Ovidio, dos mil años sin el dios de los mitos y de los secretos del arte de amar
Por Winston Manrique Sabogal
Las historias sobre el origen del universo y del misterio de lo que más desvela al ser humano, el amor, vagaban por el mundo como vilanos en Luna llena, hasta que una voz dijo:
"Antes del mar y de las tierras y de lo que todo lo cubre, el cielo, era único el aspecto de la naturaleza en el orbe entero, el que llamaron Caos, masa informe y enmarañada y no otra cosa que una mole estéril y, amontonados en ella, los elementos mal avenidos de las cosas no bien ensambladas. Hasta ese momento ningún titán proporcionaba luces al mundo..."
Y con ese primer soplo poético el origen de la vida empezó a cobrar forma. Tras estos versos siguieron otros sobre la génesis del mundo: primero dioses... luego mortales... después semidioses... y, entre medias, afloraron la verdad y la mentira, las emociones y los sentimientos; y con ellos, serpenteando, la dicha y la desdicha... la paz y la disputa... el sueño y la realidad... los deseos y las decepciones. La vida y la muerte. La eternidad.
Dos mil años hace que murió aquel dios que iluminó esos mitos nacidos en Grecia y que él, Ovidio, con sus versos divinos en latín los organizó en un universo llamado Metamorfosis. Es Publius Ovidius Nasón, el gran poeta romano nacido en Sulmona el 20 de marzo del año 43 antes de Cristo y fallecido en Tomis, a donde fue desterrado, en el año 17 después de Cristo. Murió solo en la actual Constanza (Rumanía), a orillas del Mar Negro.
Metamorfosis, con casi 12.000 hexámetros en 15 libros, es la obra maestra junto a Odisea, de Homero, "el libro más influyente en toda la tradición literaria occidental, desde la Alta Edad Media al Renacimiento y el Romanticismo", afirma Carlos García Gual, experto en el mundo clásico griego que se rinde ante la grandeza de Ovidio.
La frase "y el mito se hizo poesía es un aserto que le conviene sobre todo a Ovidio y a sus Metamorfosis", aseguran María Consuelo Álvarez Morán y Rosa María Iglesias Montiel, expertas en el poeta latino y traductoras de su obra, además de catedráticas de la Universidad de Murcia. "Si bien es cierto que las epopeyas homéricas, inicio de la literatura clásica occidental, son eminentemente mitológicas", añaden las expertas, "la transmisión organizada de los mitos se ha hecho a través de las compilaciones en prosa de los primeros mitógrafos, genealogistas e historiadores, muchas de las cuales se han perdido, y que conocemos gracias a obras de época imperial. Pero son las Metamorfosislas que han convertido a Ovidio en un poeta-mitógrafo. Podemos considerarlas un auténtico manual mitográfico del que apenas nada está ausente. Es un catálogo universal de las tradiciones míticas, pero un manual que, a diferencia de los compendios en prosa, es un gran epos".
Los versos ovidianos organizaron el caos mitológico y fijaron nuevos nombres para aquellas criaturas griegas. Zeus paso a llamarse Júpiter, Hera paso a ser Juno, Afrodita Venus, Poseidón Neptuno, e, incluso, Hermes, el mensajero de todos esos dioses, pasó a ser Mercurio...
No existe artista o intelectual grande que se haya resistido al poder seductor de esta obra maestra grecolatina: de Shakespeare a Picasso, pasando por Velázquez y Strauss. Como los vilanos, los versos de Ovidio han polinizado las artes y la vida.
Y así como el poeta romano refundó los mitos, también intentó desentrañar una de las cuestiones que más anhela y desvela al ser humano: el amor y el cortejo. Se acercó a sus misterios de alcanzarlo y de superar su partida. Lo hizo en Arte de amar y en Heroidas, cartas de grandes enamoradas. Fue admirado y desdeñado por ciertos pasajes tildados de lascivos. Augusto lo desterró a los confines del imperio romano, días dolorosos que Ovidio reflejó en Tristezas. Años en los que vivió su propia metamorfosis.
Zeus y Juno, pintura de Aníbal Carracci.
