¿Qué entendemos realmente por consentimiento?
Antes de que huyas de esta página escaldado por la gran cantidad de artículos que hablan de acoso sexual y consentimiento, ten en cuenta que no todo es blanco o negro. No me refiero a prácticas como el sadomasoquismo, aunque también entra dentro del consentimiento; hablo de definir el propio concepto de consentimiento.
Soy educadora sexual y el otro día una joven me reconoció por unas clases que di en su instituto hace unos veinte años. Me dijo que últimamente se acordaba mucho de mí, porque estaba tratando de entender el verdadero significado del consentimiento. Decidimos celebrar esta coincidencia con un café.
Desde su punto de vista, siempre es necesario pedir permiso para considerar que existe consentimiento. Y yo le pregunté: "Pero, ¿cuándo es siempre? ¿Siempre que os deis un beso, siempre que se intuya que vais a tener relaciones?". Ella está casada y me aseguró que su marido la conoce tanto que no hace falta manifestar el consentimiento con palabras.
Como educadora sexual, me pregunto: ¿cómo tenemos que hacer para promover la idea del consentimiento en el caso de adolescentes, de dos adultos que acaban de conocerse, o incluso en parejas que llevan saliendo varios años? ¿Cómo podemos hacer para favorecer la comunicación de cara al consentimiento?
Cuando doy clases en el instituto, empleo una herramienta llamada "la escala del consentimiento". Dibujo una línea en la pizarra, en el extremo derecho escribo "agresión sexual" y, en el izquierdo, "consentimiento mutuo". A lo largo de la escala voy escribiendo conceptos como "juego de la seducción", "coacción", etc. Últimamente ha tenido lugar un aluvión de alegaciones por conductas sexuales inapropiadas que se encontrarían situadas en el centro de la escala: coacción debida al poder que ostentan algunos hombres.
Sin embargo, ni siquiera es tan sencillo definir el consentimiento mutuo.
Mala comunicación
Hoy, viendo un programa, escuché el concepto "agenda feminista" cuando hablaban sobre las recientes acusaciones a políticos por conductas inapropiadas. Hubo una persona que llamó criticando las inclinaciones políticas de los medios de comunicación y a las feministas, pues —según decía— estaban echando por tierra la carrera de esas personas. Otras personas también se preguntaban por qué las mujeres no se alejan de ese tipo de situaciones cuando les ocurren. "Era mayor de edad", parece ser el argumento. Susan Cole escribe: "Muchas veces las mujeres prefieren 'resolver' la situación en lugar de irse. ¿Por qué no probamos a hablar? Pregúntale a una mujer lo que quiere y tómate en serio su respuesta", añade.
Quienes se hayan criado en una sociedad en la que prevalece la cultura de la violación pueden tener expectativas erróneas que conduzcan a una mala comunicación: señales erróneas mezcladas con falta de seguridad y claridad. Aunque alguien haya accedido a intimar sexualmente, puede que siga sintiendo incomodidad, desagrado o arrepentimiento durante o después del acto.
El consentimiento es lo primero
Zosiea Bielski cita a Karen B. K. Chan, una educadora sexual. "Ya hemos repetido en varias ocasiones que el consentimiento es lo primero, es la base mínima. Cuando lo haya, podemos empezar a hablar de placer sexual y de lo que entendemos por buen sexo, es decir, sexo que de verdad quieres tener". Su artículo habla sobre la noción del buen sexo.
Lili Loufbourow retoma el asunto y escribe sobre el dolor durante el sexo vaginal. "Los estudios revelan que un 30% de las mujeres sienten dolor durante la penetración, un 72% durante el sexo anal y 'un gran número de mujeres' no avisa a sus parejas cuando sienten dolor durante las relaciones".
En mis clases sobre acoso sexual, suelo hacer la siguiente pregunta: ¿Está bien decir que no en cualquier momento? En otras palabras: ¿está bien interrumpir el sexo cuando ya ha comenzado? La mayoría de los estudiantes afirmaban que sí se podía hacer. Pero la cuestión es: en la práctica, ¿lo interrumpimos?
Gestionar las expectativas
Puede que no sintamos dolor durante el sexo, pero quizá tampoco sintamos placer; por ejemplo, a veces puede resultar aburrido. Si no sentimos placer, ¿por qué continuar? Puede haber muchas razones que nos lleven a acceder al sexo, pero también puede ocurrir que no nos sintamos orgullosos de ellas.
Puede que consintamos el sexo porque lo vemos venir o por las necesidades de nuestra pareja. Puede que no queramos dañar sus sentimientos o que tengamos miedo a que eso perjudique nuestra relación. Puede que pensemos que las cosas van a mejorar, de hecho, a veces mejoran. Pero, ¿por qué deberíamos obligarnos a sentir deseo con una persona que no es consciente de que no lo sentimos?
Recuerdo un incidente que tuve con un novio en el pasado. Yo había perdido el interés en el sexo y se lo dije. Se enfadó mucho, se levantó de la cama y, con tono amenazante, dijo: "Pero yo sí quiero". Quizá entre otras dos personas, ese incidente habría conducido a una agresión sexual. Pero en nuestro caso simplemente interrumpimos la conversación con una mezcla de angustia y enfado.
En su definición de salud sexual, la Organización Mundial de la Salud incluye "la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras, libres de coacción, discriminación y violencia". Debemos educar a nuestros hijos para que aprendan a celebrar su sexualidad y aprendan a respetarse a sí mismos y a los demás. Para ello, deben tener una idea clara de lo que quieren en un momento dado: tienen que aprender a manifestar su postura y entender la de la otra persona. Puede que aún quede camino por recorrer para conseguir este objetivo, pero yo creo que con el tiempo lo lograremos.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.