'Pasaje de vida': el foco sobre los supervivientes de la dictadura argentina
Diego Corsini estrena un 'thriller' que mezcla política, amor y familia, con Chino Darín y Miguel Ángel Solá como protagonistas.
Este viernes se ha estrenado Pasaje de vida, del director argentino Diego Corsini. Uno de sus mayores reclamos pueden ser los protagonistas, Chino Darín y Miguel Ángel Solá, muy queridos en España. Pero el brillo de ambas estrellas —rostro joven y maduro de un mismo personaje— esconde algo más: una historia sobre identidad, exilio, militancia y amor. Corsini narra tres momentos en la vida de Miguel: su juventud como guerrillero militante en los años 70 argentinos (los tiempos con su amor, Diana), su huida a España para salvar la vida, y el conflicto con su hijo, todo preguntas al echar la vista atrás sobre esos años de pelea contra la dictadura de Jorge Videla.
En Argentina, como en España, hay quien se siente ya superado por la revisión de momentos como la dictadura. ¿Por qué hacía falta otra película sobre el asunto?
Por varias razones. La primera es que la sensación que yo tenía es que las obras hechas en ese contexto eran de alguien que descubría este mundo de lucha o de persecución. Eso pasa en filmes como Kamchatka, pero donde no deja de ser la historia "del hijo de", personajes que desde su mirada más bien infantil o de quien no sabe muy bien qué está pasando van y lo descubren. Hay alguna mirada un poco más osada, pero creo que nadie se animó hasta ahora a poner como protagonista a un militante, sea montonero o de la agrupación que fuera. Era una mirada que faltaba, por qué lo hacían, qué pasaba por sus cabezas, cómo es que esta generación de chicos de entre 20 y 30 años estaban tan convencidos de que podían cambiar el mundo, hacer una revolución, con un nivel de pasión por eso que estaban dispuestos a dar su vida por ello. Me parecía que era algo que nunca se había mostrado y era necesario, frente a otras películas que se han encargado de hacer una recuperación de la memoria más de los caídos y los desaparecidos.
Merecía la pena probar otro ángulo...
Es que no creo que nadie se haya encargado de lo que pasó con los que la vivieron y lograron sobrevivir, que es el caso de mis padres, que me inspiraron gran parte de la película, y también muchos de su generación, que se han logrado salvar por exiliarse, por empezar de nuevo, que se han sentido perseguidos toda la vida... Eso es importante, pero también porque desde el punto de vista cinematográfico decía: "¿Cómo puede ser que se hayan hecho más de 30 películas de esta temática y la gente se agota, pero en cambio cuando EEUU saca una película de Vietnam o de la Segunda Guerra Mundial la gente sale corriendo al cine a verla?". Hay algo en la forma de narrarlo que es lo que cansa, pero si hacemos una película que no deja de profundizar en la temática y en las cuestiones de la época pero también cuenta la historia de dos chicos que se enamoraron en un contexto atroz... En ese lugar imaginábamos que quizá la gente se acercaría.
Habla de los que viven para contarlo. El escritor Arturo Pérez-Reverte repite que cuando ve a un sobreviviente se pregunta qué hizo para sobrevivir. ¿Se muestra esa cara en su película?
Sí, sí está, es posiblemente la parte más ficcional. La he formado con relatos que me han contado, eso no está tan cercano a la historia de mis padres, porque ellos, en definitiva, en cuanto su vida corrió peligro dijeron: "Esto no es para nosotros", e inmediatamente vieron la salida de escaparse y vinieron para España. Pero hay muchos casos en los que los supervivientes cargan con la culpa de "yo sobreviví y mi pareja no", "mi amigo no", o "por qué yo y no el otro", por más que haya sido por una cuestión de suerte o de estrategia o de coincidencia. Hay una gran culpa, muchas preguntas, y eso tiene un reflejo importante en la película. Puntualmente también recoge otro tema donde se carga con un peso que prefiero no contar porque spoileo el final (risas), que lo lleva como otra mochila pesada a lo largo de toda su vida.
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Sus padres y su influencia. ¿Cuánto de autobiográfico tiene su film?
