Meloni: la ultra ‘amable’ que lamenta sus gritos en el mitin de Vox se dispone a gobernar Italia
Es la cara ‘dulce’ del posfascismo italiano, y ella misma avisa: el tono agresivo no le gusta, pero el contenido (antiderechos LGTBI, antifeminista, antimigrantes) es el que es.
El pasado 12 de junio, cuando Macarena Olona y Santiago Abascal compartieron escenario con Giorgia Meloni en un mitin en Marbella (Málaga) por las elecciones andaluzas, muchos medios españoles destacaron, con cierta alarma, que Meloni era una “ultraconservadora italiana”, de “herencia neofascista”, líder de un partido –Fratelli d’Italia– “euroescéptico que rechaza la inmigración, el aborto y los derechos de los homosexuales”, que ha “justificado en repetidas apariciones públicas a Mussolini”.
En Italia, la prensa hizo un ejercicio parecido pero al revés. Algo así como decir “mira cómo serán Fratelli d’Italia que van con Vox”, comenta Alba Sidera, corresponsal en Italia desde hace una década. “Para criticar a Meloni, en Italia se dice que es amiga de Vox, de los posfranquistas españoles”, coincide el historiador Steven Forti. “Se ve como más radical aquello que viene de fuera, y en cambio lo ‘nuestro’ se considera más aceptable”, plantea Forti, autor de Extrema derecha 2.0.
Sea como fuere, aquel domingo Meloni estuvo a la altura de sus amistades –o viceversa–, y en un correcto español defendió a gritos sus postulados. “O se dice ‘sí’ o se dice ’no”, lanzó. “Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva; [...] sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas; y sí a nuestra civilización, y no a quienes quieren destruirla”, proclamó la italiana. Los asistentes la jalearon.
“Cambiaría el tono, no el contenido”
Sin entrar en qué político o qué electorado es más ultra de los dos países, los análisis posteriores indican que aquel discurso no hizo bien ni a la entonces candidata Olona ni a la ahora también candidata Meloni, que en cualquier caso lidera las encuestas de las próximas elecciones generales en Italia, anticipadas al 25 de septiembre tras el naufragio del Gobierno de Mario Draghi.
Más tarde, en una entrevista publicada en el diario La Stampa, Meloni se arrepintió del “tono” que utilizó aquel día en Marbella. “Cambiaría el tono, no el contenido, porque son cosas que he dicho muchas veces. Pero cuando dices cosas con tanta determinación, hay que decirlas en otro tono”, dijo. “Cuando me volví a ver, no me gustaba. Cuando estoy muy cansada, soy incapaz de modular un tono apasionado que no sea agresivo”, matizó en la entrevista.
En Italia, aquel vídeo viralizado de Meloni “se vio como una imagen equivocada”, confirma Alba Sidera, periodista especializada en extrema derecha. “En el imaginario italiano, Meloni no es la que grita, el que grita es Salvini”, explica.
Aunque a priori suene chocante, Giorgia Meloni (Roma, 1977) es, en Italia, la imagen de la “coherencia” frente a las contradicciones y las salidas de tono de Matteo Salvini, líder de la Liga que, hasta hace muy poco, encarnaba la extrema derecha italiana en el imaginario español. Resulta que hay más ultraderecha en Italia, y que los Hermanos (Fratelli) de Giorgia Meloni le han ‘comido la tostada’ a la Liga de Salvini.
Las claves del éxito: aciertos de Meloni, errores de Salvini
Meloni ha quintuplicado sus apoyos desde 2018 y ahora se posiciona como posible primera ministra italiana gracias a una coalición con el propio Salvini y Silvio Berlusconi, que en Italia todavía definen como centroderecha. El primer paso está dado, según los resultados preliminares: Fratelli d’Italia ha ganado las elecciones de este domingo, 25 de septiembre, con un 26% de los votos. ¿A qué se debe el ascenso fulgurante de Giorgia Meloni? En pocas palabras, y según los expertos, al hecho de estar en la oposición, a las meteduras de pata de Salvini y a su aparente cercanía con el pueblo. Vamos por partes.
