Me alimento de lo que encuentro en la basura y esto es lo que he aprendido
Tengo ante mis narices panes artesanales, verduras crujientes, delicados quesos gourmet y unas lonchas de carne impecables. Estos productos son caros y se salen de mi presupuesto. O más bien se saldrían, porque en realidad son gratis.
Este bufé aparentemente infinito es uno de los muchos que he descubierto de comida de alta calidad cuando he buscado en la basura en Estados Unidos. Llevo los últimos cuatro años rescatando de contenedores comerciales alimentos que se tiran a la basura.
Me imagino que si no estás familiarizado con el dumpster diving (o recolección urbana), tu reacción será de asco. Eso es lo que sentí yo la primera vez que lo oí. Es normal, teniendo en cuenta que asociamos los contenedores a alimentos podridos, mohosos y otros desechos. Pero lo cierto es que los contenedores también son lugares donde se tiran absurdas cantidades de alimentos perfectamente comibles cuando superan la fecha límite de venta (aunque sigan siendo aptos para el consumo) o incluso cuando ya no tienen un aspecto tan "perfecto" como al principio. Los plátanos, aunque simplemente tengan una ligerísima marca, son un buen ejemplo de ello.
Mi introducción a la comunidad dedumpster diving empezó cuando estudiaba en la universidad en Londres. Con el horario que tenía, casi siempre me tocaba hacer la compra por la noche, cuando los supermercados estaban cerrando. Ahí fui testigo por primera vez del enorme volumen de productos frescos deliciosos que acababan en la basura. Cuando preguntaba a los trabajadores del supermercado si podía comprar esa comida más barata, siempre me respondían con negativas meneando la cabeza y con excusas sobre la "política de la empresa" y el "riesgo de responsabilidad".
En los siguientes años, viajé por el mundo recurriendo al dumpster diving como fuente fiable de alimentación. Cuanto más lo hacía, más me daba cuenta de que ese desperdicio de alimentos no se limitaba a una zona o comunidad concretas. Es una crisis global.
Ahora estoy de vuelta en Estados Unidos, donde el 40% de toda la comida que se produce cada año va a la basura (por si te lo preguntas: en la mayoría de sitios es legal buscar en la basura siempre que no te cueles es una propiedad). Este es el mismo país donde se estima que 40 millones de personas sufren inseguridad alimentaria, entre ellas 12 millones de niños.
Y luego está el impacto medioambiental. Se necesita mucho terreno para producir la comida suficiente como para alimentar a los 7.700 millones de personas de este planeta. Aproximadamente el 11% de la superficie de tierra del mundo se utiliza sólo para producción agrícola.
La producción de alimentos requiere enormes cantidades de agua, así como pesticidas y fertilizantes que contaminan nuestras aguas, además de energía para transportar los alimentos a los consumidores. Y cuando los alimentos se quedan sin recolectar y se deja que se pudran, producen emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que contribuye al cambio climático.
El sistema agrícola moderno ha dejado a la mayoría de la gente desconectada de la realidad de los alimentos. Antes teníamos que cazar, recolectar, sembrar, cultivar y cosechar, ahora la mayoría sólo tenemos que consumir (a través de las excursiones ocasionales al supermercado o al restaurante). Pagamos a otras personas para que produzcan y dispongan los alimentos para nosotros, y las empresas que quieren vender sus mercancías nos muestran visiones idealizadas del aspecto y el sabor que debería tener la comida. Las frutas y verduras que tienen una forma rara se tiran, y muchas culturas occidentales sólo consideran comestibles ciertas partes de animales —como la pechuga, los muslos y las alas del pollo—, con lo cual el resto se desecha.
Damos por hecho que la comida va a estar ahí y nos olvidamos de que es un privilegio tener excedentes de comida fácilmente accesible.
Buscando mi propia forma de abordar este problema, he creado Cooking With Trash, un programa de YouTube que me permite exponer la crisis de despilfarro alimentario en una plataforma más amplia y promover el dumpster diving como una solución parcial.
Con algo de ayuda, los supermercados también están empezando a actuar. En Estados Unidos, organizaciones como Feeding America y Food Not Bombs recogen alimentos "invendibles" de supermercados y otras empresas, y los redistribuyen entre comunidades con inseguridad alimentaria. La Good Samaritan Food Donation Act de 1996 (o Ley del Buen Samaritano) exime de responsabilidad a las empresas que donan alimentos a organizaciones sin ánimo de lucro. Las empresas también pueden pedir deducciones tributarias por la comida donada. Todos estos programas y leyes ofrecen incentivos prácticos para que cada negocio dé otro fin a los alimentos que no utilizan.
Dicho esto, no hay excusa que explique por qué hay tanto desperdicio alimentario. Aunque yo busco en la basura, espero que llegue un momento en el que me cueste encontrar alimentos gratis, sabrosos y comestibles y en el que los vertederos queden reservados solamente a desechos. Mientras tanto, la recolección urbana es una forma proactiva de reducir el desperdicio de alimentos. Puede que no sea una solución permanente, pero es un comienzo.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano