Juan Llorca: "¿A ti te presionan para que comas? Pues al niño tampoco"
El chef y la nutricionista Melisa Gómez presentan 'En boca de todos', lleno de claves para tratar de luchar con las altas tasas de obesidad infantil.
La situación empieza a ser alarmante. Así lo ven los especialistas en Pediatría y Nutrición. Para los incrédulos, están los datos. El 40% de los niños españoles tiene sobrepeso u obesidad, una cifra que en Europa solo supera Chipre, según la Iniciativa Europea de Vigilancia de la Obesidad infantil de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Alarma más si tenemos en cuenta que de ellos, casi la mitad de los niños (19% en términos globales) y de niñas (17%, también en global) son obesos. Y podemos seguir.
De los menores de dos años con sobrepreso, el 75% será obeso a los 35. Y de los de cinco años, sólo un 10% no será obeso a esa edad, como apunta la Universidad de Harvard.
La culpa la tenemos todos, desde el sistema a la industria pasando inevitablemente por los padres. En ellos pone el foco el chef valenciano Juan Llorca, cocinero del colegio Montessori. “La primera responsabilidad siempre es de la familia. Por mucho que la industria alimentaria, por mucho que la publicidad, por mucho que las marcas hagan lo imposible para que compres un producto, por mucho que los supermercados hagan lo inviable para que te decantes por comprar esto... al final eres tú quien decide qué entra en tu casa y qué es lo que come tu hijo”, dice sin dudar en un encuentro con motivo del lanzamiento de su segundo libro, En boca de todos.
Lo firma con la nutricionista Melisa Gómez, coatura también de Sin dientes y a bocados. Ella tiene más dudas sobre este tema. La familia es responsable pero también necesita apoyo externo. “Sería genial que la legislación no permitiese que se vendan ciertas cosas. Hay galletas para niños de cuatro meses y solo se pueden comer cereales a partir de los 6. ¿Por qué se permite? ¿Por qué se da a entender al padre que hay esa posibilidad? Creo que es falta de responsabilidad de la parte administrativa y también de la parte sanitaria. No están actualizados”, asegura.
Gómez cree que hay un fuerte problema en este terreno: la falta de nutricionistas en la Sanidad Pública, tan necesarios con estas cifras de obesidad infantil. “Muchas veces nos encontramos con que en Pediatría se dan consejos que no están en línea con lo que actualmente se maneja. Y la familia muchas veces no tiene los conocimientos y criterios”, señala. “Por eso es importante que se trabaje en paralelo”.
Con su libro tratan de contribuir a arreglar el problema y aportar a los padres esos conocimientos tan escasos como necesarios para la salud de sus hijos.
En boca de todos es vuestro segundo libro, ¿es tan necesario enseñar a los padres?
Melisa Gómez. Sí. Hay muchísimos mitos. Nosotros los encontramos a diario. Hay muchas creencias que se tienen que ir dejando de lado. Cosas culturales de las que hay que ir desprendiéndose poco a poco, como el desayuno típico español, que suele ser muy difícil de desplazar por otras alternativas. Por eso hay que seguir insistiendo en la importancia que tiene dar oportunidad a otras cosas.
¿A qué te refieres con el desayuno típico español?
M.G. Leche con chocolate y galletas, que es lo que me dice el 90% de los que vienen a consulta.
J. Ll. Tú entenderás tostada con tomate...
M.G. Eso sería mucho mejor. Siempre decimos que está genial y que es muy fácil de encontrar. Sin embargo no se le saca el provecho que le podríamos sacar, no sé por qué se tiene la percepción de que al niño no le va a gustar esa opción, que le va a parecer más entretenida la leche con chocolate y galletas y al final es un problema futuro.
¿Es la comida que peor se hace? ¿O ahí también entra en juego la merienda?
J. Ll. El desayuno y la merienda, antes que el almuerzo, son las comidas que peor se hacen. El desayuno es muy malo siempre y la merienda lo mismo. Cuando salen los niños de la escuela, los padres siguen esperándolos con cualquier tipo de producto. Son las dos peores comidas sin duda.
Ahora que dices que el desayuno es muy malo, recuerdo una entrevista en la que decías que prefieres que el niño no desayune a que se le dé la leche chocolateada con galletas y hace unos días Juan Revenga escribía Soy nutricionista y no desayuno. ¿Pasa algo por que un niño no desayune?
