'Panem et circenses', una sátira de nuestros días
Porque Qatar no nos pilla lejos, sino mucho más cerca de lo que queremos ver.
En la antigua Roma, la frase panem et circenses fue traída de la Sátira X del poeta Juvenal, para referirse al uso del entretenimiento como un medio para alienar al pueblo ante las decisiones controvertidas de sus dirigentes u otras élites. Casi 20 siglos después, la realidad actual nos muestra que la sátira del pan y circo romano se perpetúa.
“Hoy me siento qatarí, árabe, africano, gay, discapacitado, trabajador migrante… Me siento como ellos (…)”. Con estas palabras, el pretor Infantino dejaba caer el pañuelo que da paso al espectáculo en toda su dimensión. Un espectáculo de intereses económicos por los que la FIFA hace de blanqueadora de un gobierno absolutista que no tiene ningún reparo en admitir su carácter xenófobo, homófobo y machista.
En un país que no respeta los Derechos Humanos, la hipocresía de Gianni Infantino pretende camuflar lo vergonzoso de la visibilidad que da el Mundial de Qatar, porque mientras se “siente como ellos” —ellas no merecen ni la puesta en escena— saca tarjeta amarilla a quien reivindica que ellos tienen derechos.
Claro, el fútbol es fútbol y esto de que no haya libertad de expresión, de que la homosexualidad esté perseguida y penada, de mujeres tuteladas e invisibles, de trabajadores que viven bajo un sistema de esclavitud o de la vigencia de la pena de muerte, son asuntos ideológicos que le trascienden. Nada como meter goles a los Derechos Humanos si los canta poderoso Don Dinero y, ya puestos, inmunizan al populacho.
Hipocresía que va más allá de las inverosímiles declaraciones del presidente de la FIFA, y es que la FIFA adoptó en sus estatutos los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos, así como una Política de Derechos Humanos por la que se responsabiliza de identificar y actuar ante toda práctica contraria a su estricto respeto con este literal: “FIFA se compromete a respetar todos los Derechos Humanos reconocidos internacionalmente y se esforzará por promover la protección de estos derechos”. Pero ¿a qué precio?, porque se estima que la Copa del Mundo 2022 incremente un 14% sus ingresos y quizá, sólo quizá… la suma haya podido dar razones para repensar los compromisos.
Sátira es una crítica, que a través de la ironía expresa indignación y sobran los motivos para mantener muy viva la indignación de Juvenal en nuestros tiempos: porque las cifras escandalosas que producen cierta confusión a un señor que claramente subestima a quien le escuche, afirmando sentirse todo lo que no es ni quisiera ser, son cifras que limpian la imagen de un régimen totalitario que atenta contra los espacios cívicos y democráticos.
Porque todos y todas somos responsables de la impunidad con la que se cercenan las libertades públicas y se restringen derechos fundamentales, de mirar hacia otro lado ante la muerte de miles de trabajadores migrantes, de avalar la discriminación y la desigualdad, ya que con nuestro resignado seguidismo somos determinantes en los récords de millones de euros por derechos televisivos o en la mayor facturación por patrocinios.
Porque Qatar no nos pilla lejos, sino mucho más cerca de lo que queremos ver.
Y es que en una semana en la que la vida pública nos deja episodios de crispación intolerables que nos recuerdan lo fácil que es involucionar y lo frágiles que pueden ser las democracias; con atentados claros a los derechos, a las libertades básicas y al propio sistema democrático, que cargan los mensajes de la ultraderecha -y los cada vez menos silencios de la derecha- con los que se alienta al enfrentamiento civil, Qatar no nos queda tan lejos.
¡Que comiencen los juegos!, pero involucrémonos para que el juego sea limpio y no seamos conniventes del cesarismo.