Por fin existo legalmente
Si eres trans en este país, que sepas que solo tendrás derechos de vez en cuando...
Los trámites burocráticos tienen fama de ser un infierno en este país. En el resto seguramente también lo sean, pero solo puedo hablar de lo que conozco. Si ya de por sí son un infierno, cuando eres trans, la cosa cambia y no para bien precisamente. Voy a ser sincero, de principio a fin: si eres trans en este país, que sepas que solo tendrás derechos de vez en cuando.
Soy trans y que en mi DNI ponga “Benjamín Cristian” y una “M” donde aparece el sexo ha sido un camino lleno de faltas de respeto, preguntas innecesarias y malos ratos que nadie debería pasar para que su identidad sea reconocida.
Primero, quiero poner en contexto a quienes no sepáis cómo funciona la ley vigente para estos casos. A nivel estatal tenemos una ley de 2007, según la cual para que se cambie tu nombre y sexo del DNI tienes que llevar dos años en tratamiento de reemplazo hormonal y tener un diagnóstico psicológico o psiquiátrico de “disforia de género”. Para cambiar solo el nombre hay una instrucción judicial (que no ley, importante) de 2018 según la cual deben facilitarnos ese trámite al menos, si no cumplimos los requisitos.
En mi caso, comencé a utilizar públicamente el nombre de Benjamín en 2016. Sabía que no podía aferrarme a la ley porque no estaba, ni estoy, en tratamiento hormonal. Porque, sorpresa, hay personas trans que no queremos hormonarnos o, por la razón que sea, preferimos esperarnos. Yo soy uno de esos casos. Así que pasa el tiempo y tú sabes que no te van a cambiar el DNI porque no cumples el requisito principal.
Vivo en Andalucía y aquí tenemos una ley a nivel autonómico desde 2014 que nos ampara. Eso quiere decir que, todo lo que fuera competencia andaluza, podía cambiarlo. Ahí es cuando empecé a tener que “pelearme” con la Administración. Porque, aunque haya una ley y sea muy clara, vas a cualquier sitio a pedir un cambio de nombre y te dicen que sin el DNI no se puede. Entonces tienes que insistir, enseñar la ley una y otra vez y al final, te lo cambian. El problema está en que, si te dicen que no, sería natural que lo creyeses porque es la Administración y deben tener razón... ¿no? No existe documento que haya cambiado sin que antes de hacerlo me hayan dicho que no es posible.
Entonces llega un punto, dos años después de peleas que no cesan nunca, en el que decides que, salga bien o mal vas a intentarlo. Porque te han dicho que, si demuestras que llevas dos años usando ese nombre, quizá funciona. Y te has cansado de que te digan que has robado el DNI a tu hermana (no tengo ninguna hermana, por aclarar), de que miren tu DNI con asco en las puertas de las discotecas y pregunten a tus amigos si eres un tío o una tía y de enseñar con pánico tu DNI y que se líe, porque se puede liar. Porque lo que os puede parecer a muchas personas un trozo de plástico, para las personas trans supone mucho más.
Durante un tiempo me estuve planteando la posibilidad de aferrarme a un resquicio legal en la ley de 2007: según ella, si por motivos de salud no puedes hormonarte, te tienen que cambiar el nombre y sexo en el DNI.
Seamos sinceros, yo me he pasado los tres últimos años dándole vueltas a si quiero o no hormonarme. Hay gente que lo tiene clarísimo, pero yo no. A mí hay una cosa que me daba mucho miedo: ¿y si mi decisión no era libre y estaba condicionada por el fuerte rechazo a mi cuerpo? Es cierto que muchas personas utilizan las hormonas para eso y que ayudan con ese rechazo. Pero, yo tenía claro que quería tomar la decisión sintiéndome libre y sintiendo que no había nada que me estuviera condicionando. Como persona que desde hace dos años tiene un diagnóstico de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), la decisión se torna más complicada. Entonces tomé la decisión de aplazar la decisión (valga la redundancia) de las hormonas hasta que mi TCA estuviera lo suficiente estabilizado como para sentir que mi decisión era libre.
