¿Morir en el trabajo? Cómo lo podemos evitar
En el mundo diariamente fallecen 7.500 personas por causas atribuibles al trabajo.
Justo antes de terminar mi jornada de trabajo en el ente gestor de la salud y seguridad en el trabajo en Venezuela, llegó un profesional de los Servicios de Salud y Seguridad en el Trabajo de una empresa de alimentos a declarar un accidente laboral que resultó mortal. Llegó de prisa solo para estar dentro del plazo establecido por la norma y evitar la multa. No dijo el nombre del trabajador difunto. Escuetamente describió el suceso y solicitó de nuevo que le colocaran el sello a la declaración voluntaria del patrono. No habló de investigar las causas o de medidas para prevenir futuros accidentes laborales. No es nuevo que quien muere trabajando sea ignorado, se convierta en un sin nombre y, a lo sumo, forme parte de las estadísticas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima en el documento 100 años de seguridad y salud en el trabajo que en el mundo diariamente fallecen 7.500 personas por causas atribuibles al trabajo. Especifica que 1.000 son por accidentes de trabajo y 6.500 debido a enfermedades ocupacionales. Para Guy Ryder, Director General de la OIT “es un costo humano inaceptable”.
Este trabajador anónimo forma parte de esta estadística que nos presenta un panorama dramático y justifica que cada 28 de abril la hoy centenaria OIT conmemore el Día Mundial de la Salud y Seguridad, con el propósito de promover la prevención de los accidentes y las enfermedades de origen ocupacional. En este año la campaña asumió como lema: “Un futuro del trabajo seguro y saludable”, y busca sensibilizar a los actores claves, entre los que encontramos gobiernos, empresas, organizaciones de los trabajadores y profesionales del sector.
A propósito de lo expuesto, propongo una reflexión alternativa que evite en esta ocasión una larga exposición de estadísticas o los avances jurídicos-institucionales o científicos en este tema; que permita colocar el centro en lo que puede hacer cada persona para promover la prevención y en consecuencia se pueda trabajar para vivir.
Romper la indiferencia es la primera condición para prevenir efectivamente. Ello implica tomar conciencia del trabajo que se realiza. En términos prácticos podemos preguntarnos en colectivo ¿con quién o con qué trabajamos? ¿Qué medios utilizamos? ¿Qué actividad desarrollamos y cómo se organiza el trabajo? Lograr consenso sobre las respuestas permite identificar, en palabras de Óscar Betancourt, los procesos de trabajo y cuáles de estos son nocivos para la salud del trabajador o trabajadora, así como las causas precisas del peligro.
Respetar el miedo. Cuando se reconoce un peligro inminente es muy probable que experimentemos miedo, que no es otra cosa que una medida cautelar innata para preservarnos; en consecuencia hay que abstenerse de realizar la actividad o interrumpirla. Debemos prepararnos para que en estas situaciones límite podamos tomar la decisión correcta, a pesar de algunas presiones del contexto. Es mejor perder el empleo que la vida o parte de la salud.
Cultivar la curiosidad. No basta con saber si cada día vamos al trabajo y nos exponemos a un peligro, debemos buscar y acceder de manera deliberada a reflexiones, conocimientos y buenas prácticas que nos permitan proponer a la administración de la empresa y a los órganos estatales competentes medidas que eliminen los peligros para nuestra salud mientras trabajamos.
Actuar organizadamente. Los que trabajamos debemos articularnos en todos los niveles posibles para defensa de la salud en el trabajo. En la empresa hay que debatir, acordar y promover en colectivo medidas concretas para contar con un trabajo seguro y saludable. En la mayoría de las sociedades occidentales los avances legislativos se han dado gracias a grupos de interés, entre los resaltan los sindicatos o gremios de profesionales de la salud, que promueven iniciativas legales orientadas a la prevención de accidentes y enfermedades ocupacionales y en función de ellas desarrollan la institucionalidad.
No solo el trabajo enferma o mata. Somos seres que interactuamos en ámbitos sociales, el trabajo solo es uno de los momentos productivos donde participamos en la sociedad. En los lugares de no trabajo, los hábitos de consumo pueden afectar nuestra salud, por eso también debemos revisar nuestros comportamientos y hacer los cambios necesarios. Usted puede contar con un trabajo seguro y saludable, pero su salud puede verse afectada por cierta características de su dieta alimenticia, como el alto consumo de azúcares (como el que contienen, por ejemplo, gaseosas o refrescos). Cuidar nuestra salud es un asunto de tiempo completo.
Comparta las buenas prácticas o los aprendizajes en los procesos de defensa de la salud en el trabajo. La mayor parte de los contenidos aquí esbozados forman parte de un legado global que otros trabajadores y trabajadoras han aportado a través de la historia, solo me he permitido ordenarlos de manera que puedan inspirar a otros y otras a cuidar su salud y vida en el trabajo. Sea usted también un animador o animadora en este tema.
Toda persona que trabaja puede contribuir a marcar la diferencia entre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. Para ello es necesario: dejar la indiferencia, respetar su miedo, cultivar su curiosidad, actuar colectivamente, entender de manera integral la salud y compartir los aprendizajes en los procesos de defensa de la salud y la vida en el trabajo. Recuerde que usted debe ser el principal interesado o interesada en estar siempre seguro y saludable.