Que Europa asuma sus responsabilidades en la defensa de un orden económico abierto
Aunque el hecho puede pasar desapercibido, Europa y Asia forman el eje fundamental de la economía y el comercio mundiales. El volumen de comercio entre Europa y Asia es aproximadamente tres veces superior al volumen de comercio entre Europa y América del Norte. Curiosamente, es también este el eje donde mayores obstáculos al comercio continúan por quitar. La infraestructura conectando Europa y Asia continúa en muchos casos por desarrollar y muchos obstáculos legales, empezando por tarifas y cuotas, todavía sobreviven. Estos obstáculos han demostrado ser un gran problema para una de las principales exportaciones del sudeste asiático a Europa: el aceite de palma. Los planes de la UE de introducir nuevas restricciones comerciales a la importación de aceite de palma, basadas en "criterios de deforestación" arbitrarios y proteccionistas, crearán un nuevo conflicto con aliados asiáticos clave.
Esta reflexión muestra el potencial de crecimiento de los intercambios comerciales entre Europa y Asia, pero también la importancia de saber qué reglas van a gobernar este eje económico. ¿Serán estas reglas mayoritariamente las reglas de una economía abierta y competitiva o Europa permitirá que otros definan nuestro futuro común en obediencia a otros sistemas de reglas y principios distantes de aquellos que gobiernan las democracias europeas?
Como explico en mi reciente libro The Dawn of Eurasia, vivimos un momento crítico. Los vínculos crecientes entre las economías europea y asiática reclaman la creación de un orden político y legal, pero este es un espacio con concepciones políticas muy diferentes, casi siempre conflictivas, y donde Europa tiene un peso limitado. Tenemos que saber jugar nuestras cartas con inteligencia.
En un momento en que Estados Unidos adopta una política más aislacionista, ha llegado el momento de que Europa asuma sus responsabilidades en la defensa de un orden abierto. Sabe que tiene que hacerlo sin sacrificar sus valores, porque a diferencia de los Estados Unidos, Europa depende de la existencia de un orden mundial abierto y basado en los valores. Europa está poco preparada para sobrevivir en un mundo de rivalidad por poder e influencia. Hay que saber encontrar aliados. En un mundo cambiante, esos aliados no siempre serán los tradicionales, pero existen vibrantes democracias asiáticas con las que la Unión Europea puede y debe desarrollar relaciones estrechas. Algunas de estas democracias son también economías dinámicas, con algunas de las tasas de crecimiento económico más elevadas del mundo.
En un mundo euroasiático, Europa será capaz de mantener su prosperidad y relevancia si sabe construir puentes con las grandes democracias asiáticas. Sería absurdo seguir el ejemplo americano de eliminar puentes.
Es por eso con dificultad que comprendo la nueva tentación de responder al dinamismo económico asiático con nuevas barreras. Es sobre todo difícil de comprender que esto suceda en nuestras relaciones con grandes democracias como Malasia o Indonesia con las que la Unión Europea tiene innegablemente muy en común y con las que debe construir un nuevo orden económico.
Las discusiones del año pasado sobre la Directiva de Energía Renovable de la UE que tienen como objetivo imponer barreras comerciales al aceite de palma son un caso en el que Europa predica "haz lo que digo, no lo que hago". Por un lado, condena las acciones del presidente estadounidense Trump, que impone nuevas tarifas al acero europeo, pero se prepara para imponer un bloqueo similar al aceite de palma asiático, al restringir su uso en Europa.
La propuesta en curso de la Comisión Europea para limitar o evitar las importaciones de aceite de palma de países como Malasia o Indonesia, al imponer un "criterio de deforestación" que definiría los aceites no domésticos de la UE, principalmente dirigidos al aceite de palma, como "arriesgados", puede satisfacer a los grupos de interés locales, pero constituyen un precedente negativo e incluso peligroso.
En primer lugar, destruyen lo que constituye el centro de la imagen europea de pilar de un orden abierto. La reacción a estas propuestas en los países afectados será obviamente la de comparar a la Unión Europea con los Estados Unidos. Ambos bloques se describen como poderes imperiales, incapaces de competir en un mercado abierto a partir del momento en que allí encuentran verdaderos competidores.
En segundo lugar, las propuestas tendrán consecuencias. Tendrán una respuesta de parte de los países afectados. Serán consecuencias negativas para las exportaciones europeas a las economías en rápido crecimiento en un momento en que nuestras economías dependen de las exportaciones.
Tercero, y más importante, esta es la época para Europa de construir un nuevo orden económica capaz de regir las relaciones entre Europa y Asia, el eje principal de la economía global. En esta tarea, la Unión Europea necesita trabajar con las democracias asiáticas. Necesita socios que compartan sus valores. Desperdiciar este capital de oportunidad será un error grave de que no dejamos sin duda de arrepentirnos.
Finalmente, no puede pasarse por alto el papel de los estados miembros más poderosos. El Gobierno español se opuso a las prácticas discriminatorias sobre el aceite de palma en un pasado reciente, tanto por principio, como para proteger las relaciones comerciales de España en Asia. Es hora de que el nuevo Gobierno español muestre el mismo compromiso y determinación para proteger las exportaciones europeas, pero todavía más importante, los intereses del comercio y el empleo en España.