Y así como Ovidio dio luz a los mitos griegos, varios expertos iluminarán, a continuación, el legado del genial poeta romano. El primero en hacerlo es Carlos García Gual. Su erudición sobre el mundo clásico griego se referirá a ese traspaso de los mitos al latín, a la lengua que lo habría de traer hasta ahora mismo:
"Italo Calvino cita a Ovidio en Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela) como el primer maestro en el arte de la 'levedad' ( y también por otras virtudes narrativas allí sugeridas). Es su autor más citado, con Lucrecio, al sugerir los rumbos de la literatura moderna. Merecido elogio por su lírica apasionada y erótica, pero ante todo por sus Metamorfosis. Aquí su refinada erudición y su singular genio narrativo se combinan prodigiosamente en ese fascinante texto mitológico que ha sido con la Odisea el más influyente en toda la tradición literaria occidental, desde la Alta Edad Media al Renacimiento y el Romanticismo. En la poesía y las artes plásticas. Desde el Ovidio moralizado del siglo XIV a la época de Ticiano y Rubens y hasta finales del XIX los mitos griegos se difundieron en Europa gracias a esa fantasmagoría ovidiana. En forma de una épica didáctica y romántica -en miles de sutiles hexámetros- el poeta nos cuenta los enredos fantásticos de las transformaciones míticas de dioses, héroes y heroínas -Zeus, Dafne, Narciso, Acteón, Orfeo, y cien más- trenzando sus famosas historias en torno a la muerte y el amor. Con su asombroso dominio del verso, su destreza poética colorea y reaviva esa frondosa mitografía con tonos trágicos o irónicos, los reviste de ligereza y teatralidad, como nunca antes lo hizo nadie. (Basta compararlos con los textos de un mitógrafo como el docto Apolodoro, para advertir cómo reviven en su frescura y su patetismo ). Los mitos -griegos y no latinos- no eran ya para Ovidio textos religiosos, sino materia poética, pura literatura, cuentos fabulosos, fantasía evocada a la sombra de Pitágoras. En su poesía Ovidio resucitó la magia seductora de los inmortales relatos al revestirlos de pasión y belleza".
'La caída de Ícaro', de Peeter Gowy.
La incursión de Ovidio en el laberinto de los mitos griegos, la manera como los enfrenta y cómo sale glorioso la relatan María Consuelo Álvarez Morán y Rosa María Iglesias Montiel, expertas en al obra del poeta:
"El mito es para Ovidio fundamentalmente una narración que ha perdido parte de la veracidad tradicional que todavía se encuentra en Virgilio y que, por tanto, no pretende proporcionar soluciones morales ni está sometido a planteamientos metafísicos y, mucho menos, está referido al culto. El énfasis puesto por Ovidio en la función narrativa del mito lo revive y lo hace entretenido; esto se debe a la elección del tema metamorfosis que impone el tono de la obra, un tono no trágico, pues se convierten en la alternativa a la muerte. Además, ha metamorfoseado a las divinidades dotándolas de sentimientos humanos: hace que los dioses estén enamorados, sientan celos, griten, se peleen, pertenezcan a diferentes clases sociales y, por más que a veces sean objeto de un tratamiento serio y sean vengadores de los delitos humanos a la manera trágica, se banaliza su divinidad haciendo que su respuesta a los ruegos de los hombres tenga una importancia relativa. También hace una transformación recíproca con los hombres a los que extiende la conducta propia de los dioses, eliminando así las barreras entre esfera divina y humana. Esto se debe a la continua mezcla de seriedad y humor que impregna todo el poema. Lo que podemos llamar su lascivia, su constante juego con todo lo que hace, la constante metamorfosis de la poética que realiza en toda su producción literaria. Pues no podemos hablar de que el tenerorum lusor amorum, cantor de los tiernos amores, sea un poeta lujurioso, pues cuando canta amores de dioses y diosas, de dioses y mortales, y los amores humanos, resalta parejas estables desde Deucalión y Pirra hasta Pomona y Vertumno, y aquellas que lo habrían sido si la muerte no se hubiera cruzado en su camino.
Su epos no tiene un héroe épico, sino que es una armonización de mitos que finalizan en metamorfosis, entremezclados con otros en los que no hay un auténtico cambio de forma, presentando una épica alternativa a la que estaba en boga en su momento, la Eneida de Virgilio, sin rivalizar con ella, sino que la complementa incluso en aquellos pasajes en que se entre ven episodios heroicos del mantuano.
No podemos dejar de lado su auténtico papel de innovador. Gracias a él contamos con maravillosos relatos como los de Pan y Siringe, Eco y Narciso, Píramo y Tisbe, Sálmacis y Hermafrodito, Filemón y Baucis, los centauros enamorados Cílaro e Hilónome (que dejaron su impronta en la Centauromaquia de Piero di Cosimo de la National Gallery de Londres), la leyenda de Ifis e Iante, los itálicos Pomona y Vertumno, la creación de Macareo correlato del Aqueménides inventado por Virgilio, como compañero de Ulises. Pero, sobre todo, la invención de los tres triángulos amorosos de Glauco, Escila y Circe; de Circe, Pico y Canente; y, muy especialmente, el de Acis, Polifemo y Galatea que tanta repercusión ha tenido en literatura, pintura, escultura y ópera".
