¿Podemos hablar de una guerra en igualdad de condiciones entre Israel y Hamás?

¿Podemos hablar de una guerra en igualdad de condiciones entre Israel y Hamás?

La Operación Guardián de los Muros evidencia, de nuevo, una enorme asimetría entre los bandos, por más que ambos violen los principios de las leyes de la guerra.

Soldados de Israel, en un puesto cerca de la frontera con Gaza, el pasado 15 de mayo. AMIR COHEN via REUTERS

Dos bandos, dos adversarios, dos pasados y dos presentes, dos maneras de pensar, dos estrategias armadas, dos causas. La nueva oleada de violencia entre Israel y las milicias palestinas de Gaza parece marcada por una dicotomía clara, así expuesta, pero la realidad escapa a esa simpleza: estamos ante un enfrentamiento asimétrico entre uno de los mayores ejércitos del planeta y grupos armados que han desarrollado la capacidad de atacar y dañar al otro.

Las consecuencias de esa disparidad se dejan ver en la fría estadística, en los efectos del choque: hasta este martes, los muertos registrados en la Franja ascienden a 220 y los heridos, a 6.000, según datos de Naciones Unidas, que añade que hay 60.000 personas desplazadas por los daños en sus viviendas. En el lado israelí, se contabilizan 10 muertos y 80 heridos. Los edificios alcanzados son una decena.

Lo que tiene Israel

Las Fuerzas Armadas de Israel (Tzahal, en hebreo) ocupan el puesto 20 de 140 países en la clasificación de las mayores potencias militares, según el listado de Global Firepower para 2021 que analiza del poder militar a los presupuestos, pasando por la capacidad logística.

El país cuenta con 643.000 efectivos, de los que 170.000 son personal militar activo y 465.000 son reservistas, en un país en el que el servicio militar es obligatorio para hombres y para mujeres. Hay, además, 8.000 miembros de fuerzas paramilitares.

El presupuesto de Defensa asciende en el presente año a unos 13.600 millones de euros, lo que lo sitúa como el país número 17 en gasto en la materia, cuando por población -nueve millones- es el número 96. A todo eso se suma la ayuda inestimable de su mayor aliado, EEUU. Cada año, Israel recibe 3.300 millones de euros en ayuda militar directa por parte de EEUU y cuenta con Washington, por ejemplo, como copropietario de la Cúpula de Hierro, la que hoy le salva del impacto del 90% de los cohetes lanzados desde Gaza.

Por aire, Israel cuenta con 595 aeronaves, entre las que hay 128 helicópteros, 48 helicópteros de ataque, 154 aviones de entrenamiento y 23 de ataque. Y por tierra, cuenta con 1.650 tanques, 7.500 vehículos blindados, 650 dispositivos de artillería autopropulsada y un centenar de lanzacohetes. Ahora mismo son esas las dos vías empleadas para atacar Gaza, los bombardeos y los disparos de artillería, sin llegar a la invasión terrestre. Hay presencia de buques militares en las costas frente a Gaza, permanentemente, imponiendo el bloqueo de la zona desde 2007, pero en esta ocasión no están llegando disparos desde allá, como sí pasó en 2014. La Armada israelí se compone de 48 buques patrulleros, cinco submarinos y cuatro buques de guerra tipo corbeta.

El poderío israelí se afina, más aún, con la posibilidad de usar drones armados y sistemas de recopilación de inteligencia que le permiten atacar objetivos en Gaza prácticamente a voluntad. De ahí que insistentemente los enviados de Naciones Unidas le pidan “proporcionalidad” en sus ataques: si pueden ser quirúrgicos, ¿por qué hay tanta pérdida de vidas civiles? Israel sostiene siempre que es porque Hamás y la Yihad Islámica emplean “escudos humanos” para protegerse o porque ponen sus plataformas de lanzamiento de cohetes “en zonas densamente pobladas” y cerca de edificios civiles.

