Miguel Ángel Sáez: "La vida no es solo pulsar botones"
Cada uno de los personajes del libro 'Leo y Lisa, más allá de la Ciudad Única', así como las escenografías, están hechos manualmente con desperdicios.
Con su libro Leo y Lisa, más allá de la Ciudad Única, el primerizo Miguel Ángel Sáez es también el primer autor extranjero publicado por el Gobierno chino a través de su oficina de educación de Guangzhou. La obra, dirigida a niños desde los 7 años, habla sobre la tenacidad en perseguir los sueños, del ansia de libertad y del placer de crear objetos con las manos. Sin duda es un estimulante “despertador infantil de inquietudes”. En España, llegará a las librerías el próximo 2 de junio de la mano de Thule Ediciones en castellano y en catalán.
Sáez ha dado forma a su historia de un manera artesanal. Cada uno de los personajes, así como las escenografías, están hechos manualmente con desperdicios. El creador ya tiene firmados los contratos para dos futuras secuelas de la saga de Leo y Lisa... Sin duda, es la prueba viviente de que la suerte del principiante (y por supuesto el talento) existe.
Se suele decir que la mayoría de los libros tienen algo de autobiográficos. En el caso de Leo y Lisa, más allá de la Ciudad Única se trata de un paralelismo vital. Este cuento infantil vale por dos: el del héroe y su amiga, y el de su autor. Protagonista y creador, ambos inventores, comparten metas, pasiones y, sobre todo, el ímpetu para desafiar lo establecido y buscar ese algo más que están convencidos que les aguarda. ¿Son almas gemelas? “De algún modo vuelcas todos tus miedos, obsesiones y sueños en ese personaje”, reconoce Sáez. “Soy yo, porque soy el que construyo ese mundo y es Leo también, porque está construyendo el suyo. Leo recicla y yo reciclo, es el reciclaje dentro del reciclaje”.
Leo (de Leonardo Da Vinci) y Lisa (de Mona Lisa) viven en la Ciudad Única, el último reducto con vida de un planeta contaminado. Debido al aislamiento la población se ha vuelto aburrida, rancia, temerosa de todo lo nuevo. Pero los héroes de Sáez son diferentes: ellos no creen en los límites. Ambos están obsesionados con sobrevolar los muros de la ciudad e investigar que hay más allá… Quizá restos de vida. A Leo le encanta construir máquinas fantásticas aprovechando materiales del vertedero. Lisa, su amiga incondicional, es inteligente, con carácter y le apoya en todos sus experimentos.
En cuanto al autor, un jerezano errante, hará cuestión de unos 20 años atrás, ávido por dejar en el olvido una vida que ya no le hacía cosquillas, se lanzó a cruzar los límites de la inercia en busca de la de la satisfacción de poder ser él mismo. “Yo soñaba que volaba estilo braza casi todas las noches, necesitaba un cambio, respirar y ver nuevos horizontes”. Y lo que no resolvía a la luz del día se iba esclareciendo por la noche, prosigue Sáez. “En mis sueños aparecieron Leo y Lisa volando sobre esa máquina extraña hecha de pedazos de vidas anteriores, cosas que ya no servían pero que eran las únicas herramientas que yo tenía para tratar de remontar. Ellos me ayudaron a superar aquellos momentos y tener el valor suficiente para cambiar de rumbo”.
Así que Sáez, adelantándose a lo que iban a hacer sus personajes, cuando el libro aún pululaba en su caótico tráfico de ideas, un buen día se marchó en busca de lo que la vida le tenía preparado. Y hace 10 años llegó a Olmeda de las Fuentes, un pequeño pueblo a las afueras de Madrid, donde nos recibe ya muy instalado. Lejos ha quedado el Miguel Ángel que cargaba con poco equipaje pero con muchísimos objetos inservibles que había ido acumulando en su peregrinaje.
“Me gustan mucho las piezas que salen de las impresoras, de los ordenadores, de los teléfonos y otros artefactos. Y les tenía que dar alguna utilidad y esta era la oportunidad”. Por fortuna encontró una casa muy grande. “Me traje todo y como tenía espacio, comencé a acumular más cositas en cajas de zapatos al tiempo que las estanterías subían de nivel. Las cajas ya son de plástico y llegan hasta el techo”.
Para contar su cuento, Sáez, ilustrador, publicista y excelente diseñador gráfico, renegó de sus conocimientos y se lanzó a trabajar artesanalmente. Con su abultada colección de desperdicios, dio a luz a Leo, Lisa, el resto de personajes —más de 30— y ha creado toda clase de artefactos y la escenografía de su historia. Todo está hecho manualmente. “Hubiera sido más fácil y cómodo hacer la historia con el ordenador que es una herramienta súper cómoda y completísima: tienes los colores, las texturas y no te manchas las manos. No coges ni las acuarelas, ni los lápices, no hay que sacar punta ni borrar… ¡Más sencillo, imposible!”, reconoce. Pero Sáez es de los que disfruta con las manos en la masa… o en los pinceles.
