Ahora hay más recursos, pero los sanitarios no están listos para esta nueva ola
Los casos de coronavirus se multiplican en España, con una Sanidad mermada y unos profesionales exhaustos.
¿Está la Sanidad preparada para hacer frente a una segunda ola? Haciendo esta pregunta a varios profesionales sanitarios que, desde distintos ámbitos, se han enfrentado a la primera onda epidémica de coronavirus en España, la respuesta es prácticamente la misma en todos los casos: ahora hay más medios y mucho más conocimiento, pero sigue faltando personal y, sobre todo, los sanitarios llegan a septiembre con la moral minada.
Ven que los Gobiernos autonómicos no han hecho todos los refuerzos que prometieron, ven que parte de la población se niega a cumplir las normas de prevención del virus, ven cómo los contagios suben desenfrenados y cómo se les acerca una segunda oleada sin haberse recuperado todavía de la primera.
En una encuesta lanzada en Twitter por el Proyecto HU-CI – Humanizando los cuidados intensivos en la que se preguntaba “¿Estamos los sanitarios preparados para una segunda ola de #COVID19?”, el 85% de los participantes respondió que no, y en el 33% de los casos la respuesta fue: “No, estamos exhaustos”.
“Los sanitarios estamos absolutamente extenuados”
Gabriel Heras, médico intensivista y director del Proyecto HU-CI, entiende perfectamente este resultado. “Los sanitarios estamos absolutamente extenuados”, ratifica. “Está pasando lo que dicen los libros que podía pasar: cuando la gente tiene un poco de tiempo para pensar y recapacitar sobre todas las cosas que ha vivido, empieza a desarrollar cuadros de ansiedad, depresión y estrés postraumático. Ahora, cuando llega una llamada de urgencia en planta por un paciente de coronavirus, hay sanitarios que luego tienen terrores nocturnos, pesadillas, angustia, no descansan, vuelven a la desesperación de sentir que otra vez estamos como estábamos en marzo. La sensación es muy desagradable”, describe.
“Es desalentador ver cómo algunos compañeros de la Atención Primaria o de hospitales tienen cuadros de ansiedad sólo de pensar en que va a pasar otra vez lo que ocurrió hace unos meses. Hay gente que quiere dejarlo todo, que está con bajas por ansiedad, y no sé si los profesionales podrán enfrentarse en estas condiciones a una situación similar a la de marzo”, coincide Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología y especialista en medicina preventiva y salud pública. “Volver a los turnos, el miedo a contagiarse… son aspectos inherentes a todo lo que nos pasó durante la primera ola”, explica.
A esto hay que añadir que en agosto hay menos profesionales por las vacaciones, con lo cual las plantillas están reducidas. El hospital donde trabaja Gabriel Heras ahora cuenta con cuatro camas menos, por ejemplo. “Como no hay personal de enfermería suficiente, no hay capacidad de dotar todas las camas de actividad, así que tenemos cuatro camas menos, y ya estamos llenos”, señala. Se calcula que Madrid ha cerrado durante el verano 1.300 camas de sus hospitales.
“El runrún de que así empezó todo la otra vez”
El aumento de casos estas últimas semanas —en toda España, pero especialmente en Madrid, que registra la mitad del total de positivos— ya se nota en el hospital de la periferia madrileña donde trabaja Heras. “Ahora mismo tenemos a 12 pacientes ingresados en UCI, y siete son con coronavirus. En febrero también empezamos con un paciente, luego tres, al día siguiente cinco y, a la semana siguiente, toda la UCI y todo el hospital estaban llenos de personas con coronavirus”, cuenta. “Estamos con el runrún de que así empezó todo la otra vez”, reconoce el médico.
