Qué hay detrás de las polémicas con 'Smiley' y 'Autodefensa'
Ambas series han provocado una oleada de 'haters' que las critican por su falta de conciencia o activismo.
Dos realidades totalmente diferentes. Por un lado, juventud, desenfreno, ansiedad, drogas y feminismo. Por otro, romanticismo, comedia, tópicos y ambiente gay.
Estos dos escenarios son en los que se ubican las dos series españolas más comentadas de las últimas semanas. La primera, Autodefensa, creada por Berta Prieto, Belén Barenys —más conocida como MEMÉ y por ser la prima y corista de Rigoberta Bandini— y Miguel Ángel Blanca, disponible en sus dos temporadas en Filmin. La segunda, Smiley, basada en la obra de teatro homónima de Guillem Clua, protagonizada por Mike Esparbé y Carlos Cuevas en Netflix.
Se han convertido en las producciones audiovisuales del momento. Y, como buen producto de éxito, no han dejado a nadie indiferente. El debate que han desatado en redes sociales, donde las críticas a ambas producciones han sido feroces, basta con hacer scroll en Twitter para encontrar comentarios como estos:
Que se aborden dos temas como son el feminismo o la reivindicación de la libertad de la juventud, que se haga una visión más romántica y menos reivindicativa del colectivo LGTBI y la crispación propia de las redes sociales han dado lugar una lucha encarnizada entre haters y amantes de las ficciones.
Para Begonya Enguix, profesora de Antropología de los géneros y los cuerpos de la UOC, esto es síntoma de la sociedad actual. “Hay esta tendencia a posicionarse, lo difícil es mantener posiciones ambivalente, todo el mundo lo comenta de una forma muy polarizada, tanto políticamente como afectivamente”, explica.
“Es decir, tenerse que posicionar activamente ante todo lo que sucede lo que está provocando una sobrereacción que en otro momento histórico habría sido más tranquilo o no hubiera resonado tanto. Además, estamos en un momento digitalizado donde las redes sociales hacen de una caja de resonancia brutal donde cualquier tuit que esté bien posicionado o se comparta mucho que diga que no te representa. ¿De verdad necesitas que todo te represente?”, señala.
Autodefensa: Naturalidad, sexo, drogas y ansiedad
Este diálogo entre Belén Barenys y Berta Prieto en el sofá desayunando zumos y patatas fritas de resaca y rodeadas de restos de una fiesta en casa en el primer capítulo de la ficción de Filmin define la dinámica de la producción, en la que se abordan desde las supuestas nuevas masculinidades a los discursos puritanos.
Todo en breves píldoras de menos de 20 minutos sin una estructura clara ni un hilo conductor, como si se tratasen de reels o tuits sueltos, con una estética punk con aires de clase media-alta y con una naturalidad propia de dos jóvenes creadoras que no tienen tapujos a la hora de mostrarse sin depilar, en bragas sin glamour o en escenas de sexo cuanto menos controvertidas.
Precisamente que sean dos creadoras menores de 25 años, con un discurso propio de la generación Z que se muestran sin tapujos ha sido una de las armas arrojadizas de los haters.
“Partir de la línea de ‘mujer joven sin pelos en la lengua y sin vergüenza’ como es este caso ya a priori puede ser una desventaja en el mundo en el que estamos. Si en lugar de ser dos chicas son dos chicos, ya hay series sobre eso y tampoco han movido tanto sobre libertad de expresión”, explica Enguix.
Para ella era necesario “llegar a ese punto de trasgresión en la sociedad en la que vivimos”. “Así es la vida, pasan muchas cosas, tenemos muchas experiencias y los medios han estado muy centrados en reflejar solo una parte de ella, nunca se ha mostrado esta diversidad, en este momento es muy sensible y es necesario que los medios se hagan eco”, recalca.
La otra parte de la crítica venía a decir que no todos los jóvenes siguen una dinámica tan fiestera ni que todos consumen droga. A eso respondió precisamente Prieto en una viral entrevista en Playground.
“Nunca pretendimos hacer una serie generacional […] Es una serie que habla de unas jóvenes muy concretas. Son jóvenes que se dedican a algo más o menos cultural, que son de ciudad y que tienen un entorno más o menos privilegiado”, señaló.
La antropóloga y directora del programa del grado interuniversitario de Antropología y Evolución Humana apunta a que es poco probable que un producto cultural influencie a las personas que lo ven ya que no son “mecánicos”.
“Depende de la clase social, hay gente que no puede pagarse ni un gin tonic, depende del grupo de amigos con el que te mueves, los contextos en los que lo haces… Hay que estar atenta a los contenidos que se emiten pero sin pensar que la gente es tan poco inteligente que va a tener un efecto reflejo y va a reproducir lo que ve. Estamos en un país bastante maduro que no sepa lo que son los estupefacientes, las relaciones, la disidencia sexual…”, apunta.
De hecho, apunta a que puede que se produzca un efecto rebote y no querer “salir de fiesta”. “Hay muchísima gente joven que no consume alcohol y gente que lo hace en cantidades industriales”, señala.
