Lo que nos deja la voxción de censura
Las claves del primer día de la moción. Vox defiende su moción contra Sánchez con muchas descalificaciones y ninguna propuesta. .
Maratoniana primera jornada de la moción de censura presentada por Santiago Abascal contra Pedro Sánchez. Doce horas que no irán a ninguna parte, ya que fracasará en la votación del jueves. Pero el día ha dado para mucho dejando claro el polarizado clima político en España y haciendo más visible que nunca el relato extremo de Vox. ¡Tranquilo! Si no lo has podido ver, aquí te dejamos las principales pinceladas.
El discurso más ultra de Vox. Este primer día nos deja un discurso de Santiago Abascal (y de su telonero Ignacio Garriga) de la más brusca ultraderecha, lleno de insultos, de medias verdades y mentiras, ahondando en la máxima polarización y buscando los efectos sin importar apenas el fondo.
Una moción de censura lleva aparejada que el candidato a la Presidencia informe sobre su programa de Gobierno. De eso apenas se ha visto. De hecho, lo único concreto que ha dicho Abascal es que nombraría un Gobierno de emergencia y que se convocarían elecciones para este mismo y “trágico” año. Este instrumento constitucional en España tiene un carácter “constructivo”, es decir de alternativa. Pero de eso poco se ha visto.
Abascal ha utilizado esta plataforma, con discurso de dos horas e intervenciones a lo largo de toda la jornada, para verter su lado más radical. Desde Vox se ha acusado al Gobierno, nada más y nada menos, de “criminal” y se ha culpabilizado a la coalición de todos los muertos de la pandemia. El líder la ultraderecha ha vuelto a decir que este Gobierno es el peor “de los últimos ochenta años”, equiparando otra vez la democracia con el franquismo. Y sin ningún ápice de avergonzarse.
En ese lado tan extremo, Vox ha vuelto a cargar las tintas contra la inmigración, con la excusa de que está en contra de los irregulares, pero además han puesto en el centro de sus miras a los ‘menas’. Ha llegado a decir la formación ultra que ha aumentado la delincuencia en las calles y barrios, obviando que España es uno de los países más seguros de Europa.
Abascal también se ha subido a la tribuna con una clara inspiración: Donald Trump. Le ha copiado la idea de llamar al Covid-19 “virus chino” y se ha dedicado buena parte a cargar contra el país asiático. “China debe pagar”, ha llegado a decir, además de sembrar la duda de si el gigante asiático fabricó esta enfermedad.
La respuesta contenida pero contundente de Sánchez. En Moncloa sopesaron en las últimas semanas qué hacer: responder directamente a Abascal o hacer el vacío. Al final, el presidente del Gobierno decidió entrar en el cuerpo a cuerpo, rebatir los falsos argumentos de la ultraderecha y no dejar que Vox se presentara como una víctima del sistema (algo que han aprendido muchos políticos después de aquella victoria de Trump y de la estrategia de ignorarlo por parte de los demócratas y los medios en aquellas elecciones).
Entre los propios grupos había debate sobre cómo comportarse (el PNV apenas ha dedicado un minuto a la moción), pero Sánchez se ha subido a la tribuna. El presidente ha querido trasladar la idea de que se trataba de un despliegue de propaganda de “la discordia y del odio” por parte de Vox.
El presidente ha presentado a Vox como el “pasado” y le ha reprochado sus referencias a los ochenta años anteriores y que se fije en 1940. Pero ha querido asimismo mostrar esa sensación de la victoria frente a Vox -que sólo contará con los votos a favor de sus 52 diputados-. “La ultraderecha será derrotada por España”, ha sentenciado Sánchez. Pero el presidente también ha centrado parte de sus palabras en el Partido Popular. Expresamente le ha pedido a Pablo Casado que vote “no” este jueves y que demuestre “cortar con la ultraderecha” como hacen el resto de colegas europeos como Angela Merkel.
El PP y su encrucijada. Al Partido Popular no le tocaba este miércoles hablar, sino que lo hará el jueves. Pero ha sido el gran protagonista sin voz, ya que tanto Vox como el PSOE han apelado directamente a Casado. Los populares siguen manteniendo la incógnita: no apoyarán la moción pero no han aclarado si será un “no” o la abstención.