M.G. No, hay que verlo en el contexto. Si el niño cenó bien, si el niño más tarde va a almorzar… Si tiene esa otra oportunidad de cubrir esos requerimientos en cualquier momento del día, no pasaría nada.
Cuando Juan puso eso en la entrevista, salió mucha gente muy molesta diciendo que claro que si el niño se acostó sin cenar y luego no desayunó… Son casos concretos. Eso no pasa en la mayoría de los niños que nos vamos a encontrar. La mayoría son niños que se fueron a la cama después de cenar y cuando se levantan supertemprano no tienen apetito, les aparece dos o tres horas después y almuerzan. Perfecto. No pasa absolutamente nada.
No hay que presionar al niño para desayunar, ¿y en el resto de comidas?
J. Ll. ¿Y a ti hay que presionarte? Pues a los niños tampoco.
M.G. A los niños tampoco. Puedes buscarte otras estrategias, esperar, darle tiempo. Porque muchas veces se come sin esa señal de apetito. Respetar eso implica a veces flexibilizar horarios, acoplarse un poco más al niño, que con la lactancia materna se hace perfecto y luego se pierde. Ahí deberíamos ser un poco más flexibles y no tanto… “son las 3 hay que comer”. Si realmente queremos combatir las cifras de obesidad, la gente debería comer cuando de verdad tenga hambre. Si tienes un poquito, bueno ya tienes un poquito. Pero si no la tienes, lo dejas.
Eso podría ser muy útil para que los niños se centren en la comida y se termine con las criticadas pantallas que se usan como recurso para entretener a los niños mientras comen... ¿Hay algún tipo de estudio que las relacionen con los altos índices de sobrepeso y obesidad infantil?
M.G. Sí, sí hay. Hay bastantes. De hecho, hay algunos en los que miden porciones y te puedes comer casi el doble de las porciones si tienes algún distractor delante. Imagínate que vas a comer pizza, en lugar de comerte un triangulito o dos te puedes llegar a comer tres o cuatro porque no eres consciente, tu atención está desplazada a eso que estás viendo. Por eso la recomendación es que en el tiempo de comida no haya esas distracciones.
J. Ll. ¿A ti no te pasa? A mí me pasa… Yo si me pongo un capítulo de una serie y me pongo a comer, como más cantidad que si me pongo a comer sin nada. Como mucho más porque no me entero.
M.G. O comes más o te da hambre más rápido, no le das a tu cerebro la capacidad de asimilar lo que estaba pasando.
Me decía hace unos años Lucía Mi Pediatra que a los padres se le había ido un poco la pinza con la alimentación, en los dos sentidos, tanto para bien como para mal. No sé si estáis de acuerdo.
J. Ll. Sí, pasa un poco.
J. Ll. Están los extremistas, que cuidan la alimentación al milímetro y que ahora con lo ecológico, lo orgánico… Y luego están a los que les da igual porque si no le roban la infancia a los niños, pobrecitos que si les quitan el chocolate y las galletas no tienen infancia. Lo que pasa es que a partir de los dos o tres años, al niño deja de apetecerle tanto lo que antes comía tan bien y empiezan a decir ‘esta verdura no la quiero’, ‘esto no me gusta’... Ahí los padres ya dicen ‘paso, para estar peleando todo el día que coman lo que quieran’. Por eso sí afirmaría que hasta los dos o tres años lo hacen más o menos bien.
M.G. Y a partir de ahí empiezas a tener muchísima influencia externa. Al principio tú tienes al niño en tu casa, le puedes preparar la comida y está contigo comiendo lo que comes tú. Con tres empieza a ir al parque, donde hay 10 mamás, una saca el tupper de fruta y otras 9 sacan galletas. Al final es difícil porque lógicamente el peque al ver a otros niños comiendo galletas lo que te va a pedir es eso. Y como no vas a estar todo el día diciendo ‘no, acuérdate que la fruta es importante, que tienes que comer la fruta’... acabas diciendo, merendará galletas y luego en casa ya veremos.
La influencia externa también la ejercen los padres. Los niños muchas veces replican lo que hacen ellos.
M.G. Sin duda, también hay estudios que demuestran que es así. Da igual que les digas ‘cómete esto, que vas a crecer supersano’... Da igual. Al final ellos van a querer hacer lo que estás haciendo tú.
