Últimas horas con Pablo
Así fue de puertas adentro la noche en la que Iglesias dejó la política.
Las paredes del número 18 de la calle Franciso Villaespesa son de un blanco impoluto. Unidas Podemos se mudó hace poco allí, un edificio de corte industrial renovado, sin las siglas del partido en la puerta todavía. Es martes por la tarde, Pablo Iglesias ha llegado junto a Irene Montero para seguir la noche electoral del 4-M. Todavía hay esperanza de que la izquierda logre frenar a Isabel Díaz Ayuso y Vox.
Allí se reúne con su grupo más cercano y con la Ejecutiva del partido en una de las salas. Los periodistas están abajo tecleando y las televisiones en la puerta haciendo algunos directos. Por allí están algunas de las personas más importantes del partido arropándole, como la ministra Ione Belarra, la portavoz Isa Serra, su inseparable asesor Juanma del Olmo y su amigo y fundador Juan Carlos Monedero. Precisamente el líder y ese último han coincidido vistiendo ropa de 198, marca fetiche de la casa. También comentan la jugada con algunos de los candidatos de la lista como Alejandra Jacinto y Serigne Mbayé. Se unen a las conversaciones Idoia Villanueva, Nacho Álvarez, Antón Gómez-Reino y Alberto Rodríguez.
Llegan todos a la hora de la verdad tras una durísima campaña electoral, en la que Pablo Iglesias ha recibido sobres con balas y en la que incluso Vox ha llegado a dudar de esas cartas. El líder de UP cree que muchos votantes de izquierdas han ido a las urnas a esas horas para parar al fascismo, como él ha proclamado en las últimas jornadas. Unos días centrados en levantar precisamente a los municipios y los barrios del sur. A él le gustan las campañas, los mítines. Ha tenido también como gran aliada a Yolanda Díaz durante la recta final.
A las ocho cierran los colegios electorales, las imágenes de todo el día son las de colas frente a los centros de votación. Nadie se atreve a interpretar cómo irá en papeletas. Miran la televisión, es hora de los sondeos, aunque algunos de los presentes en la sala ya saben qué dirán las encuestas porque se las han mandado algunos periodistas. La cosa no pinta bien: el PP está muy a la cabeza y puede gobernar gracias a Vox. Todavía son hipótesis demoscópicas. Todos atentos a los móviles y ordenadores para seguir el escrutinio real en la web habilitada por la Asamblea.
La flecha de Unidas Podemos va hacia arriba respecto a las elecciones de hace dos años. En esos minutos se acaba realmente el fantasma del 5%... pero empiezan a ver todos, especialmente Iglesias, que el bloque de izquierdas va rezagado. La sensación en ese momento entre los presentes, según fuentes consultadas, es que el PSOE no tira lo que se esperaba. El contador del voto recontado sigue subiendo y cada vez se aleja más y más la posibilidad de un cambio de Gobierno. Sigue y sigue, se acabó el sueño: aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso, rozando la mayoría absoluta.
Con esos resultados sobre la mesa es cuando Pablo Iglesias toma la decisión: se marcha. Desde su entorno se rechaza que lo tuviera ya pensado, y se vincula a ese momento. Es el momento de dejar la política, su gran pasión, el escenario al que llegó hace diez años para ponerlo todos patas arriba. Se va el hombre que representó el 15-M y que tocó en sueños la Presidencia del Gobierno.
En su pensamiento, como reconocen sus cercanos, adopta la decisión convencido. Ha conseguido salvar a Unidas Podemos en Madrid, ganando tres diputados más, no se marcha por una hecatombe. Y en su mente cree que es un escenario bueno para el partido para que la transición se haga mucho mejor.
Es el momento de comunicarlo, no lo sabe nadie en España, sólo está en su cerebro. Silencio en la sala, toma la palabra en privado ante su Ejecutiva y lo anuncia, analizando la situación y los resultados. Las emociones están a flor de piel, se humedecen los ojos de muchos de los presentes, según explican fuentes que estaban allí. Su análisis también destaca: él tira, como demuestran los casi 80.000 votos más, pero ya no lo suficiente.
No hay mucho más tiempo, todo va a un ritmo vertiginoso. En las pantallas se ve en el balcón a Isabel Díaz Ayuso con Pablo Casado celebrando el triunfo. Es hora de explicarlo a la prensa, deja a los miembros de la Ejecutiva. Tiene una reunión breve a solas con sus asesores de comunicación para preparar la rueda. Las televisiones pinchan la señal del directo, aunque nadie se imagina el bombazo que está por llegar.
Se abre la puerta y entra en la sala. Detrás van sus asesores, su equipo más cercano y miembros de la candidatura. Se sitúa frente al atril: “Buenas noches a todos y a todas. Los resultados en la Comunidad de Madrid, el éxito impresionante de la derecha trumpista que representan Ayuso y la consolidación de la ultraderecha es una tragedia…” En el escenario tienen la mirada perdida al infinito Irene Montero, Isa Serra y Juan Carlos Monedero. Pasan dos minutos. Se siente un “chivo expiatorio”, confiesa ante las cámaras. A los cuatro minutos se materializa la frase: “Dejo todos mis cargos, dejo la política”. Con otro reconocimiento: “Es evidente que a día de hoy no contribuyo a sumar”.
Llegan sus últimas palabras en la política: “Cuando uno deja de ser útil tiene que saber retirarse. He puesto toda mi inteligencia y toda mi pasión. No sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Hasta siempre”. Los suyos aplauden y la prensa respetuosa no pide palabra tras la intervención. Se marcha del escenario emocionado, y le da un fuerte abrazo a Montero.
Como dicen los suyos, con su dimisión “sólo pierde él”, ya que había salvado los muebles y dejaba a UP con más diputados. Se va, ha confesado a su entorno, también convencido y satisfecho porque ha dejado una coalición que va a seguir sin ningún tipo de duda, con las catalanas aprobadas con nota y con unos presupuestos generales sacados adelante con el bloque de izquierdas y sin Cs. Sus más cercanos ponen de manifiesto que además se marcha por una decisión suya que le honra, no por ningún escándalo o porque lo pida la opinión pública, como es la mayoría de casos en políticos.
También adopta esta decisión sabiendo que el proceso de sucesión está encarrilado. Por un lado, previsiblemente será Ione Belarra su sucesora en el partido, en temas orgánicos. Ella ha sido su mano derecha en la Vicepresidencia y tiene el apoyo de la dirección actual para la asamblea que se celebrará entre mayo y junio. Y cede el testigo en la Vicepresidencia a Yolanda Díaz, que puede trabajar durante dos años una candidatura potente para las próximas elecciones generales.
Las luces de las cámaras ya no están. Iglesias sube a la azotea en la segunda planta de la sede de Unidas Podemos, con las luces tintineantes de las casas vecinas. Hay mucha gente del partido, trabajadores, miembros de la candidatura. Le dan las gracias, lloran, se emocionan, se abrazan. Y empiezan a asumirlo: ha sido la noche en la que Pablo ha dejado la política.