Por qué es tan grave el asesinato selectivo de Soleimani por parte de EEUU
Trump ordena matar al hombre fuerte de Teherán en la región y cosecha amenazas de venganza que nadie sabe en qué pueden desembocar
Empezamos el nuevo año al borde de un gran conflicto en Oriente Medio: EEUU ha matado esta noche a un general iraní esencial para la República Islámica, un durísimo golpe ordenado en persona por el presidente republicano, Donald Trump. Lo ha eliminado mediante un ataque aéreo en Irak, que se ha convertido estos días en el tablero en el que las dos potencias juegan a la guerra.
La gravedad del atentado selectivo y “disuasorio”, el sentimiento de afrenta y ataque a la soberanía que proclaman abiertamente los ayatolás y el pasado reciente de enfrentamientos entre Washington y Teherán hacen que las alertas se disparen.
Aquí tratamos de explicarte por qué esta no es una crisis más y por qué puede tener consecuencias graves para la región.
¿A quién ha matado EEUU?
El Pentágono ha confirmado que, la pasada noche, lanzó un ataque con un avión no tripulado contra el aeropuerto de Bagdad en el que murieron, además de otras siete personas, el vicepresidente de las milicias chiíes iraquíes Multitud Popular, Abu Mahdi al Mohandes, y Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán.
El primero de ellos estaba en la diana por ser el número dos de una coalición de paramilitares mayoritariamente proiraníes y ahora integrados en el Estado iraquí, muy molestas. El segundo, porque dice EEUU que “estaba desarrollando activamente planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en toda la región”, señala en un comunicado. Sostiene Washington que su ataque busca “disuadir” a los iraníes de planes futuros contra sus intereses en la zona.
Soleimani, de 62 años, ha sido una pieza de caza mayor. No era un general más, sino el mayor estratega de los ayatolás, hombre de enorme carisma y credibilidad entre los líderes religiosos, llamado a ocupar altos cargos en el Gobierno en un futuro cercano. Hasta hoy lideraba el ala de operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria, un grupo terrorista según EEUU y que es el que defiende los intereses militares de Teherán en los países de la zona en los que quiere influir, de Siria a Líbano, pasando por Irak. Por tanto, era un hombre clave para mantener el control en la región, presente sobre el terreno para supervisar la labor de las milicias respaldadas por su régimen.
Para Phillip Smyth, un especialista estadounidense en grupos armados chiitas del Washington Institute, “esta es la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Baghdadi u Osama bin Laden”, jefes del Estado Islámico y de Al Qaeda, respectivamente. El general, de momento, ya tiene sucesor, Ismail Qa Ani. La lucha sigue, dice Teherán.
¿De qué le acusaba?
Según EEUU, el general estaba detrás de las manifestaciones que han tenido lugar en la Embajada de Estados Unidos en Bagdad entre el martes y el miércoles, motivadas por los bombardeos estadounidenses en Irak y Siria contra la milicia Kataib Hezbolá (Movimiento de Resistencia Islámica de Irak). Se trata de un grupo paramilitar chiíta iraquí marcadamente favorable a Irán, apoyado por Siria y hasta por Rusia. El comunicado del Pentágono dice expresamente: “Soleimani aprobó los ataques a la Embajada de Estados Unidos”.
¿Por qué Irak?
Desde hace años, Irak se encuentra entre dos fuegos, atrapado entre sus grandes aliados: EEUU e Irán. En 2003, derrocando al régimen del presidente Sadam Husein, la Casa Blanca pasó a controlar los asuntos domésticos del país, pero Teherán y los proiraníes se han ido infiltrando en el sistema puesto en marcha por Washington creando grupos y zonas de influencia.
Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero también a lo largo de los años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico. El ataque a la embajada de Estados Unidos en Bagdad el martes es un ejemplo claro de ese poderío armado. “Se ha alimentado a la bestia”, reconocen algunas fuentes militares de EEUU a la prensa de su país.