J. Ll. Pero en todos los sentidos, no solo en la alimentación. En la forma de hablar, en los gestos, en cómo se mueven... Si tú estás jugando con algo, el niño quiere jugar con eso. Al final la alimentación es lo mismo.
No hay galleta buena, ¿y los yogures? ¿son una opción sana?
M.G. El yogur natural no tiene por qué presentar ningún problema dentro de una alimentación saludable, puede ser el lácteo que se use ese día e incluso puede ser mejor que ofrecer un vaso de leche. Siempre que sea un yogur entero de vaca sin azúcares añadidos. Eso es donde está el detalle. No azucarado, no con azúcar de caña, no con fruta que viene con mermelada… Si quieres puedes colocarle un plátano o un kiwi o lo que quieras, pero no de los que vienen preparados. También hay que dejar claro que los lácteos son una opción pero no tienen que estar sí o sí. Siempre lo comentamos porque es importante.
Ponéis mucho el foco en el niño que no come o es un tiquismiquis, pero ¿qué pasa con el que tiene hambre a todas horas, que no se sacia?
M.G. No creo que sea porque no se sacie. Si sólo se le ofrecen productos muy procesados, la saciedad llega más tarde porque no se incluye tanta fibra. Tenemos la percepción de que a los niños pequeños no hay que darles fibra y se les dan productos más refinados. Al final de lo que se trata es de poner las miras en la calidad de la dieta, si lo que el niño está comiendo es fruta, son vegetales, aunque te parezca por tu percepción que son cantidades grandes, no lo limites. Y si ves que tiene algún problema de sobrepeso busca ayuda profesional. En cualquier caso, si come constantemente galletas, zumos envasados y ese tipo de cosas, no hay suficiente fibra y por eso no aparece esa señal de saciedad.
Luego hay otro punto que abordáis sobre los problemas psicológicos que puede entrañar de cara a la adolescencia la mala alimentación y el consiguiente sobrepeso u obesidad. ¿Los estamos pasando por alto?
M.G. Tal vez, aunque ahora con el tema del bullying se está empezando a poner un poco la vista en esto. Desde mi punto de vista, se busca la ayuda muy tardíamente cuando el problema ya está, cuando ya les están diciendo cosas o la autoestima ya ha empezado a minar, en lugar de prevenir un poco eso y ser conscientes del mensaje que estamos dando a los niños.
¿A qué responde la estrategia de los lunes sin carne?
M.G. Pueden ser muchos días sin carne, pueden ser todos los días sin carne. No es una estrategia que diseñásemos nosotros, ya existía. Es por el medio ambiente, porque las personas están consumiendo demasiada proteína animal en general, no sólo roja, también de pollo, pescado….
J.Ll. Es fomentar el consumo de proteína vegetal y reducir el consumo de proteína animal. Es todo. Es buscar la sostenibilidad porque al final el consumo de legumbres en España ha caído, es un alimento fantástico y no se le da demasiado importancia. Al final a la hora de buscar proteínas prima más el pescado, la carne o el huevo, pero pocas veces entra la legumbre… Es más, por lo que yo recibo la gente pone legumbre y también pone algo de carne o pescado.
M.G. Sí, lentejas con carne.
J. Ll. Porque con la legumbre quizás me falte la parte de la carne...
Es que se pone mucho peso en la proteína, ¿no?
M.G. Siempre cuento que parte de la visión de después de la guerra, donde era muy difícil tener en una dieta suficiente variedad de proteínas porque eran muy caras. Ahora hay una variedad de proteínas increíble pero se sigue manteniendo la misma mentalidad: vamos a seguir manteniendo en el plato una buena cantidad de proteína animal, pero realmente necesitamos mirarlo porque si tú ves el requerimiento en promedio, sólo el 10-15% de la ingesta diaria debería ser de proteínas. El resto son hidratos, grasas, vegetales…
J. Ll. Luego los padres siempre tienen la tendencia de que el niño se acabe la proteína y no las verduras. No importa si no se acaba la ensalada o el calabacín, pero la carne sí se la tiene que acabar.
Volvemos un poco al tema de la ignorancia, ¿no?
J. Ll. ... y al tema de las costumbres. Vivimos en un país muy costumbrista, en un país de carne y pescado, de embutidos, de vinos. En un país de tradiciones y no hemos avanzado. Igual que seguimos teniendo una jornada partida laboral y no tenemos una jornada intensiva. Vivimos en un país un poco atrasado en algunas cosas y en la alimentación tampoco avanzamos.