Los protas Leo y Lisa, nacieron de manera casi espontánea recuerda su creador. Así que el reto, que no lo fue tanto, fue darles un cuerpo material. “Para Leo usé un trozo de lápiz de los muchos que rodaban por mi mesa de dibujo y Lisa está hecha de regaliz. Los brazos y las piernas son trozos de cable de teléfono, fácilmente modelables para las distintas poses. Las cabezas fueron más difíciles, pues necesitaba mantener la proporción entre ellas y el resto del cuerpo. Tras diversas pruebas con bolas de corcho, tapones y canicas, finalmente recurrí a unas pelotitas de madera que habían servido como tiradores de cajón”.
Para el resto de caracteres Sáez siguió la misma línea de diseño: “El concepto a seguir era reciclar pequeños objetos muy reconocibles, cotidianos, de los que tiramos todos los días a la basura”.
¿Para qué hacer las cosas fáciles si puedes hacerlas difíciles? Con tu dominio del diseño gráfico hubieras tardado como mucho un mes en hacer este libro, y no casi 20 años…
Es un poco de rebeldía hacia la digitalización de todo. Los niños ahora viven pegados a una pantalla. Yo empecé en el diseño gráfico hace unos 30 años cuando no había ordenadores. Para montar el texto de una revista o un anuncio, te expandías en un espacio lleno de mesas de dibujo repletas de cartones, papeles vegetales, escuadras y rotrings. Había que montar cada página a mano cortando y pegando los trozos en plan puzle. Me encantaba. La vida no es solo pulsar botones.
También eres ilustrador que es algo más manual…
De hecho casi toda mi vida he estado haciendo ilustración para publicidad o libros de texto para editoriales como Santillana o SM. Me tiraba horas y horas dibujando, pero de un modo industrial. Por ejemplo, para un libro de matemáticas tienes que hacer cinco manzanas y cuatro peras y no tienes un margen de lucimiento. Pero desde que tengo memoria, he sentido la necesidad de hacer una obra personal como ilustrador.
Los personajes los tenía en la cabeza ¿Y la historia?
El universo de Leo y Lisa nació antes que la historia. Primero creé su mundo, dónde vivían, cómo era su día a día, cuáles eran sus problemas y luego la narración para envolver todo eso y mostrar la imágenes. Tenía que hacerlo así, yo no soy un escritor, soy un ilustrador que intento narrar las trama con imágenes. Los textos me sirven de apoyo.
¿Para niños de qué edad está pensado el cuento?
Para críos de entre 7 y 9 años. Mi idea es mostrar el mundo de Leo y Lisa a través de los ojos de Leo que es un soñador en un mundo decadente. En cuanto a Lisa, se identifica con él y no solo le sigue sino que es la que le impulsa, ella tiene el carácter para sacar sus sueños adelante. Y todo envuelto con unos filtros de optimismo muy coloristas.
¿Cuál es el mensaje que quieres dar con Leo y Lisa, más allá de la Ciudad Única?
Es no dejarse limitar y despertar la curiosidad por las cosas nuevas que pueden pasar en la vida, no solo por lo que te enseñan los mayores, sino por lo que puedes descubrir tú mismo observando. Es el no quedarse solo con lo que te han dado, lo que te han enseñado, es que tú te conviertas en un investigador del mundo que te rodea.
También pones mucha atención en el reciclaje, en el “nada se pierde, todo se transforma…”
Para mí tiene un poco el sentido de segunda oportunidad en la vida. Los objetos que van a la basura han tenido una función y son piezas muy bonitas con mucho trabajo de diseño industrial. Es sacarlos a la luz.
Has estado casi 20 años rumiando este proyecto, tu primer libro, no solo le han dado el visto bueno sino que te han pedido más ¿Qué te parece?
Sigo algo acojonado. La cosa es así, tú vas buscando que salga bien tu proyecto, pero cuando sale bien y tienes posibilidades de continuarlo… Da un poquito de subidón pero también de vértigo. Yo no me he puesto a saltar porque no va con mi carácter, pero estoy ahí interiorizando que el segundo libro tiene que ser mejor todavía, en el primero he estado aprendiendo un montón de cosas, como poco, un sistema de trabajo. En nueve meses, desde que lo aprobaron, he hecho lo que no había hecho en casi 20 años y lo he podido terminar. Un auténtico parto.