El viernes, Washington respondió a ese asalto al inmenso complejo -en el corazón de la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad-, y a semanas de ataques con cohetes contra sus diplomáticos y soldados, una ofensiva atribuida a todos estos grupos pro-Irán, pero nunca reivindicados. Una multitud rodeó el edificio, además de pintar grafitis en los muros en los que se leía “No a Estados Unidos” o “Soleimani es mi jefe”.
Desde finales de octubre, soldados y diplomáticos estadounidenses fueron blanco de una decena de ataques con cohetes, en los que murió un subcontratista hace una semana, el 27 de diciembre. Más de 30 misiles (presuntamente lanzados por milicias chiíes iraquíes apoyadas por Irán) alcanzaron la base militar K1 en Kirkuk, en el norte de Irak.
El domingo, Washington, que acusa a las facciones pro-iraníes de las Fuerzas de Movilización Popular de estar detrás de estos ataques no reivindicados, respondió bombardeando bases en una de ellas cerca de la frontera siria, con un saldo de 25 muertos. El martes, el cortejo funerario de estos combatientes forzó la entrada del recinto de la embajada estadounidense en Bagdad.
Más allá de esta pelea, pagan los iraquíes, de nuevo. Tras varios meses de protestas contra el Gobierno, al que acusan de sectario y de corrupto, de estar manejado por estas dos fuerzas extranjeras, se ven metidos en un conflicto que no es propio ni tiene que ver con sus necesidades domésticas, como teatro de operaciones de otra batalla de fondo, vieja de 40 años.
La triple amenaza
“Por orden del presidente, el ejército estadounidense ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal estadounidense en el extranjero al matar a Qasem Soleimani”, dijo el Departamento de Defensa de Estados Unidos en una nota oficial. Minutos antes, Trump había tuiteado una bandera estadounidense, como una advertencia. “Así hago yo las cosas”, o algo parecido. En pleno impeachment, además, justo cuando tiene el agua al cuello y cambiar el foco de atención le es favorable.
El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, por su parte, ha calificado el ataque de “escalada extremadamente peligrosa e imprudente” y el exjefe de los Guardianes de la Revolución, Mohsen Rezai, ha prometido que la “venganza contra Estados Unidos” será “terrible”.
Palabras similares a las del líder espiritual, el ayatolá Ali Jamenei: “Una dura venganza está esperando a los criminales que tienen las manos manchadas con su sangre [la de Soleimani] y con la de otros mártires del incidente”, ha advertido, tras declarar tres días de luto oficial en el país.
También líder del grupo chií libanés Hizbulá, Hasan Nasralá, ha asegurado que seguirá la senda del asesinado general. “Completaremos el camino del comandante Soleimani y trabajaremos día y noche para conseguir sus objetivos”, afirmó en un medio afín. “Vengar a los asesinos de los muyahidines (combatientes) será la responsabilidad y el trabajo de todos en la Resistencia”, añadió. “Si Dios quiere, los asesinos estadounidenses no serán capaces de conseguir ninguno de sus objetivos tras este gran crimen”.
El primer ministro saliente iraquí, Adel Abdel Mahdi, ha augurado que este ataque de EEUU va a “desencadenar una guerra devastadora” en el país. “El asesinato de un comandante militar iraquí que ocupaba un puesto oficial es una agresión contra Irak, su Estado, su gobierno y su pueblo”, ha afirmado en un comunicado.
Según informan medios estadounidenses, los consulados, embajadas y bases de EEUU en la zona han aumentado la seguridad tras la confirmación de la muerte de Soleimani. La embajada en Irak ha urgido a los ciudadanos estadounidenses que se encuentren en el país a que lo abandonen “inmediatamente”, preferiblemente vía aérea y, en caso de que no sea posible, que crucen a los países fronterizos.
De momento, ya este viernes, día sagrado para el Islam, se han producido intensas manifestaciones en las calles de Teherán a la salida del rezo semanal.
La reacción en EEUU...