“El último acierto de Meloni ha sido no entrar en el Gobierno de unidad nacional con Draghi al frente”, explica Sidera. Fratelli fue “el único partido que se opuso a formar parte, y esto les ha dado mucha visibilidad”, ilustra la periodista. Desde febrero de 2021, han sido la única oposición al gobierno.
En este tiempo, mientras que Salvini –que sí entró al Ejecutivo– ha ido diciendo una cosa y al día siguiente la contraria (sobre las vacunas, sobre Putin…), Meloni ha conseguido mostrarse “como una tipa coherente”, contrapone Forti; esto es, fiel a sus ideas y no dispuesta a ‘venderse’ por un hueco en el poder.
Quién es Meloni (y qué imagen proyecta)
Alba Sidera coincide con Forti. “Meloni es la imagen de la coherencia, comparado con Salvini, que es más oportunista. Meloni es la imagen de una curranta de la política, te la encuentras en manifestaciones, es una militante desde muy jovencita, y por eso es muy respetada”, dice. “Prevalece la imagen de ella presentándose como madre, de orígenes humildes. No existe la idea de ‘uy, qué miedo da esta fascista que grita’. Porque el mensaje sigue siendo el mismo, pero las formas son cuidadas”, abunda Sidera, incidiendo en una de las claves del éxito de la italiana.
Con 15 años, Giorgia Meloni empezó su militancia política en el Frente de la Juventud, la sección juvenil del Movimiento Social Italiano (MSI), heredero directo del Partido Fascista de Benito Mussolini. De ahí pasó a Alianza Nacional, sucesor a su vez del MSI. Tras una fusión temporal de Alianza Nacional con Forza Italia –el partido de Berlusconi–, Meloni abandonó esta formación para cofundar en 2012 un nuevo movimiento político llamado Fratelli d’Italia –Hermanos de Italia–, que en las siguientes elecciones apenas obtuvo un 2% de los votos.
Fratelli d’Italia es “una refundación de una refundación del partido fascista original”, resume Sidera. “Meloni representa una extrema derecha tradicionalista, más reaccionaria, que viene de una raíz directamente fascista y ligada a los ultraconservadores católicos”, añade la periodista. “Dios, patria y familia” es su lema favorito. Y Trump, Orbán e incluso Abascal son espejos en los que se mira.
“La cara amable de un partido lleno de fascistoides”
La relación actual del partido o de la propia Meloni con el fascismo es, como suele ocurrir en estos casos, ambigua, más o menos sutil. Ni Meloni ni el partido se definen a sí mismos como posfascistas, pero tan pronto a algún dirigente se le escapa el saludo nazifascista con la mano alzada como se descubre que las juventudes de Hermanos de Italia han participado en un macroevento organizado por grupos neonazis o que el partido celebró una cena para conmemorar la Marcha sobre Roma, con la que Mussolini se hizo con el poder. El reciclaje de lemas y símbolos fascistas también es habitual.
Meloni es “la cara amable de un partido lleno de personajes muy fascistoides”, asegura Alba Sidera. Para defenderse de quienes los acusan de herederos y seguidores de Mussolini, ellos recurren a eso de que “no hay que remover el pasado”, razona Sidera.
Para Steven Forti, la relación de Fratelli con el fascismo sería equiparable a la relación de Vox con el franquismo. “Es como ‘no reivindicamos a Mussolini o a Franco’, pero luego hay contactos con ambientes que vienen de ahí, o con sectores más neofascistas, neofalangistas, etcétera”, ilustra. “Hacen lo que se conoce como dog-whistle politics, o silbato para perros. Esto es: dicen para quien lo quiera entender, para no perder el contacto con ese mundo, que también son votantes”, explica Forti. “Juegan mucho con el tacticismo, con la transgresión, con las conexiones con los sectores más ultras –directamente fascistas o neonazis– de formas no explícitas, mediante guiños, para que los que puedan entender entiendan”, señala.
