Mi padre y yo usamos aplicaciones para ligar al mismo tiempo. Así es la experiencia
Cuando murió mi madre hace seis años, asumí que mi padre, en algún momento, volvería a salir con alguien. Mi hermana y yo hablamos sobre ello relativamente poco después de perder a nuestra madre. Sabíamos que mi padre nunca intentaría reemplazarla, pero que querría encontrar una pareja para tener compañía. No era la vida que esperábamos, pero la tuvimos que aceptar.
El hecho de que mi padre saliera con otras mujeres no era lo que me molestaba, ya que toda la situación era de por sí indeseable para todos. Su amor para siempre terminó de forma abrupta y si dependiera de él, sé que seguiría con mi madre. Lo que nos dejaba heladas a mi hermana y a mí era la parte fundamental de ligar, por la que habría mujeres que encontrarían atractivo a mi padre y se interesarían por él del mismo modo que me pasa a mí con otros hombres que conozco a través de estas aplicaciones. Quiero a mi padre con locura, pero pensar en él en un contexto íntimo es angustioso, y más teniendo en cuenta que no es con mi madre.
Sinceramente, mi padre es un hombre inteligente y cariñoso que tiene pocas cargas. Es un hombre viudo que quiere a sus dos hijas más de lo que puedes imaginar. Me ha llegado a contar que a sus citas les dice que le interesan más mis ligues que los suyos propios.
Nunca hemos tenido una conversación formal sobre su recién estrenada vida amorosa. Puede deberse a que tanto mi hermana como yo esperábamos que llegara ese momento o que ninguna quería repetir una versión rara de la historia de la cigüeña. No fue algo premeditado; simplemente sucedió hace unos cinco años: mi padre y yo empezamos a utilizar una aplicación para ligar por internet, y los dos recurrimos a Match. A él no le fue nada mal en esa web, pero yo me di por vencida después de un par de citas mediocres.
Abrí un paréntesis de año y medio en estas aplicaciones y él siguió conociendo mujeres con experiencias distintas. Conocí a unos cuantos hombres a la vieja usanza: en el gimnasio, en bares y en otras situaciones en la vida real de las que ya casi no se oye hablar. Sin embargo, esas relaciones tampoco fructificaron. Para ser sincera, no sé si estoy algo celosa o solamente asombrada de que la vida amorosa de mi padre de 65 años sea mejor que la mía a mis 30 años.
Su primera novia seria entró en su vida a finales del verano de 2014, justo dos años después de la muerte de mi madre. La mujer tenía un enorme sentido del humor y una personalidad muy viva y parecía realmente implicada en nuestra relación. Apreciaba el vínculo que tenía con mi padre e incluso asistió a la boda de mi mejor y más antigua amiga, una boda en la que mi madre, si estuviera viva, habría desempeñado un papel principal.
Poco después de esa boda, pasamos Acción de Gracias con la novia de mi padre, y fue entonces cuando de verdad me di cuenta de la ausencia de mi madre. Mi padre intentó soltarse del abrazo que nos dimos tras la cena, pero mis brazos no querían aflojarse de su cuello mientras yo sollozaba: "Mamá nunca volverá". Entonces, me abrazó más fuerte y me respondió: "Lo sé, pequeña, lo sé".
Las lágrimas más amargas me acompañaron hasta esa Navidad, pero normalmente solo dejaba que brotaran cuando estaba a solas. No era porque no me gustara la mujer con la que salía mi padre, sino por la propia situación. Y, en defensa de mi padre, él nunca quiso ser el tipo de señor mayor que tiene citas. Ha tenido varias relaciones con mujeres que han asistido a eventos importantes y han pasado algunas vacaciones con nosotros a lo largo de los años. Hemos hablado sobre los momentos difíciles y nos hemos reído cuando era lo único que podíamos hacer.
Mi padre conoció a la mayoría de estas mujeres en Match y yo creía que esa era la única aplicación para ligar en la que estaba, hasta que este verano mencionó Tinder. No quise creerle, ya que esta aplicación tiene fama de ser más lasciva, así que fingí que no le había prestado atención cuando me lo contó por primera vez.
No fue hasta hace unos pocos meses, durante una de mis visitas de fin de semana, cuando se hizo realidad una de mis pesadillas más improbables. Estaba disfrutando de un Egg McMuffin en su coche cuando me empezó a hablar de su nueva novia.
"¿Has conocido a esta en Tinder?", le pregunté, saboreando cómo fluía el sarcasmo por mi boca.
"No, Sammy, a esta la he conocido a través de Match, aunque Tinder tiene su punto". Mi sarcasmo empezó a saberme a vinagre y dejé de disfrutar de mi delicioso desayuno de McDonald's.
"Papá, por favor, para", imploré al tiempo que rezaba para que me tragara la tierra. Estoy casi segura de que perdí el conocimiento o de que tuve una experiencia extracorporal, porque no recuerdo qué pasó después ni sé cómo hice para no saltar del coche en marcha. Me apetecía más sufrir heridas físicas que pensar en mi padre eligiendo a mujeres de cincuenta y muchos o sesenta y pocos años. (Solo sale con mujeres con una edad similar. Eso sí que se lo agradezco).
Me timaron en mi primera y única cita de Tinder, así que saber que mi padre usaba Tinder y tenía más éxito que yo todavía me escuece.
Aunque mi padre y yo mantenemos conversaciones muy abiertas sobre nuestras citas y una de las mujeres que conoció mi padre me desveló el nombre de usuario que usaba él en Match, nunca he visto su perfil ni quiero hacerlo.
A algunas personas puede parecerles extraño que mi padre y yo mantengamos estas conversaciones sobre nuestras citas, pero ha pasado a ser nuestra nueva normalidad. No es ningún secreto que solamente busca compañía, no una mujer para sustituir a mi madre.
Claro que ha habido ocasiones en las que no me cayeron bien las mujeres con las que se veía mi padre, pero, milagrosamente, conseguí aparentar amabilidad (o neutralidad, al menos) porque mi padre se merece ser feliz. Aun así, el hecho de que otras mujeres se fijen en mi padre seguirá sin resultarme cómodo y no tengo ningún problema en confesarlo. Pero al final, la cuestión es que la felicidad de mi padre es más importante que la incomodidad que me produce verle flirtear con otras mujeres.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.