¿Por qué son tan geniales mis amigos y tan horribles las personas en las 'apps' para ligar?
"Hola!", le escribí a John*, mi más reciente match en la aplicaciónpara ligar Bumble.
Hay una voz en mi cabeza que siempre me suplica que diga algo más inteligente que "Hola" en Bumble, la app en la que las mujeres tienen que entablar la conversación.
Luego recuerdo que a) no hay nada que me saque tanto de quicio como un hombre cuyo perfil exige que su ligue "diga algo más interesante que hola" y b) no estoy tan entregada a este proceso como desearían mi terapeuta, mis amigos, mi familia y la sociedad.
Así que "¡Hola!" suele ser lo habitual.
Mi teléfono se ilumina con un brillo suave, no muy diferente de las luces de las velas que me imagino en el centro de la mesa de mi boda con John: "Ey!".
¡Una respuesta! Una respuesta perfectamente aceptable de dos letras y un signo de exclamación. Nos ponemos manos a la obra.
"Qué tal llevas el fin de semana?", le escribo. Se lo mando unos minutos después, pese a que lo he visto al instante.
Va y me responde: "Agotado, soy un osito de peluche y no me han usado hoy".
Y entonces se apagan las velas imaginarias. Me entran ganas de vomitar. Deja de ser un match.
Hago un pantallazo de la conversación (uy) y se la mando a una amiga (casada) junto con un comentario: "Voy a morirme sola".
Una amiga me habló hace poco de la foto no solicitada de un pene que le había mandado un match suyo del Internet. No, perdón, era un Boomerang no solicitado de un pene (ya sabéis, esos vídeos cortos en bucle y acelerados que tanto se hacen en despedidas de solteras y almuerzos).
UN MALDITO BOOMERANG. Lo que quiero decir con todo esto es: ¿Qué os pasa, gente? ¿Y por qué solo existís en mis apps?
Hay tantas conversaciones perturbadoras o que dan vergüenza ajena en las apps para ligar que existen páginas enteras en redes sociales dedicadas a mostrar los casos más lamentables. Y esa es solo una parte del horror que supone intentar comunicarse con otras personas en estas aplicaciones.
Si hay alguien que no se porta como un desequilibrado, sigue hablando contigo hasta la eternidad sin ninguna intención de quedar. Y cuando no se apuntan para ser simples amigos por correspondencia, se apuntan para darte largas. Si no te dan largas, directamente ni responden a tus mensajes. Tuve una terapeuta que me dijo que debía alcanzar 25 matches diarios. Esa mujer, clarísimamente, ya no es mi terapeuta.
"Es taaan difícil salir con alguien...", dice la gente. "Sobre todo en Nueva York". Desde luego que lo es. Hay titulares, hilos de Reddit e innumerables historias de amigos que lo confirman.
Y pese a todo, aquí estoy, profundamente endeudada tras celebrar (gustosamente) decenas de bodas de amigos. Es difícil tener citas, pero no imposible. Entonces, ¿por qué lo parece cuando me inscribo en alguna de las tres apps para ligar en las que estoy ahora?
Las personas de mi entorno, quienes tienen una relación y quienes no, se estremecen ante la idea de hablar o comportarse como han hecho algunos de mis matches en sus intentos de establecer contacto. Me pongo a pensar en cómo actuarían los novios o maridos de mis amigas: ¿Qué pondrían en su perfil de citas? ¿Qué le dirían a un match? Son tíos majos y buenos con trabajos interesantes y son capaces de mantener una conversación. ¿Es que no existen tíos así en Internet?
Claro que sí. Tiene que haberlos. Algunos son los novios que acabo de mencionar. En buena parte no encajan conmigo, pero existen. ¿Sabéis cómo de compleja se vuelve una persona cuando ha deslizado perfiles sin parar y sin encajar con casi nadie, salvo con alguna persona que parece normal y compatible? Que se lo digan a mi terapeuta actual.
Es fácil tomarse de forma personal esa falta de conexión y esa avalancha de mensajes perturbadores, claro, pero cuando hablo con mis amigos solteros, personas que me parecen inteligentes, divertidas y atractivas, tengo que creer que no soy solo yo. Todos los que buscan citas en Internet se quejan de las clases de conversaciones que mantienen. Es algo habitual en las historias de quienes usan estas aplicaciones con la intención de conocer gente y conectar con alguien, no es algo exclusivo de mi absoluta y extremada falta de atractivo.
La deshumanización de las citas por Internet también influye. Elegir entre los potenciales candidatos desde detrás del muro del Internet elimina toda consecuencia real que pueda tener la forma en que tratas a la otra persona. Súmale el hecho de que la gente puede censurarse menos en Internet, que la tecnología nos está haciendo menos sociables y que, claro, la gente al parecer es más horrible que en la vida real.
Pero habla conmigo a medianoche después de un par de copas de vino y tras una infructuosa sesión deslizando perfiles en appsy descubrirás que soy capaz de asegurar que estoy completamente sola en la isla de las solteras para siempre. Además del doloroso tópico, completamente cierto, de que tengo un gato.
A riesgo de sonar como Charlotte de Sexo en Nueva York (cuando obviamente soy una Miranda):
Dicen que es un juego de números. Dicen que hay que besar a un montón de ranas. Lo diga quien lo diga, le respondo desde ya que yo me excluyo de esos cuentos.
No digo que no vaya a seguir utilizando aplicaciones. Si hay algún hombre en Brooklyn con barba, divertido, apasionado y gracioso (pero no tanto como yo), que no dude en contactar conmigo. Solo digo que tiene que haber algún método mejor que este, y que me gustaría encontrarlo antes de seguir hablando con los "ositos de peluche" que hay por este mundo de las apps para ligar.
*He modificado el nombre para proteger la privacidad de esta persona, pese a que he expuesto en Internet lo que parece ser su carta de presentación para que todo el mundo la lea.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.