¿Qué le ha pasado a mi bebé?
Los días de cambiar pañales se fueron hace mucho tiempo. Por entonces, otros padres que ya habían vivido la experiencia me decían: "El tiempo pasa volando". No me lo creía porque cada día era una maratón para mí. Ahora yo formo parte de ese grupo de padres y tengo que darles la razón. La vida en general se pasa volando. Ojalá se pudiera frenar. Mi "bebé" dejó de ser tal hace mucho tiempo. Para mí, siempre será mi bebé, pero cuando se lo digo, me responde: "Ya no soy un bebé". Cada vez que dice eso se me rompe un trocito del corazón, aunque, claro, lo escondo. Era muy buen bebé, no lloraba mucho, siempre ha sido un luchador. Cuando lloraba, era para llamar mi atención, pero cuando la conseguía, se callaba. A día de hoy, sigo pensando que era consciente de lo que pasaba en sus primeras semanas de vida.
En la primera foto es un bebé. En la segunda, estaba dejando de serlo. Esa metamorfosis duró en mi mente una semana, pero, en realidad, había pasado un año más o menos. A día de hoy, es alto y delgado, ya no es un regordete. Ahora es un adorable niño (con todas las letras) testarudo obsesionado con la II Guerra Mundial. La verdad es que no sé mucho de niños. Yo me crie con tres hermanas, sin hermanos, y a mi sobrino solo lo podía ver unas pocas veces al año cuando era pequeño.
Vivir con un niño es algo que nunca antes había hecho, así que cada día descubro cosas nuevas. Como cuando juré que nunca le compraría una pistola de juguete (porque odio las pistolas) y recibió una por su cumpleaños (no se la regalamos sus padres), nos reímos juntos... y nos apuntó a la cabeza. Fue un momento memorable. Ahora es su juguete favorito. A los niños les gustan las pistolas y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Al fin y al cabo me di cuenta de que solo es un juguete.
Cuando era un bebé, se conformaba con cualquier cosa que llegara a sus manos. Incluso una escoba, cuando descubrió su utilidad, se convirtió en uno de sus objetos más codiciados. Gracias a esa escoba lo tuve ocupado durante una magnífica hora y pude tomarme un respiro. El hecho de que ensuciara aún más el suelo mereció la pena. Para disgusto mío, el entusiasmo por la escoba no duró mucho más. Ahora solo quiere juguetes nuevos, nuevos, nuevos, nuevos. Tiene tantos que, según calculo, no va a necesitar más durante el resto de su vida. Es una broma, pero ¿qué demonios voy a hacer con todos esos juguetes? Sí, los podría donar a la gente necesitada, pero prefiero donar juguetes nuevos. A los bebés, les da igual, pero los niños solo quieren juguetes nuevos. Salvo la pistola, claro. Se está quedando hecha polvo, pero no parece que tenga intención de jubilarla.
Debido a la descabellada cantidad de juguetes que tiene y su deseo de agenciarse más juguetes nuevos, cada vez que vamos a la tienda, aunque sea para comprar unas cajas de leche, acabamos teniendo una conversación así:
"¿Me puedes comprar un juguete?".
"No".
"Pero ¿por qué no? Hala, mamá".
"No".
"Porfaaaa".
"Que no, ya te compré uno ayer".
La conversación suele empezar siempre del mismo modo y, dependiendo de cómo se porte, también acaba igual. Ahora, si quiere comprarse un juguete nuevo, puede comprárselo él mismo con el dinero que ha ganado haciendo algunas tareas (cosa rara que ya pocas veces pasa) y con el dinero que le envían por correo su encantadora abuela y su tía de Toronto.
"¡Mira, mamá, más dinero!".
"¡Qué bien! Así podrás comprarte más juguetes".
"¿Qué? No, los juguetes me los tienes que comprar tú".
"No, tienes tu propio dinero ahora, así que, si quieres seguir comprándote un juguete nuevo cada día, podrás hacerlo. Solo tienes que decidir si tienes tantas ganas como para gastar tu dinero".
No le gusta mucho esa conversación, pero a mí me encanta. Empiezo a pillarle el tranquillo a esto de los niños.
¿Qué le pasa con la II Guerra Mundial? He aprendido más con mi hijo de ocho años que cuando iba al colegio. Es capaz de indicar el modelo de cada avión de combate, tanque o distinguir los rangos militares. Increíble. Cuando yo tenía su edad, jugaba con muñecas y me las imaginaba en fiestas de té. Estoy segura de que hay niños de su edad haciendo lo mismo que hacía yo, y viceversa con las niñas y los juegos de la II Guerra Mundial. Otra cosa que he descubierto con este pequeño granuja. Es tal su afición que no lo intento cambiar. Tampoco tengo motivos para hacerlo. Creo que es genial que le encante la historia. De hecho, le animo a comprarse libros y pósteres del tema. Es una buena forma de conseguir que lea algo, porque si no, no parece muy por la labor de hacerlo. Tiene una imaginación muy viva. Una vez me lo encontré vestido de general, con sus botas de combate, su funda de pistola y un silbato para llamar a las tropas.
Soy doña princesita, así que todas estas cosas de niño me impresionan, y aunque no me apasionan las armas, ya he asumido que a mi hijo le encantan. Somos muy diferentes y me parece fantástico que mi hijo tenga sus propios intereses, ideas y pasiones. También es distinto de su padre, que es una persona más creativa.
Mi hijo apoyaba al partido republicano antes (según dijo), aunque me parece que durante estos últimos meses de gobierno habrá cambiado de opinión. No le queremos adoctrinar porque preferimos que desarrolle su propia forma de pensar, además de que su forma de ver las cosas es muy interesante.
Mi bebé es ahora un niño y las únicas reminiscencias que quedan de ese bebé son sus juguetes, su ropa y sus dibujos. Cada vez que recuerdo esos tiempos tengo la impresión de que le di mentalmente al botón de acelerar hasta llegar a este niño. La infancia...
Ya es hora de que me divierta en esta etapa emocionante, mágica, imaginativa y maravillosa. Ahora jugamos juntos a fútbol y le empieza a interesar el tenis. A mí me encanta el tenis, así que este verano espero incentivar ese nuevo interés enseñándole a jugar. Ojalá llegue el momento en el que podamos jugar un partido de verdad. Será divertido.
Parece que ya empieza a soportar la comida de los restaurantes. No le gusta demasiado, pero ya no la detesta. Algo es algo. Aún recuerdo cuando era un bebé y me ponía de los nervios cuando quería correr por el restaurante o solo podíamos ir a los que tenían WiFi, pero esos días ya han quedado atrás. Amo a este niño independiente, aventurero, curioso, alocado y feliz que no para de correr a mi alrededor y que ha conseguido que cada día sea una experiencia diferente desde el primer momento.
Si te ha gustado este post, échale un vistazo a otro texto anterior que escribí en mi blog.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.