"Especie de milicia es el amor.
Perezosos, marchaos. Estas enseñas
no deben defenderla hombres tímidos.
Noche, invierno y caminos prolongados
y severos dolores y todas las fatigas
se hayan en este tierno campamento.
Sufrirarás a menudo la lluvia derramada
por la nube celeste, y muchas veces
helado yacerás en la tierra desnuda".
Fresco de Pompeya.
Ovidio quiso saber los misterios de aquello tan anhelado por el ser humano y que funciona como motor de su vida: el amor. Un enigma que desentrañó con con ternura, sabiduría y sentido común sobre el que ahora habla Juan Antonio González Iglesias. Este poeta y autor de libros como Eros es más (Premio Loewe de Poesía), profesor titular de Filología Latina en la Universidad de Salamanca y correspondiente en Salamanca de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga), trata de esclarecer ese maravilloso texto milenario llamado Arte de amar:
"Ovidio es un poeta erótico en el sentido pleno: en sus poemas de amor cabe el sentimiento dulce y el sexo directo. Eso lo convierte en un poeta completo, que al mismo tiempo es un excelente narrador. Por un lado, cuenta sus aventuras sentimentales en los Amores. Con la experiencia adquirida escribió el Arte de amar, que en realidad debería traducirse por Tratado o manual de seducción. Él, como maestro del amor, instruye a hombres y mujeres en las destrezas amatorias. Empieza por las primeras miradas ("tú miras los caballos, y yo a ti", eso hay que decirle, según él a una bella desconocida en el hipódromo). Llega hasta el encuentro sexual, celebrado con la misma belleza poética que los asuntos más delicados, quizá porque es el asunto más delicado. Dedica dos libros a los hombres y solo uno a las mujeres, pero en su descargo debemos decir que es un firme defensor del placer femenino. Considera que la mujer debe disfrutar igual que el hombre. Usa, en un golpe genial, la fórmula "ex aequo" para el orgasmo simultáneo de hombre y mujer. Es un enemigo de la doble moral. Defiende las palabras obscenas y ataca a las personas hipócritas. Solo por eso merece un lugar en el panteón de la modernidad. Por algo relacionado con su poesía erótica vivió desterrado los últimos años en un lugar remoto del Imperio Romano. Y en ese exilio murió. El poeta frívolo acabó escribiendo versos absolutamente serios. Su camino es el nuestro".
Arte de amar aborda diferentes temas: desde dónde conseguir a la amada o cómo lograr el amor de la amada o elección de la amada, la palidez del enamorado o promesas y regalos. Incluso hay pasajes dedicados al cuidado del cuerpo y el aseo y la presentación. Aquí también está el Ovidio narrador de mitos que relata el origen del amor:
"Una cosmogonía para el placer.
Una masa confusa hubo al principio
de seres en desorden, y una sola
faz formaban las estrellas,
tierra, océano.
Pronto el cielo se halló sobre las tierras,
ceñido por el mar fue el continente
y se retiró el Caos vacío a sus dominios.
La selva dio acogida y vivienda a las fieras,
a las aves el aire, y en el agua influyente
os quedásteis los peces escondidos.
Entonces el linaje de los hombres
erraba por los campos solitarios
y era fuerza tan solo y cuerpo bruto.
La selva era su casa, su aliento la hierba,
sus lechos los ramajes, y por un largo tiempo
ningún hombre fue de otro conocido.
Dicen que fue el placer con su ternura
el que ablandó sus fieros sentimientos.
Una mujer y un hombre se encontraron
en un mismo lugar. Lo que tenían
que hacer, sin maestro, solos lo aprendieron.
Sin ayuda ninguna de tratados
llevó Venus a cabo su dulce obra".
'El beso', de Gustave Klimt.
Dos milenios ha surcado la estela ovidiana su guía amorosa, y dos milenios después su vigencia es total. Pero antes que eso está la geografía del amor allí trazada por Ovidio analizada aquí por otro estudioso del tema: el filósofo Manuel Cruz, ganador del premio Espasa de Ensayo por Amo, luego existo:
"Un lector distraído podría sentir la tentación de interpretar El arte de amar como un mero manual de instrucciones para el amor. Hay que reconocer que algo de ello tiene la obra, ciertamente, e incluso que una interpretación así resulta atractiva en la medida en que permite registrar, al contraluz de los siglos, los parecidos y las diferencias con nuestros actuales usos y costumbres amorosos. En efecto, nada más fácil, aceptando dicha lectura, que constatar los aspectos que, casi asombrosamente, parecen permanecer a lo largo del tiempo: el cortejo, la coquetería, la seducción y otras variantes de eso que algunos hasta hace no tanto gustaban de denominar, en un alarde de metafísica cursi, el eterno femenino (y que creían que quedaba certificado en afirmaciones del poeta romano como "las mujeres lo negarán o lo aceptarán, pero lo que siempre quieren es que se lo pidamos").
