Naciones Unidas: expectativas vs. realidad
"Escuchemos las campanas de alarma. Nos enfrentamos a un mundo plagado de problemas". Esta fue la advertencia que recientemente lanzó António Guterres, secretario general de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), durante su última comparecencia frente a la Asamblea General del organismo.
En lo que a volatilidad geopolítica se refiere, 2018 fue un año corrosivo en el que la ONU no siempre pudo jugar un papel estabilizador. En Afganistán, la región de Rakhine en Myanmar, el este de Ucrania o Palestina, por mencionar algunos ejemplos, la organización fue incapaz de mediar soluciones duraderas.
Pero el año pasado no solo supuso fracasos. Por ejemplo en diciembre, la organización consiguió que 164 países (aunque a principios de enero Brasil anunció que abandonará el acuerdo) adoptaran el Pacto Mundial por la Migración. Este acuerdo no vinculante está diseñado para fortalecer la colaboración regional e internacional en la gestión de flujos migratorios, y otorgar mayor protección a los inmigrantes en lo referente a derechos humanos.
A nivel interno, un importante logro burocrático del organismo internacional ha sido la reforma de su sistema de coordinadores de proyectos en el terreno. Desde el 1 de enero, las más de 130 oficinas que coordinan el trabajo de campo de la ONU alrededor del mundo tienen mayor autonomía de decisión con respecto a la sede en Nueva York. Esta reforma es parte de una ambiciosa reestructuración del vasto engranaje de la organización que también abarca las áreas de administración de la secretaria y el pilar de paz y seguridad.
Reformas que llegan al tiempo que la ONU alcanza paridad de género entre sus altos cargos directivos – un logro aún no reflejado en el resto de rangos y departamentos del organismo.
Prioridades, conflictos y trabajo duro
La semana pasada, durante el Foro Económico Mundial en Davos, António Guterres destacó sus tres prioridades: 1) Demostrar a los reacios al multilateralismo que la ONU es un actor vital en la resolución de problemas globales; léase, por ejemplo, el cambio climático; 2) simplificar y hacer más transparente la burocracia de la organización, tal y como hemos visto antes; y 3) resaltar el valor añadido del organismo; léase, por ejemplo, mediar entre los grandes poderes geopolíticos.
Como recientemente indicó el propio Guterres, "necesitamos volcar más recursos en lo que hemos demostrado es eficiente en la reducción de la pobreza y la desigualdad, al mismo tiempo que logramos economías fuertes e inclusivas capaces de salvaguardar el medio ambiente". En este último aspecto, una fecha clave será el 23 de septiembre. Día en el que se celebrará la Cumbre de Acción por el Clima, que intentará movilizar a la iniciativa pública y privada para, entre otros objetivos, aumentar la financiación con que combatir el cambio climático.
En el marco geopolítico Siria, donde se libra uno de los conflictos más letales desde la II Guerra Mundial, aún representa uno de los mayores desafíos para la organización. El noruego Geir O. Pedersen, nuevo enviado especial de Guterres para el país, intentará mediar una solución política a un conflicto en el que el régimen de Bashar al-Assad, con el apoyo de Rusia e Irán, parece haber prevalecido tras una guerra civil que ya se ha cobrado más de 500.000 vidas.
Más al sur, en Yemen, donde se vive una de las peores crisis humanitarias del siglo XXI, una tregua mediada por la ONU en diciembre (el Acuerdo de Estocolmo) ha evitado una devastadora confrontación militar en la importante ciudad portuaria de Hodeida. Como resultado, 75 observadores están actualmente desplegados en la región para apoyar la implementación del acuerdo y verificar el retiro de fuerzas rivales en la ciudad yemení.
Otro país donde el organismo internacional ha alcanzado cierto éxito diplomático es Libia, donde en general se sigue respetando un alto el fuego mediado por la ONU. Sin embargo, como recientemente indicó el jefe de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), el país continua secuestrado por una "lucha entre entidades e individuos, alimentada por ambiciones personales y perpetuada por instituciones rotas."
África ocupa gran parte del trabajo de mantenimiento de paz y seguridad de la ONU. Con niveles de inestabilidad galopante en países como Malí, Sudán del Sur, Somalia, la República Centroafricana o la República Democrática del Congo, el continente alberga siete de las catorce misiones de paz desplegadas por la organización.
Y por si todo esto fuera poco, la situación en Venezuela acaba de abrir otra herida en el Consejo de Seguridad. La crisis presidencial del país latinoamericano pone en evidencia las mismas divisiones (Rusia y China opuestas a cualquier tipo de injerencia extranjera) que han bloqueado la acción del órgano en conflictos como el sirio y el ucraniano.
Ingenuamente, de la ONU siempre se espera que sea capaz de mediar o resolver todas las crisis más apremiantes que estallan en el planeta. Como hemos visto, la realidad es muy diferente. 2019 no será una excepción.