Pobres violadores
Todo se ha ido al cuerno por una mocosa maleducada y caprichosa a la que le ha dado por ser violada. Vaya por Dios.
Es que no se me van de la cabeza. Pobres chicos. Tan jóvenes, tan alegres, tan sanos, tan despreocupados, con una prometedora carrera por delante… Y todo se ha ido al cuerno por una mocosa maleducada y caprichosa a la que le ha dado por ser violada. Vaya por Dios.
Si hubiera estado en su casa cosiendo, pongo por caso, si sus padres la hubieran educado mejor, o incluso la hubieran atado a la pata de la cama, no estaríamos hablando hoy de vidas truncadas y de buenos chicos con muchos años de cárcel como futuro. Pero ¡ay!, quien les iba a decir a ellos que se iba a cruzar tal lagarta en su camino. Seguro que hasta llevaba minifalda, que ese tipo de chicas no da puntada sin hilo, y lo lleva todo bien atado para joder la vida a lo mejor de cada casa.
Todavía no he salido de mi asombro tras conocer las reacciones posteriores a la sentencia de los tres jugadores de La Arandina, condenados por la violación a una menor. Puede que parezcan muchos años. A mí me parecen pocos. En cualquier caso, quedan probados los hechos, empezando porque eran tres adultos contra una niña de 15 años. Y eso no lo discuten ni quienes los defienden a capa y espada, utilizando para ello el manido recurso de culpabilizar a la víctima.
Si hasta se han manifestado… No es que lo entienda, pero igual en su pueblo se sentían obligados a apoyarles. Lo que ya no cabe en mi cabeza, por mucho hueco que intente hacer para comprenderlo, es que haya tertulianos, cadenas de televisión o columnistas, que mantengan una opinión similar, sin conocerlos ni de lejos. Ni a ellos, ni a la chica, por supuesto.
Vale que hay que reflejar la verdad, lo que sucede, pero cada una de las opiniones vertidas en un reportaje de una cadena generalista, era como una puñalada. “Raúl, es un chico muy majo, tiene novia, es lo mejor que hay de chicos jóvenes”; “me parece buen chico, se ha criado aquí”; “es una familia muy buena”. Y la conclusión, “esos chicos han perdido su vida”; y “pobres chavales, me da pena de los chavales”.
Ninguna pena de la víctima que, a decir de un sesudo tertuliano, en una cadena del mismo grupo, sabía dónde se metía. Ni de su madre, que no la ha educado correctamente.
Lo dicho, que como somos objetos violables, tenemos que ir con cien ojos, que luego llegan los pobres violadores, y no tienen otro remedio que hacer lo que hacen. Y les jodemos la vida.