Pero tal vez ayudaría más a comprender lo que nos une y lo que nos separa de esta obra atender a las reacciones que desató. Cuando se constata que el protector de Ovidio, el emperador Augusto, lo desterró por considerar que las enseñanzas que contenía el texto eran contrarias a la moral oficial lo que queda en evidencia es que nos encontramos ante un gran libro libre, así como que el poder puede reprimir (como gustaba de hacer en el pasado) o banalizar (como prefiere hacer hoy) el placer, pero bajo ningún concepto acepta que la gestión de la felicidad sea cosa de los propios individuos".
El dolor y el arte del destierro
'Ovidio desterrado de Roma', de William Turner.
Ovidio vivió durante el imperio de Augusto. Tras un enfrentamiento con el emperador por pasajes considerados como lascivos en Arte de amar, Ovidio fue desterrado de Roma. Era el año 8 después de Cristo. Terminó en Tomis, hoy Constanza (Rumanía) a orillas del Mar Negro donde murió solo. El dolor del exilio impuesto lo plasmó en Tristezas, cinco libros de poesía elegíaca en forma epistolar. Aborda varios temas, pide perdón a Augusto. Solo recibe silencio. Pide perdón y ayuda a familiares y amigos para que le ayuden a retornar a su amada Roma. Más silencio. La esperanza se desvanece. Echa un vistazo a la vida, a su vida allí, desconocida. Lamentos. Silencios. Resignación. Nobleza.
Ovidio vive su propia metamorfosis. Se reinventa en Tomis para sobrevivir.
Escribe Tristezas. Sus últimas palabras las dirige a su esposa, que lo ayudó a apurar sus amarguras. Esta es su voz, sus penúltimas palabras:
"Condúcete de modo que nadie pueda tacharme de lisonjero; sálvame y guarda la fidelidad que me juraste. Mientras vivimos juntos, tu virtud resplandeció sin la menor nube, y tu probidad intachable mereció mis alabanzas. Tampoco se ha desmentido después de mi desastre, y así acabe de coronar su obra tan magnífica abnegación. Ser buena es muy fácil cuando los obstáculos están remotos y nada se opone a que la esposa cumpla sus deberes; mas si un dios nos intimida con sus truenos, la verdadera piedad, el amor verdadero, consisten en arrostrar la tormenta. Rara es la virtud que no gobierne la fortuna y se sostenga firme cuando ésta desaparece; mas si la mujer espera por único premio la virtud misma, y se revela valerosa en los días de la persecución, huelga calcular el tiempo; su fama resuena en el transcurso de los siglos, y la admiran en todos los pueblos del orbe. ¿No oyes cómo después de tantos años se tributan elogios que eternizan su nombre a la fidelidad de Penélope? Mira cómo se celebra a la esposa de Admeto, a la de Héctor y a la hija de Ifis, que no vaciló arrojarse a las llamas de la pira, y cómo vive la fama de la reina de Filaces, cuyo esposo se precipitó el primero en la tierra de Ilión. No necesito tu muerte, sino tu amor y tu fidelidad; puedes recabar alta gloria sin difíciles sacrificios; ni vayas a suponer que te aconsejo esta conducta porque no la sigues: izo las velas aunque mi barca se ayude con el remo; quien te persuade a obrar como ya obras, te alaba con sus avisos, y aprueba tu proceder con sus exhortaciones".
Bibliografía:
Metamorfosis. Ovidio. Traducción de Consuelo Álvarez y Rosa María Iglesias. Ediciones Cátedra.
Amores. Arte de amar. Ovidio. Edición de Juan Antonio González Iglesias. Ediciones Cátedra.
Arte de Amar. Ovidio. Edición y traducción de Antonio Ramírez de Verger. Espasa
El arte de amar. Ovidio. Editorial Verbum
Este artículo fue publicado originalmente en la web de WMagazín, la revista literaria online dirigida por el periodista Winston Manrique Sabogal, un espacio para conversar con sosiego sobre literatura, donde él es cronista de encuentros, reportajes y entrevistas a ambos lados del Atlántico, y los lectores son los coautores, con sus lecturas y comentarios.