Mujeres invisibles
Últimamente tengo una obsesión: mirarme en todos los espejos, escaparates y superficies reflectantes que encuentro por el camino. Si viajo en el metro, no me quedo tranquila hasta que no distingo mi figura en el cristal del vagón. Si me siento en un café, agacho la cabeza para verme reflejada en el servilletero. Y en ocasiones, cuando llevo mucho tiempo sin cruzarme con ningún espejo, saco nerviosa el estuche de polvos de mi bolso para mirarme dentro. ¡Uf! Sigo aquí. Respiro aliviada. No me malinterpreten, no es vanidad y mucho menos coquetería. Me da igual si estoy despeinada o si me ha salido un grano en mitad de la cara. Me miro por lo del mal que nos aqueja últimamente a las mujeres. Ese que nos vuelve incorpóreas e invisibles en los espacios profesionales. Se comenta que nueve de cada diez tituladas universitarias lo padecen. Los síntomas son repentinos y evidentes: volatilizarse, desaparecer, no estar y no contar para comités, premios, congresos, jurados y cualquier evento que reúna a personajes destacados. No te busques, tu imagen no estará ni en los espejos del lavabo.
Hace apenas unos días se retiraba la polémica muestra de arte encargada por el Gobierno canario a dos comisarios (hombres). La exposición, recogía las pinturas y poemas más relevantes de la tradición canaria del siglo XX. De los 37 artistas tan sólo 3 eran mujeres. Uno de los expertos catedráticos aseguraba en sus declaraciones que las mujeres no tenemos el nivel suficiente. He aquí otra de las manifestaciones de este molesto trastorno: las mujeres obtenemos más grados universitarios que los hombres (un 48% frente al 35% masculino) pero resulta que ese título ¡no sirve de nada en la vida real! Somos competentes mientras estudiamos pero al cruzar la puerta de la universidad ¡flus! nuestro conocimiento se evapora como el gas.
Si todavía no creen que esta epidemia es muy real, sólo tienen que echar un vistazo a los famosos Premios Nobel, en los que un año más las mujeres brillan por su ausencia. No es que no haya grandes mujeres científicas, físicas, químicas, economistas o literatas cuyos logros sean reseñables... es que no salen en la foto. Se ha probado varios años seguidos a vestirlas con chaqué y corbata, pero nada. Al revelar las imágenes aparecen todas con cara de hombre. ¿Es como para asustarse o no? "Las mujeres que se convertían en hombres en las entregas de premios" podría ser el título de una saga entera de ficción o unos cuantos capítulos de Cuarto Milenio.
Luego está el tema de los dichosos carteles: los únicos que figuran son sólo tíos. Esta semana se ha celebrado el II Congreso de columnistas de León, que publicó un primer cartel con 12 hombres y ninguna mujer. Algo absolutamente inaudito: si para algo se nos ha usado siempre a las mujeres ha sido para decorar carteles, pero cuando la promoción es de un acto profesional afeamos, molestamos, sobramos.
También se acaban de celebrar en Madrid los Premios de Gastronomía Global. ¿Adivináis cuantas mujeres había? Ninguna. La gala, organizada por la Academia Madrileña de Gastronomía, era "un homenaje y reconocimiento a la diversidad gastronómica". Fuentes cercanas aseguran que si pronuncias en la misma frase las palabras "premios", "gala", "homenaje" y "reconocimiento" extingues automáticamente la presencia de mujeres en 50 kilómetros a la redonda. Está muy bien que estos señores se preocupen por dar visibilidad a la diversidad de platos... pero ¿para cuándo a la diversidad de géneros en sus actos?
Lo mismo sucede en muchos otros ámbitos. En la televisión, por ejemplo, no se cuenta con mujeres expertas en las tertulias políticas. Parece que las mujeres no tenemos nada interesante que contar y nuestra única función sigue siendo la de posar. Hasta la propia consejería de Igualdad y Políticas Sociales de Andalucía ha organizado este fin de semana unas jornadas sobre música, industria, creación y oportunidades en las que tampoco figura ninguna mujer. Cero. Nada.
Todo esto ha sucedido en una semana en España. Si multiplicamos todas las semanas del año por todos los países del mundo, la cantidad de mujeres profesionales que desaparecemos del mapa es monumental. Me pregunto dónde iremos a parar... si existirá algo así como un cementerio de estudiantes femeninas que tienen su título universitario intacto y sin estrenar o una papelera de reciclaje de grandes profesionales desde la que se nos pueda rescatar. ¡Porque existir existimos! Otra cosa muy distinta es que algunos hombres no nos vean porque tienen la mirada de género aún sin graduar.
Y ahora, si me disculpan, voy a mirarme en el espejo otra vez. Tengo dos carreras y dos master... y todas las papeletas para desaparecer.