No lleva ni un mes en el cargo y Liz Truss ya no convence ni a los suyos
Para Liz Truss, los próximos días en Birmingham rodeada de los miembros de su partido serán más para soportarlos que para disfrutarlos.
Una conferencia del Partido Conservador británico un mes después de convertirse en primera ministra debería ser un evento ilusionante para cualquier nuevo líder.
Sin embargo, para Liz Truss, los próximos días en Birmingham serán más para soportarlos que para disfrutarlos.
Los Tories se reúnen para su encuentro anual con una economía en caos y las encuestas predicen que su partido apunta a un rotundo declive en las próximas elecciones.
Un exministro del gabinete que apoyó a Truss en la contienda por el liderazgo ha declarado: “La conferencia va a ser una Mierda, así, con mayúscula”.
Otro diputado tory les ha dicho a sus colegas que el partido ha acabado “jodido por Truss”.
Las cosas empezaron a ir tremendamente mal para la primera ministra en cuanto su canciller y estrecho aliado, Kwasi Kwarteng, presentó un minipresupuesto de la semana pasada.
Cumpliendo con la promesa de Truss de acabar con la “ortodoxia” del Tesoro, Kwarteng anunció la abolición del tipo impositivo del 45% para los que ganan más de 150.000 libras al año, así como la supresión del límite de las primas de los banqueros.
El tipo básico también se reducía del 20% al 19%. Además, se anulaba la subida de la seguridad social y se suprimía la subida prevista del impuesto de sociedades.
En total, se iban a suprimir 45.000 millones de libras de impuestos, financiados con un enorme aumento de la deuda pública.
A falta de evaluación por parte de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria de lo que significaba todo eso para las finanzas públicas, el veredicto de los mercados monetarios internacionales fue rápido y brutal: el valor de la libra se desplomó y el coste de los préstamos públicos se disparó.
Esto llevó a pronosticar que los tipos de interés podrían alcanzar el 6% el año que viene, lo que suponía un duro golpe para las personas con hipotecas y para aquellos que se lo estaban pensando.
En un movimiento muy inusual, el Fondo Monetario Internacional emitió una declaración instando al gobierno a “reevaluar” su estrategia, mientras que el Banco de Inglaterra se vio obligado a rescatar las pensiones con 65.000 millones de libras para garantizar la “estabilidad financiera” de Reino Unido.
Después de días de silencio, Truss finalmente dio la cara en una serie de desastrosas entrevistas en la radio, durante las cuales culpó a la guerra en Ucrania de causar la incertidumbre económica global e insistió en que el gobierno no cambiaría de rumbo.
En cuestión de horas, aparecieron varias encuestas de opinión que daban a los laboristas una enorme ventaja para las próximas elecciones, con una encuesta de YouGov para The Times que situaba al Partido Laborista de Keir Starmer con una asombrosa ventaja de 33 puntos sobre los Tories.
Finalmente, Liz Truss y su canciller, Kwasi Kwarteng, han tenido que dar marcha atrás en este paquete de medidas fiscales que eran el buque insignia de su programa electoral. Pese a ello, los expertos creen que en los mercados financieros no se verá reflejado para bien este cambio de rumbo.
En la conferencia de este miércoles, Truss no solo debe convencer a su partido de que está a la altura del cargo, sino que también debe mostrar al país que su gobierno puede cambiar las cosas y, al mismo tiempo, transmitir a los mercados la noción de que Reino Unido no es un caso económico perdido.
Muchos diputados Tories, especialmente los que no tienen futuro bajo un gobierno de Truss, van a responder al pesimismo que envuelve al partido no presentándose en Birmingham para la conferencia.
“Muchos están descontentos por la forma en que fueron despedidos”, dice una fuente del partido.
“Les han echado a la calle y ahora hay mucha gente que está esperando su momento y pensando en dimitir”.
“Corre un cierto mal humor, como era esperable teniendo en cuenta que algunos han perdido sus cargos, pero la gran mayoría del partido quiere que la primera ministra tenga éxito”, sostiene un diputado.
Otro diputado explica: “La gente está cabreada, pero sería ridículo volver a cambiar de líder después de tan poco tiempo”.
Otro añade: “Yo no voté a Liz, pero se ganó el voto de los afiliados. Todo el partido tiene que unirse y darle tiempo y espacio para que ponga en marcha sus políticas”.
Como muestra de las profundas divisiones que existen dentro del partido, un diputado comparó a los partidarios de la primera ministra con la secta religiosa de los Davidianos de la Rama “apoyando a David Koresh mientras el complejo se incendia”.
Un asistente comenta: “Soy el orgulloso dueño de un graduado en secundaria con suspenso en matemáticas y hasta yo podría dirigir la economía mejor que este grupo de oportunistas”.
Por su parte, el diputado Charles Walker afirma que su partido debe prepararse ahora para ser el partido de la oposición.
“Es difícil argumentar ahora que los conservadores podemos ganar las elecciones generales. Sospecho que la conversación ahora es por cuánto las perderemos”.
Sin embargo, otra persona del partido se muestra más optimista: “Las encuestas son el mayor motivo de preocupación, pero estamos en un gobierno formado a mitad de mandato durante una crisis económica, que acaba de salir de unas elecciones de liderazgo muy lesivas”.
“Era evidente que las encuestas iban a ser malas y tampoco ayudan las constantes críticas de nuestros diputados conservadores. Liz solo tiene que mantenerse firme, quitarse de encima lo impopular y los resultados deberían llegar antes o en las próximas elecciones”.
“El gobierno tiene ahora la opción de apostar por el crecimiento o moverse con cautela”, comenta otra persona del partido.
“Mientras que movernos con cautela complacerá al mercado ahora, llevará a la derrota cuando lleguen las elecciones. La otra opción es apostar por el crecimiento soportando efectos adversos a corto plazo, pero a medio o largo plazo podría salir muy bien”.
Sin embargo, el enfado de los Tories por el impacto del minipresupuesto va en aumento, y algunos diputados han instado públicamente a la primera ministra y al canciller a dar marcha atrás.
De lo contrario, muchos Tories estaban dispuestos a unir fuerzas con la oposición para intentar derrotar al gobierno.
Mientras se prepara para dirigirse a los votantes del partido, Liz Truss sabe que ya está luchando por su vida política, apenas cuatro semanas después de tomar el relevo de Boris Johnson en el número 10.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.