Por qué los españoles odian tanto el cine español
'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar, llega a las salas con un nuevo llamamiento al boicot. No es la primera cinta que vive una situación así en España.
Nada nuevo en el horizonte. Una película española llega al cine y paralelamente se produce una llamada al boicot. Esta vez le ha tocado el turno a Mientras dure la guerra, la cinta de Alejandro Amenábar sobre el cambio de opinión del escritor Miguel de Unamuno durante los meses siguientes al alzamiento militar del 18 de julio de 1936. Quienes llaman a ese boicot son, entre otros, los miembros de la Plataforma Millán-Astray, que se quejan de las “mentiras, odio, engaños y prejuicios” de la cinta en la que Eduard Fernández interpreta al fundador de La Legión. Protestan porque el director recibió una ayuda pública de 1,4 millones de euros para rodar la película y piden que la devuelva.
Lo de las subvenciones es una queja constante entre los detractores del cine español. También se repite mucho eso de “otra película sobre la guerra”, que estos días no para de escuchar Amenábar. Los números les desacreditan. “El último dato que yo tengo es que el 2% de las películas producidas en España son sobre la guerra. Es más un prejuicio que una realidad”, aclara Gerardo Sánchez, director de Días de cine (La 2), a El HuffPost Life.
“Se cuestiona siempre sobre argumentos falsos. Yo me pregunto cuánta gente que llamó al boicot a La reina de España la vio”, asegura Sánchez mencionando las presiones vividas por el director Fernando Trueba al estrenar la segunda parte de su laureada La niña de tus ojos. Todo venía porque un año antes, en septiembre de 2015, dijo al recoger el Premio Nacional de Cinematografía que no se había sentido nunca español, “ni cinco minutos”. Los críticos le dieron más importancia a esa declaración a que años antes hiciese que España sonase en los Oscar cuando Belle Époque se llevó el premio a Mejor película de habla no inglesa. La suya es una de los 17 estatuillas del cine español. Otra, por cierto, la ganó Amenábar con Mar Adentro en 2004.
Al boicot también se llamó en 2017 en el estreno de El guardián invisible porque una de sus actrices, Miren Gaztañaga, dijo en el programa vasco Euskalduna naiz, eta zu que “culturalmente lo españoles estaban un poco atrasados”. Tuvo que pedir disculpas. Un año después, el sabotaje fue para Superlópez porque Dani Rovira, su protagonista, se había posicionado en contra de los toros: “España es uno de los pocos países de Europa donde se celebran estas barbaridades y da un poco de vergüencita”. No rectificó y su película lideró, con Campeones, el ranking de las españolas más vistas en 2018.
“Que la declaración de una persona física se convierta en el boicot al trabajo de tanta gente es ridículo. La ecuación Dani Rovira habla de toros por lo cual no voy a ver su película no tiene ningún sentido”, asegura el periodista cultural José María Clemente, que defiende que los boicots producen en muchos casos el efecto contrario.
Sean más o menos acertados, lo cierto es que estos boicots se basan en el sentimiento español de los representantes de la obra. Otra cosa es si queremos o no separar el arte del artista… Luego está la otra frase tan repetida, esa sin ninguna base: ‘No la voy a ver porque es española’. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho el cine español? ¿En qué sostienen su odio?
Precisamente del hablar sin saber nace ese rechazo, asegura Lucía Tello, profesora de cine en la Universidad Internacional de La Rioja. “Quiero pensar que el desapego es resultado del desconocimiento”, continúa la periodista, que sí cree que hay dos factores que juegan en contra: “Por un lado, la idea extendida de que es homogéneo y, en segundo lugar, el que no se haya realizado un esfuerzo por conocerlo”. En conocer cómo han ido cambiando los títulos producidos en España en los últimos años y cómo se han ido quedando sin argumentos quienes se repiten “todo es Guerra Civil, putas y maricones” o siguen a vueltas con los desnudos gratuitos.
“La desidia por nuestro cine ha llevado a muchos a hablar de él con desprecio, a pesar de que pocos hayan podido ver la suficiente filmografía como para establecer una base fundamentada para emitir sus juicios”, asegura Tello, para la que los detractores se quedan con los taquillazos tipo Torrente, Tres metros sobre el cielo u Ocho apellidos... o los títulos de los directores más conocidos.
José María Clemente sí reconoce que entre tanto título se cuelan películas malas, pero “también las hay americanas, italianas o francesas”. “En todas las filmografías hay joyas y hay películas malas, el problema es que se dice que todo el cine español es malo”, lamenta.
Se habla desde el desconocimiento, motivado en parte porque muchas de esas grandes películas no llegan a todas las ciudades de España. “Lo que se ve es el cine comercial, necesario para que exista la industria pero que quizás no sea el de más calidad”, añade.
“Seguramente quienes abjuran del cine español no saben quién es Belén Funes, qué películas ha rodado Carlos Vermut, qué estilo tiene Marina Seresesky o por qué debería verse la obra de Albert Serra”, apunta Tello.
Todo son estereotipos. “Y los prejuicios nublan el entendimiento”, puntualiza Sánchez.
Para el director de Días de cine, hay mucha “animadversión” y “determinada gente que cree que el cine español es una banda de rojos (los que en un momento dado se avergüenzan de España) subvencionados por la izquierda y la realidad es que todos los partidos dan ayuda”, continúa. “Además de que las subvenciones son ridículas si las comparamos con Francia y Alemania”.
