Peor es la desmemoria
Este año 2022 puede marcar un ‘antes y un después’, aunque la goma derechista de borrar la memoria sea muy sofisticada y eficaz.
“Pues va a resultar que los científicos tenían razón”. El señor Escudero raspa los 90 años. Tiene una mente lúcida, conduce su todoterreno por las pistas forestales de Ortigueira, fue emigrante en Venezuela, conserva un sentido común notable y una memoria excelente. “Esto es lo que la ciencia ha venido anunciando…”. El hombre tiene estos días un trabajo extra: debe llevarle a unas yeguas que pastan en uno de sus prados 400 litros de agua diarias en garrafas porque por primera vez se le ha secado un manantial. La cosa es tan evidente que hasta Isabel Díaz Ayuso mira, de momento, para otro lado. Estos animales no toman cañas.
En todos estos años, la ‘nueva’ derecha desacomplejada que bebe en las fuentes de Reagan y Tatcher, que han sido la placenta del movimiento de rapiña populista conservador, se ha caracterizado especialmente por negar cualquier síntoma de evidencia que vaya en contra de los intereses y de las jaculatorias de la ortodoxia del capitalismo de casino más integrista y cerril. Y si se analiza objetivamente, con hechos y resultados, es hasta cruel. Pero hay mucho sadomasoquista político-social que no sabe que lo es. En Madrid, en Londres, en Moscú, en Pekín, en USA,… se han venido oponiendo a todo lo que tiene apariencia de razonable; solo por poder serlo.
Con su pan se lo están comiendo. El thatcherismo británico lo que temía de la Unión Europea, hay que dejarse de zarandajas, era la aplicación de un conjunto normativo que defiende a la sociedad, como una empalizada moral, de la avaricia desatada anteponiendo el interés general. El de verdad, y no solamente el de las cuentas de resultados. Por eso surgió el Brexit, dirigido por un payaso que a su vez representaba un oxímoron de libro, pues Boris Johnson es un hombre ilustrado educado en los colegios más elitistas, y eso, el elitismo, suele ser una atracción fatal.
Los conservadores del Reino Unido estuvieron en el pelotón de cabeza (dirigido por el Partido Republicano de Estados Unidos) de los que negaban que las chimeneas de las que sale humo negro, o blanquecino difuso gracias al efecto disfraz de componentes químicos que logran invisibilizar los penachos negros, fueran peligrosas para la salud. El petróleo es agua bendita para las petroleras. Pero hasta el agua bendita que en una pila bautismal tiene efecto placebo puede matar si se toma en dosis elevadas o metiendo la cabeza en la bañera sin sacarla para respirar. También se oponían, como sus compañeros del alma norteamericanos, con su famosa ‘relación especial’, a que las cajetillas de tabaco advirtieran que fumar mata o al menos es perjudicial para la salud.
No aceptaron la realidad que se les venía encima y eso que había síntomas clarísimos de la ‘Gran Equivocación’. Lo que había pronosticado la ciencia se ignoraba con peligrosas dosis de altanería: los glaciares más ‘sagrados’ se derretían; aumentaba la altura de las mareas; la sequía y los fenómenos atmosféricos que cambiaban la normalidad disparaban las migraciones climáticas. Aparecían, encima, incendios catastróficos con inusitada frecuencia. Fuegos de nueva generación.
Este año 2022 puede marcar un ‘antes y un después’, aunque la goma derechista de borrar la memoria sea muy sofisticada y eficaz, sobre todo para las legiones (y las regiones) de tontos y almas cándidas que confunden la controversia de las ideas políticas con las devastadoras, por fanáticas, guerras de religión. Vamos a ver: la ‘inteligencia tatcheriana’ hay que ponerla en la salita de espera a la vista de algunos datos. La sanidad pública británica, orgullo nacional y ejemplo mundial, se ha desmoronado. Hoy es un desastre sin paliativos. Su fracaso frente a la pandemia ha sido absoluto; mientras que España, al final, y pesar de la campaña de descrédito internacional de la ‘Marca España’ organizada por el PP, es puesta como ejemplo por la ONU, la OMS, la UE… Las notas se dan a final de curso, aunque puedan intuirse por los parciales. La puntualidad de los trenes ingleses es historia pasada tras las oleadas privatizadoras y desreguladoras, etcétera. El aeropuerto de Heathrow, una de las joyas de la Corona, vive escenas tercermundistas. Aficionados a inventar leyendas negras, vieron la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio: racanearon los estándares de calidad, no previeron ‘cotas a mayores’ (o por si acaso) de temperatura, probablemente para maximizar los beneficios empresariales, y los 40 grados de las últimas semanas retorcieron los raíles del ferrocarril, interrumpiendo su circulación en numerosas líneas, y convirtieron las pistas de aterrizaje de los aeropuertos en una especie de tobogán inaterrizable.