Básicamente, todo lo que transcurre en los 70 lo es. Esa parte es muy parecida a la historia de mis padres: cómo se conocieron, el activismo político, el trabajo en una fábrica, el enfrentamiento con el sindicalismo de derechas... Luego cuando la cosa se empieza a poner más pesada, hay un par de acontecimientos que se narran, vinculados con sus compañeros de militancia, que los llevan a estar en una situación cada vez más claustrofóbica y de riesgo de vida. En la película muestro un momento en el cual los personajes huyen al campo desde la ciudad y ahí mis padres tengo que decir que tuvieron la lucidez de pensar y darse cuenta de que probablemente en el campo iba a ser igual de peligroso y directamente se vinieron para España y aquí plantearon sus vidas. En la película es en ese punto en el que empiezo a mezclarlo todo con la ficción, con otras historias que yo conozco. Todo lo que transcurre en España, en el presente, es ficción, un padre y un hijo que viven aquí, un padre solitario, que se distancia de su hijo... Ahí no me interesaba focalizarlo en mí, no, sino en el caso de muchos chicos de mi generación que tienen esta cosa de cariño y admiración por la pasión que tenían sus padres en lo que hicieron pero que al mismo tiempo, como muchos son hijos no sólo de supervivientes sino de caídos, tienen una especie de dilema, donde más allá de defender la causa también está el lugar del descendiente, de "elegiste la militancia por encima de la crianza de tu hijo" o tu familia. Empecé a entender esa mirada más resentida de muchos de mi generación hacia sus padres, así que con la peli pensé también en tratar de echarles una mano y acercar esas posiciones de padres que se han encargado más de la seguridad que del cuidado de sus hijos, que vienen con un dolor terrible en sus vidas, algo que es muy difícil de transmitir.
¿Por qué un thriller para esta historia?
Tanto en las películas que firmo como en las que me gustan, yo busco un toque de profundidad, que se meta en temáticas que son relevantes para el ser humano, pero al mismo tiempo no dejo de saber que el cine es un arte y una industria popular y que también depende de que la gente vaya al cine o vea tu obra por Netflix o en la plataforma que sea. A mí también me gusta ver lo más popular, no soy nada reticente. Una de las cosas que más me atrae, si hablo en el plano internacional, es el estilo de Martin Scorsese a Guy Ritchie incluso, que hacen películas de muy alta calidad pero que al mismo tiempo tienen un fin popular y comercial. Y en lo que me es más cercano pienso en Juan José Campanella. "Qué buenas películas", decimos. Una persona que no se pone a analizarla minuciosamente lo pasa bien y se divierte y si la analiza tiene un montón de elementos y de valores que están buenísimos. Yo trato de hacerlo de esa manera. Sabía que estaba narrando una historia difícil de tocar, emocional y fuerte, y a la vez quería superar el cliché de "te voy a hacer una película soporífera con golpes bajos y ya contada". Meterle este tono de thriller y drama padre-hijo es una manera narrativa clásica pero sin jugar en desmedro de que la película tenga también sus valores cinematográficos.
Recuerdo, perdón, amor... ¿Que significan en Pasaje de vida?
Lo son todo. Una de las grandes cosas que yo quería transmitir en la película es el entendimiento. Más allá del compartir y ponerte en el mismo lugar del padre y sus vivencias, lo importante es entender por qué es cómo es, qué vivió y por qué terminó actuando de esa manera. Hoy en día es muy fácil tomar un punto de partida claro de decir que la lucha armada está mal, la bioética es la dominante en el mundo y cualquier situación de acto violento es repudiable, pero en los 70 eso no era tan así. Veníamos de una revolución en Cuba 10 años atrás, de movimientos guerrilleros, de guerras civiles, de guerras mundiales... Me pareció interesante meter en la película también una postura más similar a la actual, un tipo que no está de acuerdo con la lucha armada y considera que el camino es la política. El contexto, el terrorismo de estado, la lucha, todo eso lleva en su momento a tener que tomar un arma. Y en paralelo, quería narrar por todo lo que pasa y atraviesa el hijo, muy reticente y distante de su padre, pero poco a poco, analizando y conociendo, lo va conociendo y lo entiende. Ahí entra el perdón. Tiene que entender por qué tuvo la crianza que tuvo. A veces uno con los padres tiene un margen de tolerancia más chico que con la mayoría de las personas y cuando los intentas conocer más como personas que como padres te das cuenta que son pibes como uno, con más o menos fuerza para afrontar esos procesos tan difíciles, pérdidas cercanas y de manera violenta.