Inmediatamente después del mensaje del banderón de Trump, el influyente senador republicano Lindsey Graham, cercano al magnate y muy respetado por su experiencia en materia de Defensa, amenazó a Irán: “Si quieren más, tendrán más”. Esa dureza, ese tono retador, cuando quien ha sido eliminado es uno de los hombres más populares de Irán, han suscitado preocupación entre los republicanos más templados, que recuerdan que en menos de un año (noviembre) hay elecciones y es mejor no mover un avispero del que no se sabe bien cómo se va a salir.
Lo mismo piensan los demócratas, que sostienen que este asesinato ha sido “como lanzar dinamita a un polvorín”, en palabras de Joe Biden. “La peligrosa escalada de Trump nos acerca a otra guerra desastrosa en Medio Oriente que podría costar innumerables vidas y miles de millones de dólares más”, añade Bernie Sanders. Es un paso “temerario”, coinciden en el partido de la oposición a Trump.
Los congresistas de Estados Unidos, además, están molestos porque no fueron informados con anterioridad del ataque. “El presidente Trump está llevando a nuestra nación al borde de una guerra ilegal con Irán sin la aprobación del Congreso”, criticó el senador demócrata Tom Udall. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, ha reclamado una sesión informativa inmediata.
... y la de los distintos aliados
A media mañana, conforme se conocían más detalles del ataque en Bagdad, comenzaban a llegar las primeras reacciones. Rusia lo ha condenado, tajante. “El asesinato de Soleimani como resultado de un bombardeo en las afueras de Bagdad lo vemos como un paso aventurero que conducirá a un aumento de la tensión en toda la región”, informó la Cancillería en un comunicado. La nota oficial destaca que “Soleimani se dedicó a defender los intereses nacionales de Irán”. “Expresamos nuestras sinceras condolencias al pueblo iraní”, añade.
En Europa, por ahora la única voz que se ha escuchado es la del ministro británico de Exteriores, Dominic Raab, ha pedido a “todas las partes” bajar la tensión. “Siempre hemos reconocido la amenaza agresiva que suponía la fuerza Quds iraní liderada por Qasem Soleimani. Tras su muerte, pido a todas las partes bajar la tensión. Un conflicto mayor no es de nuestro interés”, señaló Raab en un breve comunicado.
Una larga pelea
Este es sólo el último capítulo de una peligrosa escalada de tensión entre EEUU e Irán, la peor de los últimos años. En mayo pasado se cumplió un año del abandono por parte de Washington del acuerdo nuclear de Occidente con Irán, por el que se regularan sus investigaciones y la producción de uranio enriquecido y se establecían rigurosos controles internacionales. Trump se fue y, desde entonces, Teherán también ha dado pasos para desligarse de las obligaciones de ese pacto, teniendo en cuenta que ni Rusia ni China ni la Unión Europea han podido sustituir la ausencia de los EEUU.
Al encontronazo nuclear, que acelera el riesgo a que Irán logre armamento atómico aunque insiste en que sólo busca un uso civil (y las inspecciones así lo atestiguaban), se han sumado en estos meses numerosos incidentes graves: desde drones derribados a ataques a petroleros saudíes y otros cargueros internacionales en la zona de Ormuz, de control iraní, a las “sanciones más altas que jamás se han impuesto” de EEUU por el supuesto apoyo de los ayatolás a “grupos terroristas” -que asfixian su economía-, el envío de más de mil militares norteamericanos a la zona, arresto cruzado de espías...
En agosto, durante el G-7 en Biarriz (Francia), el presidente galo Emmanuel Macron trató de mediar entre los dos países, sin mucho resultado. Así que las espadas, como suele decirse, siguen en todo lo alto, tensas como nunca en 40 años de relaciones rotas, y con este asesinato, que no es cosa menor, llueve sobre mojado. Si se toma como una declaración de guerra insoslayable, si se completa con nuevos ataques puntuales cruzados o nuevos órdagos, si se acaba calmando la crisis porque se active la diplomacia internacional... las próximas horas, decisivas, lo dirán. O no. En Oriente Medio nadie, en realidad, sabe nada con certeza.