¿Puede la biología sintética salvar nuestro planeta?
Todavía está pendiente un debate político y social de principios en torno a la biología sintética para la conservación de la naturaleza.
Según la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) estamos inmersos en la sexta extinción masiva de especies. Más de un millón de especies de animales y plantas marinas y terrestres están en peligro de desaparecer para siempre y éstas están además desapareciendo a una velocidad sin precedentes en la historia de la humanidad.
Los rápidos avances de la ciencia nos llevan a preguntarnos si hay alguna tecnología que pueda ayudarnos a revertir esa tendencia. La tecnología CRISPR o “corta-pega genético” promete una revolución en muchos campos de la ciencia, desde la lucha contra las bacterias multirresistentes o el cáncer hasta la modificación genética de cultivos o animales de granja para asegurarnos nuestra subsistencia.
En este marco, una parte de la ciencia promueve la idea de que este tipo de tecnologías de impulso genético pueden ayudarnos también a conservar o proteger la biodiversidad alterando los rasgos de las poblaciones silvestres o erradicando especies enteras eludiendo las reglas de la genética natural.
No obstante, la genética dirigida plantea dilemas genéticos y éticos y, en estos casos, medioambientales. Mientras que los promotores de la biología sintética aplicada a la vida silvestre defienden su uso para, por ejemplo, eliminar las especies exóticas invasoras de los ecosistemas amenazados, otros advierten que se trata de una reacción en cadena genética incontrolable e irreversible que, una vez probada o utilizada en la naturaleza, no sólo podría dañar permanentemente los ecosistemas y acelerar aún más la pérdida de biodiversidad, sino que tendría también importantes implicaciones en la relación de la humanidad con el mundo natural.
Además, existe un vacío normativo. El Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, con su Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, es el foro apropiado para desarrollar y acordar normas vinculantes a nivel mundial, pero hasta ahora esta nueva tecnología carece de una regulación específica y vinculante a nivel nacional, de la UE e internacional, ya que las regulaciones existentes sobre organismos genéticamente modificados (OGM) son insuficientes para abordar las tecnologías de impulso genético o “gene drive”. Tampoco existe una evaluación de las mismas para determinar su conveniencia ni se han desarrollado metodologías para la evaluación de sus riesgos.
Ante esta situación y pese a sus prometedoras aplicaciones, el Parlamento Europeo, en aplicación del principio de precaución, pidió en enero la adopción de una moratoria mundial en relación a la liberación en la naturaleza de organismos de genética dirigida, incluyendo los ensayos de campo, con el fin de evitar una liberación prematura de estas nuevas tecnologías.
No obstante, todavía está pendiente un debate político y social de principios en torno a la biología sintética para la conservación de la naturaleza y su gobernanza a nivel nacional y europeo, que abarque sus promesas y peligros, sus cuestiones éticas, el estado de la ciencia, su evaluación y la reglamentación, de manera que se sienten las bases que nos permitan adoptar decisiones responsables y cautelares en torno a esta nueva y controvertida tecnología.
En mi opinión, como no existe aún un proceso para su vigilancia y control ni normas específicas sobre su seguridad, ha de regir el principio de precaución en tanto en cuanto la incertidumbre sobre los efectos nocivos en la naturaleza o en la salud persistan. Mientras tanto, habrá que hacer frente a la alarmante pérdida de especies abordando directamente los grandes causantes directos de la pérdida de biodiversidad y proponiendo medidas específicas para cada uno de ellos.