Whatsapp, por ejemplo. Esto se debe a que las mujeres “tienen una educación mucho más orientada a la pareja y, si no tenemos la mirada del varón, pensamos que no valemos nada”. Ellos, en cambio, cuentan su valía de otras maneras: en el deporte, en el trabajo… Y “esta educación hace que las mujeres no sepamos distinguir nuestros propios deseos separados de las condiciones sociales en las que nos criamos”.
Las mujeres sufren más porque “para ellas es más importante y el amor es como un trabajo: implica esfuerzo, tiempo y energía que no dedicamos a otras cosas que nos gustaría. Mientras nosotras hacemos dietas, ellos se están divirtiendo”.
Un nuevo paradigma
Todas estas condiciones han hecho surgir nuevas formas de querer que no implican acabar con las parejas tal y como las conocemos. Estamos, dice Tenenbaum, “ante una explosión de mil maneras de convivir y hacer parejas, de unirnos”. Eso no significa que haya menos parejas, sino que cada vez se parecen menos a lo que se entendía como pareja hace cincuenta años. “Por ejemplo, ya no se piensa que cuando una se echa pareja deja de salir con sus amigos, o que la pareja sea el centro de todo”. Este cambio de paradigma de convertir la pareja en un vínculo más de tu vida como otro cualquiera es “beneficioso” para las nuevas relaciones, “hasta ahora, quizá pedíamos a la pareja demasiado”.
Para esto, la escritora insiste en lo necesarios que son el resto de aspectos de la vida, como el crear una red de amistades y de apoyo. “Hace cien años, en las sociedades había vínculos comunitarios como colectividades religiosas, que tenía sus cosas malas pero era una constelación de vínculos más allá de la familia nuclear”, explica, “pero con el capitalismo secular contemporáneo eso se desarmó”. “Hay que pensar cómo construimos comunidades nuevas, libres, no opresivas y de personas directas. Comunidades reales y de apoyo”, asegura.
En este sentido, uno de los modelos que tenemos más a mano es la amistad. “Se trata de un vínculo elegido, estable pero libre, flexible, diverso…”, dice Tenenbaum. Para la filósofa, “la amistad siempre ha tenido un vínculo subversivo y complicado para el poder”. Como escribe en su libro, a ella “salvar la pareja” le da igual: “Con mucho amor, mucha amistad, mucha comunidad y mucha suerte quizás nos salvamos nosotras”.