Mientras las multinacionales se adaptan a los nuevos tiempos, descongelando proyectos ‘verdes’, eólicos o fotovoltaicos, pero con sus ‘lobbies feroces’ dedicados a evitar el autoconsumo, la derecha radical española (no solo VOX, que además tiene muchos genes franquistas por el principio de las mensa camilla) confía en que la gente no tenga recuerdos. Que la ‘ley de la desmemoria’, fabricada a golpe de fakes, trolas y errores, ahora con la inestimable ayuda de los descerebrados disfrazados de ‘analistas’ en las redes asociales, transfiera a ‘los otros’ la carga de la prueba.
Aún hoy hay quien pone en duda la realidad ‘caliente’ del cambio climático, unos en Castilla y León echándole la culpa a los bomberos y otros idiotas en otras partes a los árboles, sean eucaliptos, pinos, laureles o alcornoques. En cada bosque o en cada sitio se quema lo que hay. O frivolizan, cuando están en la oposición, con el uso del ‘Falcon’ del Gobierno, para desviar la atención de sus meteduras de pata.
¿No se acuerdan ustedes de cómo la derecha criticaba, descalificaba y se carcajeaba con la suficiencia del tonto de pueblo en las procesiones de Semana Santa del plan de desaladoras de agua de mar de la ministra Cristina Narbona que ya sabía a ‘ciencia cierta’ que los trasvases tenían fecha de caducidad? Casi el 100% de la población de Lanzarote y Fuerteventura y el 86% de la de Gran Canaria dispone en sus grifos de agua desalada por 330 plantas en funcionamiento, públicas y privadas, que producen 660.000 metros cúbicos diarios, el 70% para el abastecimiento y el 30% para riego.
Y no hay problemas en el litoral. Ni salen cangrejitos en el whisky con agua de abasto, toda de alta calidad. Una consecuencia directa de aquella campaña boicoteadora e indocumentada (este es un factor preocupante por su frecuencia) es el desastre del Mar Menor, de Doñana, de los acuíferos andaluces y de la comunidad valenciana y de la actual crisis de los invernaderos… Apliquen pues quien conserve el seso en condiciones normales lo que la madre le dijo a Boabdil.
Esa reacción instintiva (la misma que irresponsablemente se tuvo con la pandemia), que es la semilla en la que crecen las doctrinas reaccionarias se visibilizó predramáticamente cuando el PP hizo la contrarreforma costera. La Ley de Costas 22/1988 de Felipe González, con Javier Sáenz de Cosculluela de ministro de Obras Públicas, que sustituía la de 1969, preveía una política integral de protección del litoral y de prevención del cambio climático; la de Mariano Rajoy, Ley 2/2013 siendo ministro del ramo Miguel Arias Cañete, laminó aquel intento de adecuación a los tiempos para evitar, se dijo entonces por monclovitas y genoveses e interesados afines, los problemas jurídicos de los asentamientos afectados o los ilegales incluso y promover una mayor relación público-privada.
Resultado: ahora los beneficiados han resultado ser los perjudicados. Y ya se pide al Estado por los que quieren un Estado mínimo que arregle el problema; sin darse cuenta de que la AEMET no puede cambiar la climatología.
Y en Galicia lo que pasa es insólito en tierra tan verde y orvallada: la sequía es tal que los pepés locales, con una Xunta mediopensionista, han tenido que desoír a la pintoresca lideresa madrileña y muchos concellos han adoptado severas medidas de restricción, como esas ‘autoritarias’ de las que acusan al Gobierno de la Nación por las normas para reducir el consumo eléctrico, ergo del gas, y evitar un frío siberiano en toda Europa.
El caso gallego es singular: confiados por lo visto en la protección del Apóstol Santiago y en el milagro de una lluvia de inversión publicitaria en los medios de comunicación, se han dejado de lado las infraestructuras hidráulicas de almacenamiento y distribución más elementales. El ‘feijooismo’ estaba dedicado, por lo visto, al yoga mental. A ver ahora en qué cubilete esconden el próximo garbanzo.