Qué se sabe del final de Cumbre Vieja tras dos días de inactividad
Las señales han cesado, pero aún toca esperar una semana antes de darlo por acabado, advierte el vulcanólogo Rubén López.
A punto de cumplir los tres meses de erupción, Cumbre Vieja se ha callado. Después de días “apagándose”, el volcán ha dejado de emitir lava y tanto el tremor como la deformación del terreno han cesado. El final de la tragedia natural comienza a verse, aunque faltan días para poder afirmarlo con seguridad.
Desde el martes, las bocas eruptivas no expulsan magma y las imágenes muestran un cráter aparentemente inactivo después de 88 días, pero el peligro sigue.
¿Cuáles son las señales que invitan a pensar en su final?
“Básicamente, que apenas tiene parámetros reseñables de actividad”, explica Rubén López, especialista del Instituto Geográfico Nacional. “Hay terremotos muy leves, de los que antes casi ni se notaban por el propio tremor del volcán y al calmarse ahora sí se perciben. Además no hay deformación”, añade.
¿Cuánto tiempo hay que esperar para darlo por acabado?
La comunidad científica coincide en hablar de diez días sin emitir lava ni ceniza y este plazo comenzó a contar el martes. “Ojalá podamos hablar del final, pero por ahora solo podemos llamarlo un parón total”, añade el experto del IGN.
No obstante, al cumplirse esos diez días, si nada cambia, la emergencia no habrá concluido. Otro especialista del IGN, Stavros Meletlidis, reconocía a este medio que habría que esperar varias semanas más para certificar ese final. “La erupción en El Hierro en 2011 duró cinco meses y nosotros estuvimos allí año y medio. En sitios con población hay que seguir mucho tiempo para evitar problemas”, añadía.
¿Qué indicadores podrían advertir de que Cumbre Vieja se reactiva?
Todos los medidores están parados o en registros muy bajos, pero no es imposible que vuelvan a mostrar actividad. El principal factor ahora es la sismicidad, que si recupera fuerza indicará que hay movimiento de magma. Además, los vulcanólogos apuntan a otros dos factores, la deformación del terreno y la emisión de dióxido de azufre.
¿Cuáles son los grandes peligros ahora?
Son dos, indica Rubén López, pero se detiene sobre todo en uno “la excesiva confianza”. El otro son los gases, que aún no han desaparecido.
“A finales de noviembre, con la bajada de actividad del volcán ya se vio cierta relajación. Ahora no conviene correr, sigue habiendo gases acumulados, por ejemplo cerca de las casas a veces se queda el gas”, especialmente si no hay corriente de aire.
Cuenta este vulcanólogo que “anteayer aún se veían puntos de incandescencia en el volcán”. Y suma que aunque las casas se hayan podido salvar de la lava, aún no se conocen los posibles problemas estructurales. “Pueden ocurrir derrumbes, habrá edificios tocados, especialmente en el caso de los que quedasen rodeado por las coladas.
¿Cuándo se podrá hacer un balance definitivo de daños?
Lo que se sabe no es el balance definitivo. Por ahora, las autoridades reconocen 1.676 edificaciones afectadas, de las que 1.345 son viviendas, pero el satélite Copernicus, de la Agencia Espacial Europea apunta 2.988 instalaciones dañadas. También hay 1.237 hectáreas de superficie arrasadas por la lava, de las que casi 370 son terreno de cultivo.
Para conocer la cifra definitiva todavía queda. “Con los gases aún presentes es muy difícil acercarse a las zonas. Una evaluación completa puede llevar semanas y si hablamos de reconstrucción de edificios, carreteras destrozadas, etc. quedan meses”, sostiene el miembro del IGN.
Qué va a pasar con la lava que sigue en los tubos circulando por la isla?
“Al no haber emisión de lava las coladas están paradas e internamente no hay señales de que circule por los tubos, al no haber tremor ni expulsión de gases. Pero sigue siendo un problema, porque con la altura que han alcanzado, las coladas pueden conservar una gran temperatura durante tiempo”, remata Rubén López.