Mascarillas y lluvia: qué cambia ahora y cómo garantizar su eficacia frente a la covid-19
Mucho cuidado con el agua y la humedad.
El uso de mascarilla ya está interiorizado por todos, pero este sistema de protección frente al coronavirus se ha aprendido a utilizar en días de sol y buen tiempo. Ahora con la llegada de las lluvias cambian las circunstancias y hay que aprender a combinar ambos factores.
La norma es simple: una mascarilla NUNCA puede estar mojada ni demasiado húmeda. “Su grado de protección se mide por la electricidad estática de las fibras del tejido que detiene las gotitas, postillones y, en general, todas las secreciones respiratorias. Por eso, si la mascarilla está mojada, esta electricidad estática desaparece y las gotas pueden traspasar fácilmente el tejido”, como explica la Asociación Francesa de Normalización (Afnor).
¿Conclusión? Hay que desechar cualquier mascarilla húmeda o mojada, y cambiarla por otra nueva “porque su eficacia no está garantizada”, como ya advirtió la Dirección General de Salud (DGS) de Francia el pasado agosto.
Tampoco vale la opción de secar la mascarilla con un secador de pelo, ya sea de tela reutilizable o de las desechables, porque también pierde la eficacia.
“Es una estructura estéril que está hecha para detener el virus. Con aire caliente destruimos totalmente la esterilidad y por lo tanto la utilidad de la mascarilla”, aseguró la doctora francesa Béatrice Lognos, médico de cabecera en Saint Georges d’Orques, en una entrevista de la que se hizo eco la edición francesa del HuffPost.
Los mismos fabricantes lo advierten y dicen “que tires la mascarilla cuando esté sucia o mojada, lo que implica que no aseguran que los materiales mantengan la eficacia de filtración cuando se mojan”, según aseguró Víctor Jiménez Cid, catedrático del departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología, a Maldita Ciencia.
¿La solución? El paraguas, que según este especialista marcará tendencia este otoño. En estas circunstancias la capucha no ayuda. La otra opción sería llevar un protector facial de polipropileno, que funcionaría como paraguas de la propia mascarilla. Y siempre se puede llevar una de repuesto en bolso, bolsillo o mochila por la lluvia por sorpresa.
La norma es extensible a otras circunstancias. Si la mascarilla se moja o humedece con sudor, saliva o con la respiración también hay que desecharla. Como explicó el virólogo Pepe Alcamí, “hay bacterias que crecen y no es higiénico”.