¿Qué es mejor, un marino o un submarino?
Que el deporte vuelva a demostrar que, trabajando juntos, todos con todos, somos capaces de lo mejor.
Con esta hilarante pregunta trataba de justificar su triunfo y alegría uno de los personajes de Campeones, la película de Javier Fresser, tras caer en la final de su competición.
El viernes seguí la emocionante semifinal contra Australia intermitentemente: algo de televisión, algo de radio, la amable información de los ciudadanos con los que me cruzaba y los comentarios de los asistentes a una unión matrimonial civil que oficié como servidor público y concejal del Ayuntamiento de Madrid. Tanto la ceremonia como la victoria de la Selección fueron dos inmensas satisfacciones.
Para mí, los integrantes de la selección nacional de baloncesto, trece años después de la victoria en Japón, ya son “campeones” antes de disputar la soñada final del Campeonato del Mundo de China.
Siento una gran alegría, en primer lugar, por los dos supervivientes de aquella final de Japón que repiten en esta de Pekín: Marc Gasol y Rudy Fernández. Estoy seguro de que serán capaces de transmitir a sus compañeros las extraordinarias sensaciones que vivimos en aquella ocasión, tanto en el difícil partido contra Argentina, en el que Pau Gasol se lesionó gravemente, como en la final contra Grecia, en la que el equipo tuvo que superar la situación adversa que supuso su ausencia en la cancha.
No solo teníamos razones para sobreponernos –que eran las aportaciones de la técnica individual de cada uno de los jugadores y el bagaje táctico del que disponíamos y que incluso “inventamos” para el “último partido”– sino que los jugadores sumaron emociones personales y colectivas que forjaron una combinación explosiva de competitividad, confianza y deseo.
Cómo me gustaría que en esta ocasión se repitiera.
En segundo lugar, me enorgullece y agradezco el buen trabajo desarrollado por el seleccionador Sergio Scariolo y su equipo técnico. Han sacado lo mejor de todos los jugadores, técnica y tácticamente, y han valorado y fomentado su personalidad en la cancha y fuera de ella.
Por último, un deseo: me gustaría que este nuevo éxito de la selección española de baloncesto sirviera también para lograr una estructura nacional de verdaderos campeones mundiales; que no se desaprovechara como en otras ocasiones, pues la base de nuestro baloncesto no solo está en la Federación, a la que hay que agradecer su gran y meritorio trabajo, sino también en las canteras de clubes como Estudiantes y Juventud, que son las que históricamente han aportado más jugadores a la selección nacional y las que más han sufrido en los años de crisis. De igual modo, la Liga ACB es fundamental en esta estructura y debería recibir el apoyo y reconocimiento que merece.
Ojalá consigamos de nuevo un triunfo, que este nuevo éxito se convierta en una oportunidad para la alegría y confianza en nuestro país. Que el deporte vuelva a demostrar que, trabajando juntos, todos con todos, somos capaces de lo mejor.
Claro, un marino es siempre más importante que un submarino.