La reinvención de Iglesias
El líder de UP arranca su nueva etapa convencido, feliz y con la idea de que hay partido en la Comunidad de Madrid.
Martes, 9.30 horas. Pablo Iglesias entra en La Moncloa. Chaqueta oscura, camisa blanca, con su mochila al hombro y la melena recogida en un moño. Es su último Consejo de Ministros, en su carpeta lleva la aprobación de ayudas por 283 millones de euros para dependencia. Juan Carlos Campo le agarra fuerte y cariñosamente el brazo cuando pasa a su lado. Se sienta en la parte central de la mesa, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Se saludan con mascarilla, al otro lado está flanqueado por la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera.
Es su última mañana como vicepresidente segundo del Gobierno. Muchos pensaban que se aferraría al sillón todo el tiempo que pudiera, pero en esos giros inesperados de la vida y de la política española ha saltado sin paracaídas para luchar por la Comunidad de Madrid. No es una reunión cualquiera. Iglesias toma la palabra y se despide de sus compañeros de coalición. Hay emoción en los ojos de Yolanda Díaz, la nueva estrella de UP. El presidente del Gobierno también quiere decirle adiós en el máximo órgano del Ejecutivo y ensalza su “compromiso” y “responsabilidad” durante estos duros meses de pandemia.
Empieza la nueva vida de la coalición… y la nueva vida de Pablo Iglesias. El líder de Unidas Podemos está convencido totalmente del paso que ha dado, comentan en su entorno, y está en un momento vital “bastante positivo y bueno”. “Está feliz”, resumen en su círculo más cercano durante estos primeros días fuera ya del Gobierno y en plena precampaña. Ha sido algo arriesgado pero audaz, entiende, para salvar a Unidas Podemos en Madrid y para abrir también el melón del futuro.
Iglesias ha señalado ese camino ya a Yolanda Díaz, que ocupa desde esta semana el puesto de la Vicepresidencia Tercera -además del Ministerio de Trabajo- y la ha ungido como futura candidata de Unidas Podemos en unas elecciones generales (no deja de repetir que será la primera presidenta de España). Lo que no está claro es cómo quedará el liderazgo del partido (Díaz no es de Podemos), que seguirá ejerciendo por ahora el madrileño. Esto ha llevado a las críticas de algunos socialistas, que dicen en privado que a partir de ahora “dormirán más tranquilos” sin él en la coalición, pero que temen que no se vaya del todo y esté intentando marcar asuntos políticos desde fuera.
Una de las cosas que más fastidian a Iglesias y a los suyos son las críticas que ha habido ahora de que se ha ido porque no hacía nada. “No se aburría, ni mucho menos”, recalcan en su entorno. Y se quejan de las acusaciones contradictorias contra él: por un lado le han achacado partidos y medios querer todo el poder, incluido el CNI, y, a la vez, de no hacer nada. Respecto a esto último, también recuerdan en Unidas Podemos que tenía las competencias que tenía, que el PSOE precisamente no dotó de gran peso a las carteras de Unidas Podemos. Era una Vicepresidencia de corte más político.
Iglesias se marcha también con la sensación de que deja a Unidas Podemos en el Gobierno con tres mujeres muy potentes, tan peleonas como él: Díaz, Irene Montero e Ione Belarra -encargada ahora de Derechos Sociales-. Los ‘morados’ defienden estos días que gracias a la presencia de Iglesias durante estos meses se ha dado luz verde a temas que nunca hubiera aprobado el PSOE en solitario.
Además, desde los entornos de Iglesias y Sánchez se rebaja la supuesta tensión permanente entre los dos líderes. La relación ha sido cordial durante este tiempo y se han entendido mucho mejor entre ellos que sus segundos por debajo. Por supuesto que ha habido choques y momentos de tensión, pero nunca ha llegado a estar sobre la mesa una ruptura real de la coalición. Uno de los enfrentamientos más duros entre los dos se produjo a finales de agosto, cuando salieron en rueda de prensa Rafa Mayoral e Isa Serra para advertir de que no apoyarían los presupuestos si se pactaba con Cs. Pedro Sanchez sintió en La Moncloa que sus socios le querían marcar el camino y descolgó el teléfono. Fueron cuarenta minutos de charla con Iglesias, que estaba en la Ejecutiva de UP, muy subidos de tono.
Pero la sangre no llegaría al río y, al final, los presupuestos saldrían meses más tarde con el bloque de izquierdas. Esta es una de las cosas de las que se siente más orgulloso Iglesias, de haber armado esa mayoría progresista, la que hizo a Sánchez presidente y que puede llevar a sustentar gobiernos de izquierdas más allá de 2023. Reconocen los suyos que a veces Iglesias roza el larguero de la polémica, pero que ha servido para que el PSOE “se moviera”.
Además, creen los suyos que ha marcado un estilo propio como vicepresidente, algo que no se había visto. Por primera vez alguien en La Moncloa no asumía “las tesis del poder” y continuaba diciendo cosas que eran reales aunque generaran mucho ruido como la situación de la Justicia, la monarquía, las oligarquías, los medios de comunicación o que un “gran empresario manda más que un ministro”. “Le guste o no a la derecha, pero ha hecho que mucha gente por primera vez en su vida se haya visto representada en un Gobierno”, dicen fuentes próximas a Iglesias. Un estilo, añaden, que no deja a nadie indiferente, pero que logra cosas como que no haya desahucios para la gente más vulnerable.
Este es uno de los puntos de los que se siente más orgulloso Iglesias, como el de la prohibición de cortar los suministros básicos durante el estado de alarma. Además, luchó por acelerar el Ingreso Mínimo Vital, aunque reconoce que hay que seguir mejorándolo. Lo que no ha conseguido es ver aprobada la ley de vivienda con su pretendida idea de regular el precio de los alquileres (algo que le tocará seguir negociando a Belarra con José Luis Ábalos). Y recuerda siempre un dato: sólo tienen 35 diputados.
Ahora le toca zambullirse en esta campaña, en la que Isabel Díaz Ayuso aspira a obtener la mayoría absoluta. Al ser una persona de Madrid de toda la vida ha tenido, como reconocen en su círculo, la facilidad de inmiscuirse rápidamente en el circuito político autonómico. Conoce todas las claves. Su objetivo, señalan fuentes de su entorno, es confrontar de “forma dura y auténtica” con el PP y Vox, “sin una mala cara” al PSOE y a Más Madrid. Iglesias cree que su presencia puede hacer que haya partido todavía, no rollo mesiánico, pero los suyos dicen que no es lo mismo Isa Serra que él.
Las encuestas internas que manejan en Unidas Podemos son buenas, dan un subidón de la candidatura. La obsesión que tiene Iglesias es clara: movilizar a la izquierda. “Madrid no es de derechas”, dicen en su candidatura, por lo que será clave que vayan a votar en masa los barrios y municipios obreros y del sur. Está convencido de que se puede ganar, de que Madrid hay mucha izquierda viva. “La derecha hace mucho ruido, pero la izquierda no tiene nada que evidiarle numéricamente. Si habla la mayoría de verdad, hay partido y se puede ganar”, analizan en su entorno.
Pablo Iglesias ya está en una nueva vida. El 4-M decidirá su nuevo destino.