Paz Velasco: "Hay padres que tras leer un cuento a sus hijas se van a consumir porno de menores"
La experta analiza los diferentes perfiles criminales, la exposición de los menores en la red, qué es lo que atrae del 'true crime' y acaba con una leyenda urbana, las 'snuff movies'.
Las últimas semanas han teñido de negro el país, conmovido por el caso de las pequeñas Anna y Olivia de Tenerife, el asesinato de la joven de 17 años Rocío Caíz o la sentencia condenatoria a los parricidas de Godella. Y con todo ello, las redes sociales no sólo se han llenado de condolencias, sino de una cuestión que cada vez se plantea más gente: ¿Qué tipo de ser humano es capaz de acabar con la vida de sus propios hijos?
Por otro lado, los menores están cada vez más expuestos en la red al ciberbullying, a los pederestas —el material pedófilo se ha disparado durante la pandemia— e incluso a a las sectas.
Son asuntos que preocupan cada vez más a la sociedad, al tiempo que el número documentales del género true crime no deja de crecer desde hace tres años. Hay algo en ellos que fascina al espectador, según la propia ciencia.
Todo ello lo explica detalladamente Paz Velasco de la Fuente, autora de Homo criminalis (Ariel). La criminóloga y jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos habla también de por qué “todos tenemos la capacidad de matar, aunque eso no implique que nos podamos convertir en asesinos”, de los diferentes perfiles que copan las peores noticias de las últimas semanas o de qué lleva a un criminal a convertirse en un asesino confeso. Y acaba con una leyenda urbana: las snuff movies.
Queda claro que a la gente le fascina los crímenes, y no hablo de casos que son noticia en la actualidad por desgracia... Sólo hay que ver el auge del true crime. ¿Por qué hechiza tanto?
A unos les mueve el morbo y a otros el punto de vista académico, y el true crime ofrece todas las aristas posibles: el punto de vista de la víctima, del delincuente, la narrativa judicial... queremos saberlo todo. Nos sentimos protegidos viéndolo desde el sofá, con la seguridad de saber que esa maldad que existe no nos va a tocar. Consumimos tanto por la curiosidad, por entender cómo es capaz el ser humano de pasar este límite. Nos permite saber qué pasa por la mente de otras personas desde la seguridad del hogar.
¿Tenemos comportamientos psicopáticos que no sabemos identificar en nuestro día a día? Dices que “pensar que hay monstruos sueltos es mucho más sencillo que aceptar que los verdaderos monstruos habitan entre nosotros”.
Estamos acostumbrados a que los malos sean los demás y subestimamos nuestra propia maldad. Todos tenemos la capacidad de matar, pero esa capacidad de matar no implica que nos podamos convertir en asesinos. Nos frena nuestra moral o el miedo al castigo, pero ni todos somos 100% buenos ni 100% malos. Hay padres de familia que tras leer un cuento a sus hijas se van al ordenador a consumir porno de menores. Los monstruos tienen una fachada compensatoria. Lo que hay detrás se conoce demasiado tarde, convivimos con ellos y somos incapaces de verlo.
¿Hay forma de identificarlo?
Cuando es tarde. Tony King [asesino de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes] llevaba una vida totalmente ordenada, era un buen padre de familia, era buen compañero en el trabajo, nadie sospechaba que estaban buscando durante dos años al estrangulador de Holloway. Vino a España habiendo cumplido dos condenas y se adaptó perfectamente a su entorno, creó una red de amigos, se volvió a casar, tuvo dos hijas... Nadie sabía que detrás de esa imagen había un depredador sexual y un necrófilo.
Hay que acabar con esa frase de “hay que estar enfermo para...”. Porque estos asesinos no son enfermos mentales. ¿Lo crees así?
Efectivamente. Matan mucho más y delinquen mucho más ‘los cuerdos’ (por así decirlo) que quienes padecen una enfermedad mental. Sólo hay que comparar las sentencias de nuestro país. Por ejemplo, en uno de los últimos casos, sí que se sabe que la madre de Godella padece una esquizofrenia psicótica.
Pero en el caso de los parricidas de Godella, el padre no tiene ninguna enfermedad.
Exacto. El padre cumplirá la sentencia de 50 años de cárcel. No podemos legitimar la conducta delictiva bajo el amparo de la patología [enfermedad mental], porque parece que se quiera justificar. Quien tiene una patología ya tiene la inimputabilidad, entra en un centro psiquiátrico y no en un penal. Pero ‘los cuerdos’ son los que planifican, tienen un móvil, delinquen con libre albedrío. Saben lo que hacen en todo momento.
Hay una pregunta que cada vez se repite más, especialmente tras el caso de las niñas de Tenerife. ¿Cómo un padre o madre es capaz de acabar con la vida de sus hijos? ¿Hay alguna explicación, desde el punto de vista de la Criminología, para esto?
El filicidio es una conducta que ya se practicaba en Esparta, cuando se quitaban de encima a los hijos que no cumplían con los requisitos físicos, porque querían ser el pueblo más fuerte. A partir de ahí, todas las sociedades han matado a hijos. Pero llegamos al siglo XXI: las motivaciones femeninas y masculinas suelen ser diferentes, sólo coinciden en una: la venganza hacia la pareja o expareja para hacer daño, utilizando a los hijos como instrumento. En psicología se conoce como el el Síndrome de Medea o el efecto Medea inverso, en el caso del hombre.
¿Qué otras razones existen, según la ciencia?