¿Qué es para usted la identidad hoy, vista su película en estos tiempos de banderas, fronteras y nacionalismos al alza?
La nacionalidad tiene mucho que ver con la identidad. Estamos hablando de una película filmada por alguien que tiene la nacionalidad partida por medio, de padres que han vivido en dos países [argentinos escapados a España durante la dictadura de Videla], que vienen de abuelos que han vivido en dos países [gallegos exiliados a Argentina en la Guerra Civil]... De algún modo hay algo esquizofrénico o bipolar, de este cruce de culturas, que se trasmite. Hay que aceptar esta sensación de ser extranjero en tu propia tierra, que yo he sentido desde muy pequeño: a los tres años me fui de España a Argentina e inmediatamente adquirí el acento, pero cuando se festejaba la independencia del país yo era de los malos, de los colonizadores. Estaba en una posición muy rara. Cuando uno empieza a ver que más allá de las diferencias, del lado negativo, uno conoce otras culturas, se enriquece y trata de sacarle provecho, más si tienes una voz artística con la que contar todo lo bueno de esa suma.
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¿Cómo está el proceso de justicia y reparación en Argentina? Aquí nos da envidia ver cómo juzgan a los torturadores de la ESMA y los vuelos de la muerte, por ejemplo.
Justo en este momento la situación está fatal. Los juicios siguen avanzando, afortunadamente ha habido un periodo en el que se ha podido blanquear y recuperar y poner ante el juez a los que venían de un nivel de impunidad terrible desde el Gobierno y desde el poder, se logró que se hiciera justicia, que los grandes delincuentes del terrorismo de estado fueran a prisiones comunes, los torturadores y asesinos fueran ajusticiados como correspondía... Pero la sensación que hay hoy en día con este nuevo gobierno [el de Mauricio Macri] es que están queriendo volver un poco marcha atrás, hay una nueva postura de tratar de volver a poner en boca de la gente una teoría que fue de las primeras que sucedió, la de los dos demonios, que dice que en realidad no hubo un genocidio sino una guerra entre dos bandos.
¿A estas alturas?
Sí, a estas alturas, es algo absurdo para mí y muchos otros argentinos, es terrible y un retroceso abismal en cuanto a derechos humanos, pero hay quien desde el Gobierno está defendiendo esta postura, por ejemplo, diciendo que no fueron 30.000 desaparecidos sino muchos menos. Nada en consonancia con toda la evolución que hubo en la materia en los últimos 15 o 20 años. No es su prioridad, deja que la cosa camine, pero se ven a diario imágenes terribles, como 300 gendarmes alrededor del Congreso para evitar una manifestación de jubilados que están pidiendo que no les recorten las pensiones. Es como volver a 2001, la sensación terrible de ver a uniformados armados como si estuviesen en una guerra con los viejitos que están peleando para que no les recorten 50 euros del bolsillo o menos. Es verdad que ha habido un avance maravilloso, se logró anular los indultos que habían puesto a los mayores represores en la calle, las leyes de obediencia debida y punto final, se recuperaron un montón de lugares. Pero desgraciadamente Argentina tiene una cosa cíclica, y es que cada 10 años va de un extremo al otro.
Oiga, ¿y por qué es necesario ir a ver su película?
Es necesario porque es una película necesaria, que se mete en temas de profundidad que te dejan pensando, como la identidad, las relaciones padre-hijo, las historias de vida de gente que tenemos alrededor y no nos damos cuenta... Y a la vez es una película llevadera, con momentos incluso que te hacen hasta reír, en la que que te enamoras de los personajes, te emocionas y hasta lloras. Sí, la gente llora bastante en esta película.