Así que mi psicóloga me hizo un informe de disforia de género, aunque ni ella ni yo estamos de acuerdo en eso de que obliguen a presentar un informe psicológico para acceder al cambio de nombre y sexo legal. Porque no hace falta que nadie corrobore que somos trans, la autodeterminación debería ser la única forma. Y, además, el concepto de disforia de género utilizado por los manuales es tránsfobo y se basa en estereotipos. Porque se puede ser trans y no tener rechazo a tu cuerpo: no hay una única forma de ser trans. También me hizo uno que afirmaba que, debido a mi TCA, no era recomendada en ese momento la hormonación. Es cierto que yo lo sentía así, pero no tiene por qué ser así en el resto de las personas. Cada persona sabe lo que necesita y cuándo; va siendo hora de que dejen de privarnos de esa elección de cuándo, dónde y si sí o no.
Con ese informe fui al registro civil de mi municipio. Me pidieron que trajera dos testigos (lo cual no aparece en la ley de 2007), así que eso hice: me acompañaron dos amigas y mi madre. Cuando les tocó testificar a mis amigas, además de preguntas rutinarias como de qué me conocen y demás, llegó LA pregunta. Les preguntaron si yo había tenido novia. Esa pregunta venía de arriba, no de los funcionarios que había ahí, que se mostraban incómodos con tener que preguntar eso. Porque mi orientación y mi identidad están súper relacionadas, ¿verdad? Yo he tenido novias, es cierto. Pero también novios porque soy bisexual, qué cosas. Y parece ser que, si no eres normativo, no cuentas, tú vas fuera.
Ojalá eso hubiera sido todo. Unas semanas más tarde me citaron con una forense. Fui a la cita y la cosa no mejoró. La primera pregunta fue “¿desde cuándo tienes el diagnóstico de transexualidad?”, y a partir de ahí, todo siguió esa línea. Atacó la psicoterapia negando su eficacia y me impuso la hormonación, diciendo que la “solución” a mi disforia era hormonarme y operarme. Yo solo había venido a solucionar lo que pone en mi DNI. En este hilo compartí esa experiencia:
Un mes más tarde, me llamaron del registro civil pidiéndome que fuese a firmar un papel. Pregunté si el auto era favorable y me dijeron que, en efecto, así lo era. Tras colgar, lo primero que hice fue echarme a llorar. Echarme a llorar no soltando unas simples lágrimas, sino llorar desconsoladamente y sin parar. Eran lágrimas de felicidad, de que por fin la pesadilla del DNI había terminado, de que por fin yo existía legalmente. Una vez había firmado y tenía mi auto, estuve hablando con un amigo al que le dijeron que la nueva partida de naciminento, tardaba dos meses en llegar dela capital a mi municipio, y que si podía recogerla en la capital mejor. Así que me planté allí y me encontré que mi partida de nacimiento, que es lo que modifican, ya estaba cambiada. La otra partida estaba cancelada y ya solo existía una en la que yo aparezco como hombre y con mi nombre real.
Después de eso queda cambiar el DNI y todos los documentos que derivan del mismo. Unos años dan para mucho y, sobre todo, para mucha reflexión. Cada vez que alguien me dice que soy un “luchador”, debo discrepar. Me he peleado mucho, sí. Pero llamarnos personas luchadoras nos da un toque heroico y nos hace olvidar la realidad: nadie debería tener que pelearse para que se reconozca su identidad. Así que más que decir que somos héroes y heroínas, ¿por qué no decimos que el sistema y la legislación es patética, inconstitucional (por eso de la igualdad ante la ley, respeto al honor y similares) y un ataque contra las personas trans? Porque no nos victimizamos, es que somos víctimas del sistema.