Lo explican profusamente en sus redes sociales, donde marca también la diferencia respecto a las milicias: se ha democratizado el uso de estas redes, que es capaz de usar cualquiera con red o datos, pero las IDF son especialmente finas a la hora de proporcionar información en varios idiomas (hebreo, árabe, inglés, español...) con infografías y detalles muy vistosos, que triunfan entre los internautas más afines a sus posturas. Luego está el hecho básico de tener o no tener red: Gaza sufrió un apagón enorme, por ejemplo, después de que las bombas tirasen abajo la torre en la que estaban Al Jazeera y AP, con importantes conexiones de telefonía.

Hamás y la Yihad Islámica son hoy las únicas milicias armadas de Gaza con capacidad para lanzar cohetes contra Israel. Son la parte menos fuerte, pero con los años han logrado un volumen de lanzamientos y una sofisticación en sus métodos que preocupa a Tel Aviv, explica el New York Times. Según este medio norteamericano, “a pesar del bloqueo, los militantes palestinos han recurrido a la ayuda de Irán, al ingenio, a los artefactos disparados por Israel e incluso a las tuberías para fabricar miles de cohetes con mayor alcance”.

En la ofensiva de 2012, Israel explicó que atacaba la franja para inutilizar los túneles por los que los milicianos trataban de entrar en su territorio, para cometer ataques, pero pasados siete años, las cosas han cambiado. Las IDF  sostienen que se la localizado a “unidad de élite de Hamás” que había intentado infiltrarse en Israel a través de un túnel desde la parte sur de la Franja, hace meses, y que estos grupos islamistas han probado también a atacarles sacando a sus efectivos por la playa, en la frontera norte, o con precarios aviones no tripulados.

Lo más abundante en sus silos, como demuestra la nueva ofensiva, son misiles tierra-tierra, cohetes como los que lanzan desde sus campos de entrenamiento o plataformas en mitad de los -escasos- espacios libres que quedan en la franja. Su origen, en una tierra bloqueada desde que Hamás ganó las elecciones en 2007, es diverso. Complicado adquirir los materiales para montarlos. Se cree que algunos de ellos (junto con otros sistemas empleados, como los misiles guiados antitanque Kornet) fueron introducidos de contrabando a través de túneles desde la península egipcia del Sinaí en los últimos años.

No obstante, eso es casi el chocolate del loro, porque el grueso de su munición son los cohetes de fabricación propia, refinada. Expertos israelíes y de inteligencias como la de EEUU creen que los conocimientos y la asistencia de Irán han desempeñado un papel importante en la construcción de esta industria, pero no se han mostrado pruebas claras de esta acusación contra el demonio de Teherán. De ahí que Israel tenga especial empeño en localizar los lugares donde se ensamblan estos cohetes -muchas veces bajo tierra- y desde donde se distribuyen, para lo que hace además esfuerzos importantes de Inteligencia, que calcula en unos 30.000 los cohetes y proyectiles de mortero almacenados en Gaza. Con datos imparciales, es imposible saber cuántos hay.

En 2014 fue la primera vez en que las milicias sostuvieron el pulso verdaderamente a Israel, con 51 días de ofensiva, y ahora no se sabe por cuánto tiempo más podrán aguantar. Se desconoce si tienen algo con mayor alcance, perfeccionado en este tiempo y con capacidad de llevar más carga explosiva. Que trabajan en ello, es seguro; que lo hayan logrado, no tanto.

“Hamás tiene un enorme inventario de sistemas de menor alcance como el Qassam (hasta 10 km) y el Quds 101 (hasta aproximadamente 16 km), reforzado por el sistema Grad y el Sejil 55 (ambos hasta 55 km)”, señala Jonathan Marcus, analista de Defensa de la BBC. “Pero Hamás también opera una variedad de sistemas de mayor alcance como el M-75 (hasta 75 km), el Fajr (hasta 100 km), el R-160 (hasta 120 km) y algunos M-302 que tienen un alcance de hasta 200 km”.

Esos cohetes están cayendo dentro de la franja (se calcula que falla uno de cada siete) pero también en ese 10% de casos en los que la Cúpula de Hierro no trabaja tan bien como debe. Las alarmas, por tanto, son constantes en el centro de Israel, con entre tres y cuatro personas que deben protegerse cada vez que suena la alarma, lo que más allá de los daños materiales o personales genera angustia y miedo.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.