Abascal ha hecho un llamamiento a los populares a crear una propuesta alternativa de país tanto políticamente como económica y culturalmente. Pero también en el discurso de Garriga se han encontrado expresiones como la “inacción” o la “pasividad” del Partido Popular ante el Gobierno “social comunista”.
Desde el momento que se anunció la moción, el PP sabía que tenía un problema. Apoyarla es hacer seguidismo de la ultraderecha, pero la confrontación total con Vox le llevaría, en su opinión, a perder más votantes. Asimismo, esta iniciativa ha profundizado en las diferencias entre las tres derechas, algo que no le viene bien a Génova para su proyecto de España Suma para ir juntos en las próximas elecciones.
El discurso de Abascal para el PP ha sido una “tomadura de pelo” y una “pérdida de tiempo”, según ha dicho el propio ‘número dos’, Teodoro García Egea. La idea que quieren transmitir los populares es que no se puede engañar a los ciudadanos y los números no salen. Desde Génova se ha metido el dedo en la llaga en que Vox no ha expuesto propuestas concretas con el fin de presentarse con el único partido de gestión alternativo al actual Gobierno.
Lo que tienen claro tanto en el Partido Popular como en Ciudadanos es que el único ganador de esta moción es Sánchez y que la coalición va a salir reforzada ganando esa votación en la Cámara Baja.
El show de la ultraderecha. A pesar de saber que se perderá la votación del jueves y de decir durante esta jornada que no es una operación de marketing, Abascal y los suyos quieren utilizar este debate para recuperar brío y elevarse en las encuestas tras unos meses perdiendo apoyo demoscópico. Chupar cámara.
Abascal y Garriga han utilizado tonos durísimos para explicar los motivos de la censura, colocando machaconamente los mensajes que llevan meses en su argumentario. Pero tenían preparados algunos pasajes para captar la atención, como cuando el líder de Vox ha leído los nombres de los más de ochocientos muertos de ETA en su réplica a los representantes de Bildu. Al ‘número uno’ de la ultraderecha se le ha notado ese interés mediático desmedido cuando ha mostrado hasta su queja de que Sánchez alargara su discurso pasadas las tres de la tarde “para salir en el telediario”. Entonces, ha vuelto a salir a la tribuna. Querría también salir él, según su propia queja.
La derrota de Vox. Algo que también le gusta a la ultraderecha para venderse como víctima del establishment. Pero la realidad también es que nadie le ha dicho “sí” a su propuesta de Gobierno alternativo. No sólo por parte de Pedro Sánchez, sino que ese malestar con Abascal se ha mostrado de manera evidente en el grupo mixto (el primero que ha intervenido). Pedro Quevedo (NC) ha llegado a decir: “Son unos fascistas. Si pudieran, darían un golpe”. “Una pérdida de tiempo”, ha soltado José María Mazón, del PRC, mientras que Tomás Guitarte (Teruel Existe) ha pedido a Vox que pare la “confrontación estéril”. El PNV ha despachado en un minuto la moción y ha dicho que no participa en esta “patochada”.
Desde otro punto de vista, Inés Arrimadas (Cs) ha argumentado el ‘no’ y ha dicho que el discurso de Abascal es “un regalo” para la coalición. Le ha reprochado que decir que es el peor Gobierno en ochenta años es “una barbaridad” y un “arma” que utilizará la izquierda: “¿De verdad cree que representa a muchos españoles la nostalgia de los gobiernos de Franco?”
A qué se dedica el Congreso. Un dato que lo dice todo: en el primer discurso de Vox hasta el minuto 28 no se ha hablado de la pandemia. En el debate en la Cámara Baja apenas se ha hablado de lo que está pasando en España y de propuestas y medidas concretas para frenar esta segunda ola. El mismo día que se conocía que España ha superado el millón de contagios de coronavirus desde el inicio.
Todo ello tras una semanas de aire irrespirable en el Congreso de los Diputados con continuos insultos y referencias personales, especialmente desde Vox a los miembros de la coalición. Durante el discurso, Abascal ha llegado a afear a los ministros sus formas de vestir para ir al Parlamento y ha habido referencias “al matrimonio” de Irene Montero y Pablo Iglesias, “como en Nicaragua”. Esto se suma a la tendencia que se empieza a apreciar del hartazgo de los ciudadanos con sus gobernantes durante esta segunda ola.