Ni contigo ni sin ti
Las claves de la semana
Ya lo decía la copla, y lo sabe ahora el presidente del Gobierno. Parejas imposibles. En política, se entiende. Aquello del "Ni contigo, ni sin ti, tienen mis males remedio; contigo porque me matas, y sin ti porque me muero"... Pues lo mismo.
Si Pedro Sánchez quiere evitar una hemorragia electoral en toda España como la que ha tenido el PSOE en Andalucía no puede permanecer un minuto más del lado del independentismo. Pero si aspira a ser investido de nuevo, les necesita. Para ganar elecciones, ha de mantenerles lejos. Para gobernar, lo más cerca posible. Es lo que tiene el multipartidismo, que no dará mayorías absolutas en mucho tiempo y que el actual será, con seguridad, el último Gobierno monocolor en lustros.
He aquí el dilema. ¿Un 155? ¿La Ley de Seguridad Nacional? ¿La de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado? Cualquiera de ellas sirve para soltar amarras y transmitir la firmeza por la que clama el electorado socialista contra el independentismo, poco dado a según qué veleidades con quienes se saltaron la Constitución para declarar la independencia. Lo piden a gritos aquellos alcaldes y presidentes autonómicos que en mayo se someterán de nuevo al veredicto de las urnas. Y no sólo.
Esta semana que acaba los presidentes socialistas de Aragón y Castilla-La Mancha han roto el silencio en el que se refugiaron tras su apuesta fallida por Susana Díaz en las primarias del PSOE. Lo que está en juego ya no es el liderazgo del partido, sino sus propios gobiernos. Y lo que demandan es firmeza, un puñetazo de Sánchez sobre la mesa para que acabe la política de apaciguamiento a la que Torra, por su parte, no ha respondido más que con una nueva llamada a la confrontación y el unilateralismo.
La posición de Lambán y Page trasciende no obstante el ámbito de los territorios. Esta vez no es una guerra de barones contra Sánchez. Es una cuestión de supervivencia. Y el mismo temor que existe en Aragón, Castilla-La Mancha o Extremadura -aunque Fernández Vara lo exprese de otro modo- a que la crisis catalana arrase con los gobiernos del PSOE, existe en la dirección federal, en La Moncloa y hasta en la mesa del Consejo de Ministros.
Los ministros de marcado perfil político se dividen hoy entre partidarios de una respuesta inmediata a los últimas bravatas del secesionista y defensores de mantener el diálogo y no adoptar medidas drásticas. Entre los primeros, el sufrido José Luis Ábalos -a quien lo mismo ordenan salir en público a defender una posición como la contraria- y el titular de Exteriores, Josep Borrell, que ha defendido sin ambages el fracaso de "la política del ibuprofeno" para rebajar la tensión con Cataluña. Entre los segundos, la vicepresidenta y la ministra Batet, cuyo perfil ha ido de más a menos desde que se incorporó al Gabinete de Sánchez, pese a ser la titular de la Política Territorial.
De ninguno de ellos hay duda sobre su abnegada militancia en el "pedrismo" pero tampoco de su manifiesto agotamiento por el ejercicio de esgrima con el que La Moncloa amaga pero no da respuesta a las últimas provocaciones de la Generalitat. Y eso que, más allá de los datos que difunde el CIS, en el Gabinete monclovita ya se manejan encuestas que detectan una considerable caída del socialismo en intención de voto y en simpatía.
De ahí que, igual que en la dirección federal y en los territorios donde gobierna la marca, el Consejo de Ministros también esté dividido ante la gestión de la crisis catalana y el momento en el que Sánchez debe solemnizar la ruptura de la mayoría que hizo posible la moción de censura, disolver las Cámaras y convocar elecciones. Cada día que pasa es un día más de desgaste, dicen quienes apuestan por pasar cuanto antes por las urnas. Cada día que pasa es un día ganado, defienden los que prefieren aguantar a otoño de 2019 y no pierden la esperanza de que los partidos catalanes permitan la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado.
Quien decide, claro, es el propio Sánchez, que después de elevar el tono contra el independentismo tras el fracaso electoral del 2-D y anunciar, a través de su portavoz electoral que habría consecuencias a la vía eslovena blandida por Torra, al corte de carreteras de los CDR y a la inacción de los Mossos, echó el freno y liquidó el asunto con tres requerimientos a la Generalitat para saber las intenciones del independentismo.
Lo que iba a ser esta semana una ruptura definitiva con el independentismo que pondría en evidencia el argumentario de la claudicación que ha instalado la derecha, acabó en un "hay que esperar" hasta ver qué ocurre el próximo día 21 cuando el Consejo de Ministros se reúna en Barcelona.
Agotado el periodo de gracia de Sánchez y del "Gobierno bonito", el campo de juego vuelve a estar embarrado de tal forma que el independentismo maldice al presidente por no darle una salida y la derecha le demoniza por haber claudicado. Y mientras, La Moncloa medita.
El 21-D, cuando se cumple el primer aniversario de las últimas elecciones catalanas, se antoja decisivo para despejar la incógnita sobre el final de una Legislatura que ya comenzó agónica. Será entonces cuando Torra tendrá que demostrar si se sitúa o no de nuevo al lado de los radicales que han llamado al boicot y Sánchez, si le queda o no alguna salida para continuar.
El tiempo juega en su contra. Pablo Casado ha recuperado la iniciativa de una derecha que ya ha entrado en campaña electoral a la espera de que el presidente ponga la fecha y abra las urnas. Como lo piense mucho igual ya sus males, como en la copla, no tienen remedio.