Material del dolor
Estamos a tiempo para contener una realidad que ahoga a miles de familias que viven al día.
En estos días de cólera y dolor debo reconocer que sobran comentarios y falta ayuda. El sentido de Estado no sólo sirve para pasearlo en las grandes alfombras y en los platós, sino también para demostrarlo cuando verdaderamente se necesita y se pide. Todos sabíamos que esta pandemia iba a ser dura, pero la diferencia que estiba entre un vencedor y un vencido es que el último por sobrevivir, nunca se da por vencido y muchos de los que fracasan ya han perdido el combate antes de empezarlo.
Estar todos a una. Y cuando proceda, si así se estima oportuno y si hubiere responsabilidades, se exigirán cuando todo haya terminado. Pero hasta en la lucha más sangrienta se tienen principios y valores. Y si no es así, es que nunca han combatido. Y si no es así, es que nunca han aprendido lo que es tener integridad y valores. Y digo esto, porque estoy seguro que en la próxima votación querremos a alguien que esté a nuestra altura moral y ética. Y si no es así, ya sabremos a quién no votar.
La situación sigue siendo complicada, pero no quita que tomemos conciencia que tenemos que prevenir lo que nos acecha a medio y largo plazo hacia el futuro. En un corto espacio de tiempo, las familias que han estado sobreviviendo antes de la crisis gracias a la economía sumergida, según los datos analizados por el economista Friederich Schneider, casi dos millones de personas, junto con los trabajadores que se han quedado desempleados y los autónomos que han suspendido o parado su actividad, nos darán un estrato social que queda en una situación de desamparo social muy preocupante en la cual no sabemos hasta cuándo van a poder resistir.
Hablo de aquellos que antes de la crisis el único ahorro que tenían era la despensa. Hablo de aquellos que en estos momentos están aguantando lo poquito que han podido ahorrar o tenían ahorrado. Hablo de la necesidad de no precipitar una situación que ya en Italia empieza a aflorar y que nos es más que la ruptura social por la falta de productos de primera necesidad.
Aún tenemos la oportunidad de empezar a distribuir las necesidades básicas que ya en estos momentos están existiendo y que, más pronto que tarde, terminarán por desbordar el sistema. Estamos a tiempo para contener una realidad que ahoga a miles de familias que viven al día, sin saber si un cielo incierto terminará por volcar y que ya no dará aplausos.