El presidente ruso, Vladimir Putin, no destaca por ser el líder más amable del planeta (salvo con los perritos). Las camisetas y tazas que se venden por todo el mundo lo que destacan es su rostro serio, enérgico, amenazador. Sin embargo, ahora es noticia porque le hemos visto lo contrario: su cara más sonriente, a carcajada limpia, vaya. El motivo: la metedura de pata de uno de sus miembros de gabinete.
Putin no pudo evitar reírse cuando el ministro de Agricultura, Alexander Tkachov, sugirió en una mesa de trabajo el pasado día 13 de octubre que Moscú debería seguir el ejemplo alemán y fomentar las exportaciones de cerdo a países como China, Indonesia o Japón. Su buen propósito para la ganadería patria tenía un pero: que Indonesia es un país de mayoría musulmana y, por tanto, casi nadie consume carne de cerdo, prohibida en este credo. De hecho, es la nación con más musulmanes del mundo, ya que cerca del 86,1% de su población (220 millones de personas) profesa la fe de Mahoma.
"Ellos (Alemania) envían la mitad de su carne de cerdo para exportar. Mire los números de Alemania: cinco millones y medio de toneladas de carne de cerdo producidas al año, de las cuales casi tres millones se exportan a todos los países, a China, a Indonesia, a Japón, a Corea, y así sucesivamente ", dijo Tkachov.
Putin, que ya miraba a su ministro con sorna, acabó respondiendo con la sonrisa en la comisura de los labios: "Indonesia es un país musulmán. No comen carne de cerdo allí".
Aún iba de amable el temido ruso. Pero llegó la réplica: "Muy bien -agregó Tkachov- ¿Cuál es la diferencia?"
Entonces, Putin rompió a reír y se cubrió la cara con las manos, rojo con la barbaridad del titular de Agricultura.
Este episodio -viralizado de inmediato- demuestra:
a) que Putin sabe reír.
b) que no es de los líderes que se duermen y desconectan en las reuniones.
c) que su cultura general supera la media de los dirigentes mundiales.
d) que aún tiene un buen grado de condescendencia para con su equipo porque, a esta hora, el ministro sigue en su cargo.