Muere Josep Almudéver Mateu, el último brigadista internacional
Francés de origen, tenía 101 años y con apenas 17 se enroló para defender a la II República española.
Ha muerto el último brigadista internacional que quedaba. Se llamaba José Almudéver Mateu, tenía 101 años y era de origen francés. Según informa el diario Levante, este hombre “fuente inagotable de vitalidad, compromiso político y perseverancia” vivía en Alcàsser, pero había nacido en Marsella, cuando los padres estaban trabajando en Francia. Tenía, por ello, la doble nacionalidad, española y francesa. A la semana del golpe de Estado, en 1936, ya se alistó para defender a la II República.
Según este diario, cuando dio este paso comprometido no tenía ni la mayoría de edad, sino apenas 17 años. Tuvo que falsificar su documentación para decir que era mayor. Se alistó en la columna Germania, “pero no lo dejaron combatir”, detalla Josep Antich, cronista de Silla, en el artículo. Al final, pudo sumarse a la columna Pablo Iglesias, que como su nombre indica estaba organizada por el Partido Socialista, y su destino fue el Frente de Aragón. Allí fue herido por un obús. Ya recuperado, y con pasaporte galo, ingresó en las Brigadas Internacionales en la batería Carlos Roselli alojada, en el Molino de Magalló de Silla. Con ellos combatió hasta que el Comité de No Intervención los desmovilizó, indica el texto.
Llegó a irse a Marsella en 1938, como refugiado, poco antes de acabar la Guerra Civil, pero el tesón de Almudéver lo llevó, de nuevo, a regresar al frente de batalla. Llegó la derrota y, con ella, su arresto. En abril de 1939 fue encarcelado en los campos campos de concentración de Los Almendros en Alicante y el de Albatera; así como en las cárceles de Porta-Coeli, la Modelo y Aranjuez, donde fue condenado a muerte por el delito de “auxilio a la rebelión”. Finalmente, le conmutaron la pena por 30 años de presidio. Luego se le rebajó a 12 años pero, por buena conducta, logró salir en libertad condicional en 1942.
Lejos de apartarse del compromiso republicano, y aunque se había casado y formado una familia, decidió sumarse a la Agrupación Guerrillera de Levante, como enlace, hasta 1946, cuando fue detenido la mayor parte del grupo y él logró escapar, primero a Barcelona, luego a los Pirineos y, al fin, a Francia. Comienza entonces una vida de unidad con los exiliados, de asociacionismo y de testimonio de lo vivido, de defensa del republicanismo.
Su vida ha sido plasmada en conferencias libros y, especialmente, en un documental, llamado justamente El último brigadista. En vida, recibió el cariño u el agradecimiento de varias universidades y de los jóvenes, a los que relató su historia, sobre todo en la Comunidad Valenciana, donde tenía gran ligazón. Ostentaba la Alta Distinción que le otorgó la Generalitat, “por su compromiso de valentía y dignidad”.