Qué pasa ahora que ERC y Junts alumbran otro gobierno independentista en Cataluña
Moncloa ve una buena noticia el desbloqueo y espera que los republicanos no se alejen de la mayoría de la investidura de Sánchez.
Una nueva coalición entre la derecha y la izquierda independentista, la tercera desde la eclosión del procés hace casi una década, cogerá el timón de Cataluña. ERC y los posconvergentes de Junts, controlados por el expresidente Carles Puigdemont, han sellado este lunes un acuerdo para que el republicano Pere Aragonès sea investido jefe del Govern con el apoyo de la CUP.
Los partidos catalanes han puesto fin a un bloqueo de 92 días, los transcurridos desde las elecciones del 14 de febrero. Ahora, la configuración de un Ejecutivo con plenitud de funciones tranquiliza en Moncloa, que valora el pacto pese a que hubiera preferido que el PSC del exministro Salvador Illa, que ganó las comicios, hubiera encabezado la nueva Generalitat. “Creo que todos temimos que se pudiera producir una repetición electoral. El Gobierno había dicho que era necesario que en Cataluña se formara Gobierno y saliera de la interinidad”, ha dicho la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, en la Cadena Ser.
Montero, además, ha confiado en que ERC, al mando del independentismo por primera vez, promueva “el abandono de las vías unilaterales”. Precisamente el papel de líderes de los de Oriol Junqueras es una de las tablas a las que se agarra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que la mayoría que sostiene a su Ejecutivo en el Congreso —en la que participa ERC con 13 diputados clave— no se rompa en un momento delicado para él tras la aplastante victoria del PP en Madrid.
Una vez pasadas las elecciones catalanas y alejado el fantasma de su repetición, los republicanos, sensibles a todo cuestionamiento de su compromiso independentista, ya no dependen de lo que diga Junts para hacer política en Madrid.
Además, puesto que ERC ganó en votos a los posconvergentes, ahora puede apoyar con más claridad al Gobierno de coalición a cambio de contrapartidas; algo que espera aprovechar Sánchez, quien, según El País, barrunta llevar pronto al Consejo de Ministro el indulto a los líderes soberanistas en prisión. Solo así se entiende que el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, hablara hace unos días de “normalizar las relaciones” con el Estado tras su encuentro con la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz.
El principal obstáculo que han encontrado ERC y Junts para sellar esta nueva coalición ha sido el despliegue de la estrategia soberanista hacia la república. Ambos partidos tienen puntos de vista diferentes sobre cómo lograr la independencia. Por un lado, el de ERC, más dialogante y dispuesto a poner punto y final a la vía unilateral. Y, por el otro, el de Junts, subido al carro de la confrontación y al choque con Estado.
No obstante, al final tanto el próximo president, Pere Aragonès, como el secretario general de Junts, Jordi Sanchez —los encargados de explicar el pacto de Gobierno— han dicho que han encontrado la fórmula para asentar “las bases de consenso estratégico independentista”.
Según han detallado ambos dirigentes, será un “órgano de discusión colegiada” formado por los partidos y las asociaciones independentistas (Asamblea Nacional Catalana y Òmnium) el que decida qué pasos seguirá la nueva Generalitat hacia la independencia. Este nuevo ente, a su vez, se coordinará con el Consell per la República que maneja Puigdemont desde Bélgica y cuyo encaje en la política soberanista ha dado tantos dolores de cabeza en las negociaciones entre republicanos y posconvergentes.
Pese a que ERC está atada al acuerdo con Junts y la CUP, que emplaza al mismo tiempo al “embate al Estado” y al “diálogo”, Aragonès será quien represente al independentismo en la mesa entre Moncloa y Generalitat para resolver el conflicto político, la otra gran baza que Moncloa espera reactivar una vez Aragonès tome posesión. Además, como futuro presidente, el republicano tiene en sus manos destituir a los consejeros de Junts y disolver el Parlament si la tensión entre los socios se vuelve insoportable.
Por eso mismo, por el abrupto final de la anterior coalición Junts y ERC, los socialistas catalanes dudan de que la reedición del pacto suponga un Ejecutivo longevo que agote los cuatro años de legislatura. El propio Salvador Illa ya ha anticipado que el acuerdo supone la “repetición de un fracaso”. Aragonès, que ha reconocido que la negociación para cerrar el Gobierno ha llevado “demasiado tiempo”, ha puesto énfasis en que su Gabinete estará centrado en una “agenda transformadora” que permita a Cataluña superar la crisis económica y social derivada de la pandemia.
No deja de ser revelador que el republicano haya antepuesto en su discurso la gestión al ‘procesismo’, del que sí ha ha hablado largo y tendido Jordi Sánchez, quien ha avanzado que la próxima Generalitat no bajará el ruido secesionista: “Miraremos al Estado de frente y aguantaremos la represión”. La nueva experiencia de Gobierno independentista nace con encuestas que detectan una bajada del sentimiento soberanista en Cataluña y con dos partidos que pese a al acuerdo siguen recelando el uno del otro. La batalla por la hegemonía sigue.