¿Qué te debe la vida?

¿Qué te debe la vida?

La Inteligencia del Éxito

Respuesta: absolutamente nada.

Y entenderlo te hará más inteligente de cara al éxito.

Te voy a contar un par de errores que yo cometí durante mucho tiempo. Con tan sólo cinco años había aprendido a tocar el piano de forma autodidacta. No era Mozart, pero tampoco era su opuesto. Aunque para mí lo que yo conseguía hacer con el piano era algo normal, para la gente de mi entorno era algo relativamente insólito. Afortunadamente nunca fui lo suficientemente necio como para inflar mi ego y volverme engreído. Hasta ahí, bien. Pero sí me llevó a cometer mi primer grave error. Mi cerebrito inmaduro opinaba que la vida me debía algo: reconocer mi talento y darme la oportunidad de explotarlo. Ah, y ya puestos, que la oportunidad llegase en bandeja de oro.

Grave error número 1.

Años más tarde me pasé bastante tiempo trabajando como traductor simultáneo en conferencias por España y otros países. Mis compañeros decían que era buen intérprete, y yo sufrí una de las peores enfermedades que existen: la enfermedad del«me corresponde» («me tienen que dar», «la vida me debe», «el mundo debería reconocerme...», hay muchos nombres para el mismo mal). Pensaba con respecto al político al que yo estaba traduciendo: «¿Por qué está él donde está y por qué estoy yo donde estoy?». «¿Por qué sus decisiones afectan a tanta gente y las mías a tan poca?» Y en mi interior tenía la sensación de que eso no era justo... porque el mundo me debía algo.

Grave error número 2.

Por suerte la vida me regaló dos sartenazos en la cabeza, uno para cada error, y gracias a ellos comprendí una de las mayores lecciones que mi experiencia me ha dado, y que posiblemente sea la semilla principal de la inteligencia del éxito:

En tu vida sólo mereces que te suceda aquello que tú provoques que te suceda

La vida no nos debe absolutamente nada. Sólo aquello que nosotros provocamos.

La respuesta correcta a mi pregunta de por qué el político estaba donde estaba y yo no, era que él estaba donde le correspondía estar y yo también. Él estaba ahí por su propio mérito, y yo por mi propio demérito, ya que no había hecho nada para cambiar mi situación. Yo podía estar más o menos de acuerdo con su postura política y con su capacidad como político, pero eso era irrelevante. Lo importante era que él había hecho méritos para estar ahí. Él se había arriesgado y yo no. Él se había presentado a unas elecciones y había sido votado. Yo no me había expuesto a un escrutinio público con todo el riesgo que eso conlleva. Él sí lo había hecho. No estoy diciendo que ser político sea mejor que ser intérprete ni peor, sino algo con mucha más trascendencia:

Si no haces nada para cambiar tu situación, entonces no es injusto que estés en ella

En realidad es lo más justo del mundo, ya que estás exactamente donde te corresponde estar.

¿Cómo concluyeron las historias?

El yo pre-sartenazo era más pasivo, indignado y reivindicativo que creía en el «alguien debería hacer cosas por mí». El yo post-sartenazo es un ser más activo, determinado y diligente, que cree en el «yo debo hacer cosas por mí mismo». Pasé del «me deben» al «debo», de «la vida me debe mucho» a «la vida no me debe nada», del «le corresponde a otros» al «me corresponde a mí», del «es responsabilidad de otros» al «es responsabilidad mía».

En el caso de la música, a los quince años decidí irme solo a Estados Unidos, donde a los pocos días de llegar ya estaba participando como pianista en un show de cabaret. Luego desarrollé mis conocimientos considerablemente en ese campo (mayormente de forma autodidacta, pero también con profesores), probé, investigué, fracasé primero, mejoré después, aprendí a tocar ocho instrumentos más y di conciertos en nueve países hasta que en 2016 publiqué un disco original con la discográfica A3Music de Antena 3 TV (el disco se llama Muy Happy Happy y puedes escucharlo aquí: www.anxoperez.com/disco).

Eso en cuanto a la música. Y en el campo de la interpretación, decidí que quizás sea una profesión bonita, pero no para mí. Dejé de ser intérprete y me puse a analizar como un poseso cómo mejorar la enseñanza de idiomas a nivel mundial. Fueron más de 40.000 horas de investigación, pero valió la pena, ya que el resultado fue la creación de mi empresa 8Belts.com, que actualmente no para decrecer y que se convirtió en el único método en la historia en demostrar que cualquier persona puede aprender un idioma en 8 meses con treinta minutos al día de estudio siguiendo las pautas del método que yo mismo había creado. En la actualidad son ya miles y miles de personas las que lo han conseguido, algo que seguramente me hace más feliz a mí que a ellos.

#LaInteligenciadelÉxito

El ser humano llega más lejos cuando descubre que la distancia en su caminar

no es un regalo de la vida, sino el fruto de sus pies.

@Anxo