La reciente Ley de Cine, aprobada en 2016 cuando el PP estaba en el Gobierno, el partido al que el cine machacó en los Goya de 2003 con el “No a la guerra”, basa el sistema de ayudas en puntos objetivos sin que el guion y el argumento intervengan. Sí influye el director, valorando el número de espectadores de sus películas de los últimos cuatro años, y en ningún caso se premia que haya ciertos actores en el reparto. Nada de porque estén Javier Bardem o Penélope Cruz ya hay subvención. La norma además acabó con las ayudas a la amortización poniendo fin a prácticas como la compra masiva de entradas, ya que dependían del éxito en la taquilla.
Esa queja ha salpicado esta vez a Amenábar, pero salpica a toda película española que se estrena con nombres conocidos en cartel. Lo sabe bien Pedro Almodóvar, al que muchos acusan de hacer uso de un dinero público que no necesita y no dejar paso a nuevos cineastas. Él, ganador de dos Oscar. se defiende poniendo en valor la cultura. “Los políticos se limitan a repartir dinero, que es lo que saben hacer (...) no hay una preocupación real por la cultura como un bien común que debemos cuidar y cultivar”, dijo en una entrevista con el XL Semanal en 2013.
En 2018 las ayudas a la cinematografía concedidas por el Instituto de la Cinematografia y de Las Artes Audiovisuales (ICAA) fueron de 111.876.600 euros. Supuso un repunte frente a los años anteriores: en 2017 las ayudas fueron de 71.675.000 euros, en 2016 fueron de 70.150.000 euros y en 2015 50.227.068 euros.
Estos son los datos más recientes, aunque se pueden obtener más (desde 2002) en la web del Ministerio de Cultura y Deporte para comprobar así que no tienen nada que ver con lo que ocurre con otros países de la Unión Europea. En 2017 Alemania duplicó su presupuesto de ayudas para el cine hasta llegar a los 150 millones de euros. Ese mismo año, el parlamento italiano aprobó un fondo de 4.000 millones de euros para la industria audiovisual y en Francia se elevaron las ayudas a los 666,72 millones de euros.
Para José María Clemente hay otro detalle que no se debería pasar por alto: “En 2018 los partidos políticos recibieron en subvenciones cuatro veces más que la industria del cine”.
No son los asuntos monetarios los únicos que le han supuesto un dolor de cabeza a Amenábar. Que su octava película se centre en la Guerra Civil también ha servido a los detractores del cine español a ondear la siempre recurrente bandera de ‘otra película más de la Guerra Civil’. ¿Te suena, no?
Mientras dure la guerra es una más de las 15 que se han estrenado entre 2011 y 2019 centradas en el conflicto bélico. Esa cifra en un total de 1.249 títulos supone un 1,04%. Un número inferior al de cintas sobre este periodo que se proyectaron entre 2001 y 2011, que fueron un 1,4% de las producidas en España, según datos de la FAPAE.
En esta ocasión no solo se le echa en cara la trama, también la actitud ante la contienda. “Algunos lo acusan de equidistante, otros de rojo, los de izquierdas dicen que los sublevados no son muy malos... Le atacan de un lado y del otro. Dicen que no cuenta la verdad, cuando en realidad se refieren a su verdad. Y la verdad es una cosa poliédrica”, apunta Sánchez.
Para el director de Días de cine, Amenábar “se moja de la forma más honesta” porque “no hace el relato que quieren escuchar las partes más sectarias”. “No es una película de buenos y malos. Se rebela y te hace cuestionar tus creencias”, como le pasa a Miguel de Unamuno en los primeros meses tras el estallido, cuando pasó de apoyar a los nacionales a pronunciar el famoso “venceréis pero no convenceréis” en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936.
Ya sabía Amenábar la que se le venía encima y así lo dijo en una entrevista con la revista Fotogramas: “El filme quizás incomode más a quienes están en los extremos, porque yo no soy extremista”. Para defenderse de las críticas tiene la historia. “En una entrevista en San Sebastián me contó que todo lo que cuenta es verdad, que Carmen Polo sacó a Unamuno del aula y que Millán-Astray le dijo que se fuese con ella. Lo que no se sabe es por qué lo hicieron”, explica Gerardo Sánchez, que está seguro de que hará buenos números en taquilla.
Lo dice con optimismo pese a la bajada de recaudación experimentada por el cine español en los últimos cinco años, cuando despuntó con el estreno de Ocho apellidos vascos. “Poquito a poco el nivel medio del cine español ha ido en aumento. Mejores películas, mejores tramas, mejores facturas… Si esto hubiese sido hace 25 o 30 años, si se hubiese experimentado ese relumbrón de calidad entonces, habría mejores datos de taquilla”, asegura lamentando que haya coincidido con la crisis de salas y el repunte de las series.
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La solución para que estos datos mejoren y los estereotipos vayan desapareciendo pasa por la educación y el fomento del contacto con nuestro cine, como hacen en Francia. Ahí será cuando empecemos a sacar pecho. “El que exista una noción equivocada del cine español es algo que se puede solucionar fomentando el consumo de nuestras películas; es un proceso intelectivo, pero también emocional. Cuanto más contacto se tenga con nuestro cine, mayor número de espectadores habrá a largo plazo”, afirma Tello.
Para la especialista, la clave está en “incidir en la riqueza temática, creativa y aun ideológica de películas españolas, huyendo de aquellas ideas que inciden en su categorización como cine minoritario o excluyente. Esto no solo desmotiva a quienes pretenden acercarse a él, sino que crea una legión de espectadores que van a denostarlo sin haberlo conocido. Y este, definitivamente, sí que es un pecado capital”.