Lo ‘bueno’, con respecto a marzo y abril, es que se están diagnosticando a muchos más pacientes porque se están haciendo muchos más test. “Probablemente ahora estamos viendo lo que hubiéramos visto en marzo o abril si se hubieran hecho esas pruebas”, apunta Heras. De este modo, “los pacientes que entran a cuidados intensivos (UCI) llegan de una manera más escalonada y podemos atenderlos mejor e incluso hacer ingresos precoces, cosa que no pudimos hacer en la primera oleada”, compara. “Como había tantísimos pacientes, sólo ingresábamos a los que ya estaban claudicando y necesitaban el respirador”.
En julio, el Gobierno aprobó el Plan de respuesta temprana en un escenario de control de la pandemia por COVID-19 en el que se contempla la creación de una reserva estratégica nacional compuesta por equipos de protección individual, técnicas diagnósticas, medicamentos y equipos de ventilación mecánica. Además, los profesionales conocen ahora más tratamientos frente a la enfermedad, como el uso de corticoides. No obstante, el problema actualmente es otro. “En la parte asistencial se distinguen dos aspectos de preparación: por un lado, si estamos preparados a nivel físico, y en esto creo que aprendimos mucho de la primera ola (ampliación de las camas de UCI, organización de los equipos, conocimiento de tratamientos…); el problema al que se enfrentan los profesionales sanitarios en esta segunda ola viene de la parte emocional”, asegura Pedro Gullón.
Marciano Sánchez Bayle, médico pediatra y portavoz de la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública, comparte este análisis. “Hace unos meses no se conocía nada la enfermedad, muchas cosas se improvisaron, y ahora ya hay cierta experiencia sobre qué hacer y cómo tratar a los pacientes”, señala, para después matizar: “Pero eso no quiere decir que todas las cosas se estén haciendo bien”.
“España partía de una situación muy precaria”
Las cosas no se están haciendo del todo bien, empezando porque “muy pocas comunidades han hecho un esfuerzo para dotarse de más recursos”, lamenta Sánchez Bayle. “Ahora sí que hay más material y más experiencia, pero en cuanto al personal sanitario, no se ha hecho prácticamente ningún avance, cuando España partía de una situación muy precaria, fundamentalmente en enfermería”, argumenta el médico. Se calcula que el personal sanitario público sólo ha aumentado un 5% en España durante la pandemia, y algunas comunidades, como Madrid, prescindieron de los sanitarios extras contratados en el punto álgido de la epidemia.
En ese sentido, “la situación es bastante parecida a lo que se vivió en la ola anterior”, sentencia. “Me da la impresión de que ha habido una confianza absurda al pensar que esto ya lo habíamos superado; y, aunque tampoco era fácil saberlo, creo que la desescalada se hizo con demasiada prisa”, sostiene.
Pedro Gullón aclara que algunas comunidades autónomas sí lo han hecho bien. “Han reforzado Atención Primaria, han fijado contratos, han reforzado Salud Pública con profesionales de Medicina Preventiva y de otros ámbitos”, enumera. “Otras, en cambio, han hecho poco o nada, y precisamente estas son las que tienen mayor riesgo en una segunda oleada por sus propias características de población”, advierte. Madrid y Cataluña, de nuevo, acaparan una buena parte de ese riesgo al ser las comunidades más densamente pobladas.
Entre las regiones que sí han hecho “refuerzos interesantes” están Asturias, Castilla y León y La Rioja, cita Gullón. “Asturias desde el principio tomó el liderazgo desde Salud Pública, ha hecho muy buena coordinación entre Primaria y Salud Pública para el rastreo de contactos, y de este modo no hay un aumento de la demanda tan grande en la parte hospitalaria”, ilustra el epidemiólogo.
En una rueda de prensa la semana pasada, el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, aseguró que “ahora mismo no hay riesgo” de colapso hospitalario, y cifró la ocupación hospitalaria por coronavirus en un 3%. “En España hay 3.596 camas ocupadas por Covid y de ellas 383 en UCI. Actualmente tenemos un índice de ocupación de un 3% del total de camas por el Covid y el sistema no está en riesgo de colapsar a nivel nacional”, explicó, aunque no descartó que la situación sea más preocupante en determinados hospitales o regiones.
