Cuando me violaron dejé de tener citas, pero sigo queriendo estar con alguien
Me desperté y me lo encontré encima de mí, violándome. Me había quitado la parte de abajo del bikini.
Sophie Gallagher ha redactado este blog tal y como se lo relató la protagonista, que ha decidido mantener oculta su identidad.
No me he acostado con nadie en los últimos dos años, desde que mi novio y yo rompimos después de una relación desastrosa de seis meses. He tenido oportunidades con amigos de amigos o conocidos que han estado en mi cama y me han propuesto acostarnos, pero simplemente no he querido.
En 2015, me fui sola de mochilera por Australia. Tenía 22 años y llevaba un tiempo viviendo allí gracias a un programa de intercambio de estudiantes que me llevó a Melbourne. Acababa de dejarlo con un tío y me apetecía salir de la ciudad para darme un respiro.
Estaba en la isla Fraser de acampada en una zona remota sin cobertura telefónica. Una noche me emborraché con el grupo con el que estaba haciendo la visita. Estaba tan borracha que me empecé a encontrar mal y decidí que no quería dormir en mi tienda de campaña, así que me acosté en la caravana de nuestro guía. En mitad de la noche, me desperté y me lo encontré encima de mí, violándome. Me había quitado la parte de abajo del bikini.
Me quedé petrificada porque no sabía qué pasaba, pero él se dio cuenta de que me había despertado y paró. Me encaré con él y puso la excusa de que iba borracho. Se echó a dormir y yo traté de hacer lo mismo.
A la mañana siguiente, me desperté y vi que había colocado la parte de abajo de mi bikini sobre el capó de un coche que había cerca para que lo viera todo el grupo. Cuando les conté a algunos de ellos lo que me había pasado, se rieron porque pensaron que simplemente habíamos decidido dormir juntos. No era así. Él tenía familia, mujer y cuatro hijos.
Ese día habíamos planeado ir a nadar al lago y yo no tenía ganas, pero la alternativa era quedarme con él esperando a que todos volvieran, así que tuve que ir. Solo tenía un bikini –el de la noche anterior– y en esos momentos no se me pasó por la mente que en cuanto me metiera en el lago, al agua eliminaría los posibles restos de ADN. Lo único que tenía en mente era alejarme de él.
Esa noche dormimos en un hostal y me escondí en mi cuarto, demasiado asustada para ir al supermercado que había al otro lado de la carretera para comprarme algo de comer.
Cuando acabó el viaje, volví a Melbourne y lo denuncié a la Policía, a él y a la empresa que le había contratado. La Policía me dijo que no podía hacer mucho y al final me di por vencida. Tuve que ir a terapia cada dos semanas durante seis meses, pero no tengo muy claro si me sirvió de algo.
En septiembre de 2016, volví a Londres para empezar un máster y en enero conocí a mi siguiente pareja. Iba a mi clase y estudiábamos juntos.
Desde el principio supo lo que me había pasado en Australia y le advertí de que probablemente no iba a ser la mejor pareja. Le había hablado de la violación cuando todavía éramos amigos porque me había preguntado por mis comportamientos “extraños” en determinadas situaciones. Así pues, cuando empezamos a salir, él ya lo sabía.
Intentó apoyarme, pero era tan joven que no sabía cómo. Mientras, yo estaba insensible ante todo y seguía en la relación porque sentía que él quería. Me resultaba muy incómodo el sexo, lo que se tradujo en un montón de complejos físicos. Me dijo que si no los superaba, nuestra relación no tendría futuro. En resumen, fue un desastre y en seis meses cortamos.
No utilizo internet para ligar, pero soy muy abierta y directa con mi violación. Si un pretendiente busca mi nombre en Google, verá en mis redes sociales que soy superviviente de una violación. Además, me aseguro de dejarlo claro mucho antes de meterme en la cama con otra persona.
Ahora tengo 27 años y creo que me gustaría conocer a alguien, pero ya no busco sexo sin compromiso. Quiero estar con alguien que me apoye. Vi hace poco un documental sobre la violencia sexual y lo que más me afectó fue que la mujer que había sufrido la agresión tuviera un marido que la apoyara tanto. Pensé: nunca voy a estar con alguien así. Algo en mi interior se encendió.
No recuerdo cómo sucedió, pero creo que algo dentro de mi cerebro me ha hecho perder el deseo sexual. He creado una verdadera barrera mental y me da miedo que alguien se acerque a ella. He llegado a un punto en el que ni siquiera me gusta nadie y esa no soy yo. Estoy pensando en volver a terapia. Necesito afrontar correctamente lo que me sucedió.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.