El verano de su vida… Pepu Hernández
Un mundial de baloncesto, cenas de sushi con Pau y Marc, un Japón caluroso y un terremoto.
“Hay un verano especial porque cambió mucho mi vida, fue el de 2006, cuando ganamos el Mundial de Baloncesto de Japón. Fue un verano de trabajo, no de vacaciones, pero transformó mi forma de ver las cosas”.
Responde así directamente Pepu Hernandez, actual portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid y exseleccionador de España de baloncesto cuando se le pregunta por el verano de su vida. Hace un flashback hacia ese campeonato que quedó en la memoria de todo un país, el símbolo de una victoria conjunta. BA-LON-CES-TO.
Recuerda que ganaron ese primer puesto en la misma pista donde se han disputado los Juegos, en Saitama. Rememora los propios datos Hernández: una ciudad de un millón de habitantes y a 45 minutos de Tokio. Lo que le llena de emoción todavía, prosigue, es que “mucha gente lo recuerda”. De hecho, el exseleccionador señala que todavía lo paran por la calle para decirle que fue “muy divertido” aquel verano viendo la selección, aunque fuera por la tele.
“Sabíamos que nos estaban siguiendo, pero no pensábamos en qué forma se estaba haciendo. Fue algo muy especial”, añade Hernández. “No sabíamos lo que nos esperaba al llegar a Madrid”, prosigue, para reflexionar: “No fue una cuestión sólo de baloncesto y deporte, sino fue algo más potente. Mucha gente se veía reflejada. Una forma de transmitir valores y sensaciones. Sirvió para transformar una forma de pensar de la gente sobre el deporte colectivo, para nuestra sociedad significó decir que éramos capaces de conseguir cosas juntos, con espíritu y valores”, resume sobre esos momentos.
¿Y cómo era Japón durante ese verano? “Calurosísimo”, recuerda entre risas Hernández. No podían hacer muchas visitas, estaban entre el hotel y la cancha. Pero repite: “Calor tremendo”. A la mente le viene ese “especial espíritu organizativo de los japoneses”. Los conductores de los autobuses tardaban en hacer una maniobra 28 minutos para que no pasara nada y todo saliera perfecto, pero eso en España, explica, se podía hacer en tres minutos. “Se te hace larga un poco esa excelencia”, añade.
Sigue buscando en el baúl de los recuerdos: “Otra anécdota sobre la organización. Cuando se caía un poco de café de alguien cerca de la pista, venían seis trabajadores, rodeaban la mancha hasta que venían otros y ponían vallas. Luego llegaba alguien que analizaba qué tipo de macha era. Cuando se comprobaba que era café, se tardaban otros cinco minutos para que alguien viniera con las herramientas apropiadas. Nadie se resbalaba pero podían tardar 45 minutos para solucionar el problema”.
Hernandez no es mucho de souvenirs de veranos, pero sí se trajo un kimono negro, comenta. En aquel verano solía comer con el equipo la comida internacional que se daba en el hotel, pero revela que hicieron alguna escapadita para probar los productos de la gastronomía japonesa. Otra anécdota cae y evidencia esa unión del equipo tan especial aquel verano: un día se dividieron para ir a picar algo y no soportaron esas horas los unos sin los otros, volvieron a comer todos los días juntos. “Recuerdo una cena sentado en un bareto muy pequeño con Pau y con Marc, nos pusimos bien de sushi. Nos pareció excelente”, indica Hernández.
Unos días de verano muy especiales, en los que sonaba constantemente en los auriculares de los jugadores una canción de Riky López, que les daba fuerza para jugar luego. ¿Qué está pasando? ¿Cómo? Hernández cuenta a continuación que vivieron hasta un terremoto: “Saltaron las alarmas en el hotel, hubo un movimiento tremendo, vaivenes. A los segundos estábamos todos en el pasillo preguntando qué había pasado”. “Fue muy llamativo, allí no le dieron importancia”, indica el exseleccionador.
Un verano, en resumen, irrepetible con esa final contra Grecia en el Saitama Green Arena. Lágrimas, gritos, abrazos, todo un país luchando en la cancha y en sus casas. Hernández no ha vuelto a pisar Japón desde entonces. Para estas vacaciones ha elegido Ribadesella (Asturias), combina la playa con alguna incursión a los Picos de Europa, especialmente para buscar rincones gastronómicos.
Siempre le ha tirado más la playa y habla con mucho cariño de otros veranos en Mallorca, Ibiza y Formentera. Siempre intenta dar paseos largos y no se deja tentar por la televisión. Venga, la última revelación: le apasionan los crucigramas y los pasatiempos. Se guarda los cuadernillos de El País durante semanas para hacerlos en estas jornadas de estío. “Tengo una colección”, concluye. Seguro que desde Japón también le entusiasman los sudokus.