“Sí que es cierto que en algunas comunidades ha habido una presión muy importante. En Aragón, en Cataluña también, y en Madrid está subiendo, pero no está poniendo en jaque al sistema. Eso no significa que no haya un hospital en concreto con una situación más peligrosa, pero a nivel nacional no está pasando”, destacó Simón.
Según el informe del Ministerio de Sanidad de este miércoles, 1.336 personas con coronavirus han precisado hospitalización en la última semana. En el informe del miércoles anterior, esta cifra ascendía a 864, prácticamente la mitad.
Cada hospital está realizando un plan de contingencia para reducir al máximo los contagios, y algunos ya han limitado las visitas y suprimido las cirugías no urgentes. Otra vez el runrún de que se vuelve a la casilla de salida. “Después de correr esta maratón, cuando parecía que empezaba a verse la llegada, nos damos cuenta de que no es así en absoluto. Estamos desolados, y más después de ver manifestaciones como la del otro día de los antimascarillas”, ilustra Gabriel Heras. “Si antes de la pandemia el 50% de los sanitarios estaba quemado por las condiciones laborales, ahora imagínate al ver a gente aparentemente riéndose en nuestra cara”, se queja.
Marciano Sánchez Bayle habla de una desafección generalizada en el gremio, y cita el caso de la creación del hospital de Ifema en Madrid. “Creo que ese ha sido el ejemplo más palpable de la imprevisión. Para empezar, se abrió con muchas menos camas de las que se dijo. Luego, cuando la presión comienza a bajar, se empieza a derivar a la privada a los enfermos que habrían ido al Ifema, y luego se cierra el Ifema y se echa a la gente. Aparte de la increíble imprevisión, entre el personal crea una desafección muy grave hacia el sistema, y probablemente eso es lo más complicado de superar”, opina.
“Los servicios de Salud Pública en Madrid y en Cataluña están saturados”
Entre los déficits más sangrantes en esta nueva oleada está el de los rastreadores. “Es evidente que faltan. Se necesita un sistema potente que sea capaz de identificar por cada caso los contactos que ha tenido, evaluarlos y hacer un seguimiento para el control de la epidemia, pero en esto no se ha avanzado lo suficiente”, afirma Sánchez Bayle.
Pedro Gullón coincide con él. “Los servicios de Salud Pública en Madrid y en Cataluña están saturados, y esto demuestra la necesidad de que las comunidades autónomas den una vuelta más en el refuerzo de rastreadores”, apunta. No obstante, Gullón es consciente de lo difícil que será dar la vuelta a esta situación en cuestión de semanas. “Estamos hablando de un déficit bastante estructural, y tampoco hay tantos profesionales en paro. Se trata de un problema que viene de una planificación de hace décadas, y no creo que tenga solución en dos o tres semanas, aunque en seis meses sí se podría haber apuntado en una dirección”, sostiene.
De nuevo, la imprevisión y el exceso de confianza de los que llevan meses alertando los profesionales. La diferencia es que esta vez les pilla “mucho más cargados”, constata Marciano Sánchez Bayle. “Después de sufrir un estrés muy importante, ven que no se ha cumplido prácticamente nada de todo lo que se prometió. Si viene una segunda ola, como todo apunta, afrontarán la situación con mucho más desánimo, porque parece que quienes tienen que poner las soluciones pasan de todo”, señala.
Gabriel Heras, que hace unos meses leía en la prensa todo lo que podía sobre el coronavirus, ahora procura “estar más desconectado de las noticias” por su propia salud mental. “Ayer me acosté a las cinco de la mañana después de ingresar al último paciente de coronavirus, eché un vistazo a las noticias y leí que Sanidad decía que sólo en algunos hospitales la situación estaba empezando a ser un poco estresante. Eso es estar muy lejos de los que estamos a pie de cama”, lamenta. “Las cosas se están diciendo con muchos paños calientes, con mucho mimo, supongo que para no generar alarma”, dice.