Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto
¿Es el sistema del arte un espacio no seguro para la denuncia de las violencias patriarcales?
Como si fuera una premonición, la película que da título a este texto anticipaba, hace 25 años, lo que hoy nos encontramos en el sector de las artes en España, que nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.
Existe un pacto no escrito por el cual solo se habla (y cuando se hace) de una única asesinada por el machismo en el arte: Ana Mendieta. Quizá que su muerte ocurriera en 1985 no es casualidad, es decir, que si la tragedia tiene suficiente tiempo no supone ningún compromiso a la hora de posicionarse. Sin embargo, ¿no les resulta curioso que en estos más de cuarenta años desde el fallecimiento de la artista cubana no se haya hablado de ningún caso más de violencia de género en el sistema del arte?
Hace unos días era asesinada la curadora Rebeccah Blum, de 53 años, afincada en Berlín y conocida por su labor en el comisariado independiente donde había impulsado decisivamente la escena de artística alemana. Blum aparecía muerta en su piso de Berlín, a mano del fotógrafo británico Saul Fletcher, que se ha suicidado después. La noticia, que no ha sido publicada en ningún medio español dedicado a las artes, ha sido difundida por medios como ArtForum, The Art Newspaper o ArtNews, entre otros. Este último, además, cuenta que un portavoz de la fiscalía de Berlín confirmaba el asesinato: “Según el estado actual de las investigaciones, [Fletcher] mató primero a la mujer [Rebeccah Blum] y luego se suicidó. Las investigaciones sobre las causas de la muerte y las circunstancias del crimen siguen en curso”.
En toda su larga trayectoria, Blum había llevado a cabo, entre otras cosas, iniciativas como Blum Fine Art Management y Satellite Berlin, plataformas para fomentar la internacionalización artística; también dirigió distintos espacios y galerías con la finalidad de unir las artes a la edición literaria, la ciencia o el diseño. Blum fue una de las primeras en promover un espíritu colaborativo y no jerárquico en las iniciativas que llevó a cabo.
¿Es el sistema del arte un espacio no seguro para la denuncia de las violencias patriarcales? ¿Qué lleva a (no) publicarse el asesinato machista de una curadora a manos de un fotógrafo? ¿Por qué en más de cuarenta años no se ha hablado de la violencia de género dentro del sistema en el que trabajamos? Quizá deberíamos preguntarnos, de manera crítica, por qué no hemos sido capaces de crear espacios feministas, seguros, en un sistema precario y basado en relaciones de poder (que lógicamente condiciona, más que nada, la decisión de denuncia o no de casos de abusos, agresiones o violencia de género).
¿Por qué no se ha difundido masivamente el caso de Blum en el contexto español? ¿Por qué nadie ha puesto el grito en el cielo? ¿Por qué no existe un posicionamiento claro y sin fisuras contra la violencia de género y se denuncia en los espacios del sistema del arte, desde medios de comunicación a museos? ¿Por qué si digo el nombre de Nokuphila Kumalo, asesinada a manos del artista Zwelethu Mthethwa, nadie sabe de qué hablo?
Me resulta sorprendente, por triste, el silencio patriarcal ante este caso. Sí, algunos me dirán que era una curadora afincada en Berlín sin nada que ver con el contexto español; ArtNews y ArtForum tienen sus sedes en Nueva York, y hasta el diario argentino Clarín se ha hecho eco. Quizá resulte, efectivamente, que al sistema del arte le hace falta mucho feminismo y compromiso democrático contra la violencia machista, sin concesiones. O rompemos el silencio cómplice o seguiremos perpetuamente, y por más de cuarenta años, en un relato que ampara la violencia y donde, al parecer, nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.