A ello juega la propia Meloni en Io sono Giorgia, la autobiografía que publicó en mayo de 2021 y se convirtió en récord de ventas en apenas unos días. Meloni –cuenta Steven Forti– “dice que representa a una comunidad política que viene de hace 70 años y que se encontraba sin un líder y sin un partido”. “Evidentemente no dice cuál es, pero lo lees y lo entiendes”, zanja el historiador.
Una mujer de barrio, con acento, hecha a sí misma
En esa autobiografía está parte de la receta de su éxito. Ahí Meloni reivindica su infancia humilde en el barrio obrero de Garbatella, criada por mujeres ante la ausencia del padre, que abandonó a la familia para irse a vivir a Canarias; su adolescencia difícil y el apoyo y el refugio que encontró en la sede del (ultraderechista) Fronte della Gioventú; sus trabajos como niñera, vendedora de discos y camarera para salir adelante; o incluso cómo su madre acudió a una clínica de abortos y en el último momento se arrepintió y decidió tenerla. No da puntada sin hilo Meloni.
“Se presenta como una mujer de barrio, con un fuerte acento romano, cerca de las masas, y apela a la clase trabajadora, la más numerosa, para conseguir votos”, describe Soledad Bengoechea, doctora en Historia Contemporánea. Esta es, “en definitiva”, la esencia del “discurso populista”, apunta la historiadora.
Pero su discurso, como el de la extrema derecha 2.0. que desgrana Forti en su ensayo, está “dulcificado”, aclara Bengoechea. “Toda la extrema derecha tiene que dulcificar su discurso si quiere conseguir votos”, señala la historiadora. En todo caso, si Bengoechea tuviera que hacer un paralelismo, diría que Meloni está más cerca de Le Pen padre que de Marine Le Pen hija, y “más a la derecha que Salvini”, partiendo de que su movimiento “viene directamente del fascismo italiano” y “se mira” en él.
Steven Forti también observa que “ha habido un intento de ‘desdiabolizarse’ por parte de Meloni y su partido, de presentarse como más moderado, más aceptable, más presentable”. A ello han contribuido su tono amable y su figura cercana, pero también la prensa italiana –sostiene Alba Sidera– e incluso la propia trayectoria del partido, que lleva presente en las instituciones de una u otra manera desde los años 90, gracias, en gran medida, a Berlusconi.
La “normalización” de la extrema derecha
Sidera recuerda que “cuando Berlusconi llegó al poder en el 94, lo hizo con dos muletas: en el norte con los votos de la Liga Norte y en el sur con los votos de Alianza Nacional, que es lo que después fue Fratelli d’Italia”. “En su momento fue un escándalo que el país que venció al fascismo fuera el primer lugar donde los fascistas llegaban al poder después de la Segunda Guerra Mundial”, explica la autora de Feixisme persistent. “Pero después de esto, la cosa se normalizó; en todos los gobiernos de Berlusconi ha habido ministros de Fratelli d’Italia” –apunta Sidera–, incluida la propia Meloni.
Esa experiencia de gobierno, también en los ámbitos local y regional, ha propiciado “una aceptación casi generalizada” de las formaciones de extrema derecha por parte de la población, corrobora Forti. No los ven “como unos locos”, destaca el historiador.
Tanto Forti como Sidera sostienen que la política italiana en realidad no ha dado un gran vuelco en los últimos años, y que el electorado no ha cambiado radicalmente sus posiciones para secundar en mayoría a Meloni. Simplemente, dicen, muchos italianos han pasado de apoyar a Berlusconi para luego respaldar a Salvini y ahora a Giorgia Meloni.
Steven Forti afirma que en este tiempo no se ha producido “un gran trasvase de votos desde el bloque progresista de centroizquierda al bloque de centroderecha”. “Lo que pasa es que la centroderecha se ha convertido en extrema derecha”, señala.