Sin embargo, aunque ellas no la quieran definir como una serie generacional, sí que el estereotipo de la juventud fiestera y consumidora de estupefacientes (con ciertas diferencias) se viene repitiendo en ficciones de distintas generaciones como Élite, Euphoria, Skins Física o Química. En algunas con un mensaje moralista, en otras mostrándolo como ocio y en esta, de la forma más orgánica imposible.
“No es nuevo de ahora, pero sí lo están mostrando sin tapujos ni hipocresía”, recalca Enguix. ”Sí que dicen que es verdad que la tendencia nuestra es volvernos progresivamente conservadores a medida que cumplimos años y, desde esa mediana edad, la juventud de forma estereotipada se suele ver como un periodo de deslocalización, de no saber hacia dónde vas”, señala.
Los estereotipos son necesarios para ella ya que presentan un grueso de la realidad que existe y que sirve como guía a nivel social. “Es una visión muy estereotipada y muchas veces tirada por el todo, somos una parte de la población de la especie que hayas designado: la disidencia, la juventud… Y, al mostrarlo, tiene ese efecto de universalización pero se tiende a pensar que todos son así, pero creo que ahí vamos a la inteligencia cultural que las personas tienen. La población no es tonta y tiene elementos críticos”, reflexiona.
Smiley: Amor romántico al puro estilo Love Actually en versión LGTBI
La historia de amor entre Álex y Bruno podría ser la de Bridget Jones y Mark Darcy, pero entre dos chicos. Sin embargo, esta comedia romántica tampoco ha estado exenta de críticas por una parte del colectivo LGTBI, quienes han apuntado a que los actores sean estéticamente normativos o que se hable demasiado de amor romántico y no de las problemáticas que sufren muchos hombres gais.
“Hay cierto plus que se les demanda a colectivos disidentes, que se les requieren cosas que a otros no se les requieren y esto se llama sencillamente LGTBIfobia”, apunta Enguix.
Esta exigencia de activismo tampoco la comprende Manuel Sánchez, director de Togayther, “Cuando vemos Lo que el viento se llevó no podemos exigir cirtas cosas o decir que en Wakanda solo salen negros, pues claro. Tenemos que ver que son series que cuentan una historia determinada y un momento determinado, que además son partes que están en el colectivo no son inventadas”, señala.
Para Sánchez, se trata de un producto hecho para el disfrute del colectivo como una comedia tipo Love Actually y que también sirve para alejar al público ap de él.
En ello coincide con Enguix, que ve muy importante esta visibilización. “Los valores y las situaciones son los mismos de la sociedad en la que viven, entonces es importante mostrar todas sus caras”, destaca.
“Por eso es importante en que muestren de forma real y no edulcorada: procesos, sentimientos, relaciones, crisis, afectos, que pasan hoy en día. En el mundo heterosexual tampoco se muestra todo el espectro, se muestra una opción que es una opción política obviamente. Se muestran en absoluta crisis o pasión idílica”, añade.
Con respecto a la normatividad de los personajes, Sánchez reivindica que en otras producciones como la reciente Heartstopper sucede lo mismo o con The happiest season, en el caso de una comedia lésbica protagonizada por Kristen Stewart.
“Son cis y guapos todos. Con una serie tú no tienes por qué reivindicar, tienes que contar una historia entretenida y mostrar algo con lo que divertirte, sentir, emocionarte… No tenemos que buscar más”, se queja.
Para él, la convivencia con otras producciones como Pose o It’s a sin no es excluyente. “Lo que estamos consiguiendo es una visibilización y una naturalidad de nuestras historias para el disfrute del conocimiento de los más pequeños a los más mayores y que vean que puede haber otra realidad: una más fantasiosa, otra más real, otra que puede que haya sucedido como It’s a sin que muestra el drama del SIDA en los años 80″, explica.
La visión del colectivo como personas que sufren, dramática o simplemente como un análisis histórico reivindicativo se ha visto a lo largo de numerosas producciones audiovisuales en las que el protagonista gay no era correspondido, caía en una dinámica problemática o acababa muriendo. En Smiley se opta más por los clichés y reírse desde la visión interna del propio colectivo.
“Se ha hecho con mucho cuidado y mimo desde mi punto de vista porque trata los temas de una forma muy real. Hemos vivido alguna de esas realidades da igual si eres un chico gay, una chica lesbiana o una chica trans, seguro que lo has vivido y en algún momento te has sentido de esta manera”, explica Sánchez.
Para él lo que se debería buscar es que haya personajes LGTBI en cualquier producción que llegue a cualquier público y que la orientación o identidad sexual del personaje sea algo secundario, sin olvidar las vivencias propias del mismo.
“En esta serie se parte de un estereotipo pero te lo cuentan de una manera natural y te lo muestra de una manera diferente todo, situaciones que hemos vivido quienes somos del colectivo en nuestro día a día y las muestra de manera positiva y no cae en el amor romántico”, destaca. Para él, el humor y esa felicidad a veces ausente dentro de las producciones LGTBI son claves: “No tenemos que buscar más”.