Nadal y el número 1: un retorno basado en la pasión
"¿Te das cuenta, Rafael? Tus probabilidades de llegar a ser un profesional son una entre cinco. Así que no te emociones con la victoria de hoy. Aún te queda mucho camino que recorrer, y es un camino difícil. Y que lo recorras depende de ti". Estas palabras eran disparadas por Toni Nadal a un Rafa en edad temprana. Lo cuenta John Carlin en el libro Rafa, mi historia.
"Me despierto todos los días con ganas de ir a entrenar y mejorar en mi tenis [...] Cada día entro a la pista para probar algo nuevo porque necesito perfeccionarme si quiero seguir mejorando". Esto lo cuenta un hombre que, por cuarta vez en su carrera (2008, 2010, 2013, 2017), acaba una temporada como número 1 mundial.
El trabajo constante, la actitud y la superación son palabras bien conocidas por Rafa Nadal; un jugador para el que se han acabado los calificativos; para el que la palabra reinvención se queda corta porque reinventarse y volver a entrar en escena es casi un hábito inherente a su persona. Porque, para el manacorí, los límites son mentales.
En París-Bercy se pone fin al misterio del número 1 mundial tras una carrera frenética con Roger Federer dentro de una temporada de ensueño para el espectador de este deporte desde que, el pasado 29 de enero, ambos disputaran de nuevo una final de Grand Slam, la del Abierto de Australia.
Seis títulos, entre ellos dos Grandes (Roland Garros y US Open) y dos Masters 1000 (Montecarlo y Madrid) en un total de diez finales dentro de un 2017 para el recuerdo en el que ya, con 31 años, Nadal se ha convertido en el tenista más longevo de la Historia en finalizar un curso en lo más alto.
Los problemas de muñeca de 2016 son Historia. El Nadal de este año engulló de lleno al de antaño, cuando la confianza en sí mismo estaba bajo mínimos. Van 66 victorias en lo que va de periplo. Y aún queda Londres. En la ciudad del Támesis levantará el trofeo que lo acredita como mejor tenista del planeta. Casi nada. El camino hasta él ha supuesto una auténtica prueba de fondo solo apta para personas que ponen, por encima de todas las cosas, la pasión por aferrarse a lo que aman.
Y esa es la clave, no hay más: la pasión. Porque sin pasión no se va a ningún lado. Porque sin pasión todo deja de tener sentido. Nadal ha demostrado que, en horas bajas, esa es la gasolina que pone en combustión su motor. Y que agarrándose a ella, como a ninguna otra cosa, todo tiende a allanarse. Aunque por en medio aún haya y habrá muchas (muchas) piedras de toque.
Ese es el basamento que le impuso Toni, quien en septiembre lo vio levantar su último Grand Slam como técnico; quien se despedirá del banquillo del balear para asumir nuevos roles al frente de la Academia del tenista en Manacor, su ciudad natal; quién aplaudía, casi tímidamente, en la grada parisina. Nadal lo ha vuelto a hacer.
La primera vez fue el 18 de agosto de 2008, con 22 años. Desde entonces, cuatro etapas en lo más alto con un total de 152 semanas liderando. Solo Federer (302), Sampras (286), Lendl (270), Connors (268), Djokovic (223) y McEnroe (170) han pasado más que él desde el año 1973.
Pero hoy poco importan los números o las unidades que vaya sumando, de aquí en adelante. Nadal está satisfecho y feliz porque su retorno hasta la posición privilegiada lo ha puesto a prueba en un ejercicio de comprensión y reflexión con uno mismo que a más de uno habría quemado mentalmente.
No es volver en sí, es cómo ha vuelto. Pulverizando registros. Logrando el mayor salto para acabar número 1 desde que Roddick pasase del décimo puesto al primer escalafón en el año 2003. Silenciando toda crítica.
"Viven confundidos: no entienden que la gente no es especial por ser quien es, sino por hacer lo que hace". Bendita sapiencia, Toni.
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