Hay madres que han matado por sufrir depresión con tendencias suicidas y, ante la posibilidad de pensar que dejan a sus hijos solos, recurren al suicidio ampliado; existe también el homicidio por compasión, cuando un hijo tiene una enfermedad y los padres ven como un imposible que desarrolle una vida normal: lo matan y luego, muchas veces, se suicidan. No se puede reducir sólo a la venganza, aunque suele ser el móvil en la mayoría de los casos, especialmente por parte de los hombres.
En estos últimos días, ha salido a relucir de nuevo el nombre de José Bretón, para compararlo con Tomás Gimeno. ¿Por qué no se les debe comparar?
Vaya por delante que estos son los crímenes más horrendos de explicar y de entender. Cuando se utiliza a los hijos como instrumento de venganza, pocos padres pueden sobrevivir a esto. En el caso de José Bretón, estamos ante un caso de psicopatía de manual. Tomás Gimeno no tiene las mismas pautas ni rasgos de personalidad, son dos perfiles completamente diferentes. Sin embargo, en el caso de Tomás Gimeno hay muchas cosas que aún no sabemos. La verdadera crueldad (añadida) es estar desaparecido 45 días y dejar a la madre con la esperanza. Y que ahora no aparezca su otra hija es lo más inhumano que se le puede hacer.
Lo cierto es que en ambos casos, han sido capaces de poner el odio hacia la mujer por encima del bienestar de sus hijos.
La venganza es una de las emociones mas radicales del ser humano. Somos capaces de cualquier cosa para buscar justicia. Tomás Gimeno es una persona con una baja tolerancia a la frustración, ha tenido una vida más o menos fácil y cómoda y de repente alguien le dice “hasta aquí”. Se le han visto rasgos de narcisismo y él ha decidido cómo y cuándo termina la historia, o que la madre no se lleve a sus hijas para que otro haga el rol de padre. Es demasiado pronto, aún no hay periciales. Pero sí se puede decir que es un acto extremo de violencia. Además: llevárselas, desaparecer, geolocalizar el móvil para que se sepa dónde estuvo en el último momento es querer que la madre sufra mucho. Estaba muy premeditado. Aún así, no es el perfil de Bretón, que jamás se suicidaría. Se quieren tanto a sí mismos que jamás se harían daño.
Tenemos predisposiciones, entonces, pero esas “no nos convierten en asesinos”.
Efectivamente. De hecho hay unas disposiciones genéticas que hacen que determinados sujetos sean más agresivos, y a veces se refuerzan por elementos en la infancia, el entorno, la socialización... y pueden acabar convirtiéndose en asesinos. Pero, en última instancia, quienes decidimos somos nosotros. Esa frase tan repetida de que el asesino en serie es el criminal menos libre no es verdad. Un asesino en serie sabe lo que quiere hacer, planifica, va a comprar objetos, sigue a una víctima... Los humanos tenemos predisposiciones, pero también inhibidores que nos impiden actuar así: la moral, el miedo al castigo, evitar los antecedentes... quienes decidimos tener esa conducta somos nosotros.
¿Se puede marcar algún tipo de diferencia entre un asesino confeso, como el de Rocío Caíz, y otro que no lo es?
El que no confiesa, como Bretón, se cree más listo que la Policía, y el que confiesa lo hace porque quiere que quede constancia de ha sido él. Son perfiles a los que no les basta con matar, sino que quieren ser recordados, como el asesino de la Catana, que dio entrevistas y quería ser famoso. Lo logró, hasta hasta el punto de que unas niñas imitaron un crimen como el suyo, el de las brujas de San Fernando. Son casos muy acordes a la personalidad. El asesino de la baraja era un narcisista, y él mismo se entregó porque estaba harto de que no lo encontraran. Los que suelen confesar no lo hacen por arrepentimiento, sino por notoriedad.
Para ir acabando... la sociedad tiene un problema grave con la vulnerabilidad de los menores en la red. Están expuestos al ciberbullying, a pederestas e incluso a sectas. ¿Cómo se puede atajar eso?
El problema es que regalamos a los menores móviles y tablets antes de darles educación digital, y les estás regalando una herramienta con muchas funciones. Los menores se creen superhéroes que lo controlan todo y no se dan cuenta de lo vulnerables que son, porque en Internet el producto son ellos. Hay miles de ojos buscando menores y adolescentes, que son narcisistas, quieren salir guapos en Instagram y tener likes. Vamos tarde, porque les regalamos esta tecnología cuando no saben lo que es el sexting, o cuando creen estar hablando con Raquel, que resulta ser un señor de 50 años.
Por último, una curiosidad: abordas en el libro el tema de las snuff movies, que tanto se han tratado en el cine o la literatura. Por antiguo que suene, ¿de verdad son una leyenda urbana?
Es mucho más antiguo, solo que Amenábar hizo una peli brillante [Tesis], luego se hizo Asesinato en 8mm (1999) e incluso hay una novela muy famosa de Carmen Mola en la que habla de este tema [La red púrpura]. Sí, es una leyenda urbana. Hubo años en este país en los que se pasearon por los platós de televisión dos señores —el padre de una víctima de Alcàsser y un señor que decía ser criminólogo— vendiendo la historia de que había snuff movies del asesinato de sus hijas. ¿En serio ninguna autoridad judicial solicitó esas cintas? Yo lo desmitifico. Lo que se está vendiendo en la web son películas, con una recreación de la violencia brutal, pero películas. Tuve que acceder a ellas con un perito forense y en muchas salía la misma actriz, así que está viva.