Más vida de barrio con menos movilidad insostenible

Más vida de barrio con menos movilidad insostenible

Esta es la forma más humana de construir ciudades y de reducir una movilidad dependiente del coche que nos quita tiempo y contamina

LightRocket via Getty Images

Sin darnos cuenta —o sí—, el desarrollo urbanístico en las grandes ciudades concentra progresivamente el comercio, la cultura y los servicios fuera de los barrios. Hoy en día, una urbanización al uso dispone una sucesión de edificios de viviendas o casas unifamiliares en hileras o de forma radial en cuyo extremo o centro levantan una gran superficie comercial —a veces adornada con un parque—, que atrae tanto a sus vecinos como a los del entorno.

Es la quintaesencia de la denominada `ciudad difusa`, modelo anglosajón con áreas separadas por servicios que favorecen la segregación, frente a la `ciudad compacta', modelo mediterráneo que mezcla esas áreas y a sus agentes y permite la integración.

La consecuencia de todo esto es una mayor dependencia de la movilidad —casi siempre insostenible— para ir de compras, al cine o a tomar unas cañas. En el reciente Congreso Internacional sobre Cambio Climático celebrado en Sevilla, se recordó que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y en el caso español el 79 por ciento. Y aunque solo ocupan el 2% de la superficie terrestre, consumen el 78% de la energía mundial y emiten más del 60% del total de dióxido de carbono (CO2).

La 'ciudad difusa', modelo anglosajón con áreas separadas por servicios, favorecen la segregación, frente a la 'ciudad compacta', modelo mediterráneo que mezcla esas áreas y a sus agentes y permite la integración

Pero hay más. Cada análisis sobre el comercio minorista que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) constata el descenso en ventas y supervivencia del pequeño comercio. A su vez, merman las relaciones sociales, decae la cultura de barrio y con ella las posibilidades de mantener redes de colaboración y apoyo mutuo.

Filosofías, ideas, acciones y proyectos en torno a conceptos como el decrecimiento, las comunidades en transición, los movimientos slow o la "alargascencia" —la lucha contra la obsolescencia programada de muchos aparatos que nos rodean— se proponen detener esta deriva.

"No se trata solo de cambiar o que avance una tecnología que produce lo mismo, movilidad; sino cambiar la estructura de la sociedad para que esta mejore, sea más acogedora y agradable, y consuma menos recursos y genere menos residuos y emisiones", afirma Giorgos Kallis, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnologías Ambientales de la Universidad de Barcelona y teórico y autor de varios libros en torno al decrecimiento.

"Ve donde quieras, que yo me quedo mientras tanto con los niños", me decía ya hace más de una década Maruja, la persona que regentaba la colchonería, hoy desaparecida, que había al lado de mi portal. Estamos a tiempo de recuperar esta forma más humana y ambientalmente racional de construir ciudades y de reducir una movilidad altamente dependiente del coche privado que nos quita muchas horas al año en desplazamientos y genera una gran contaminación.

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La fruta en la frutería y el jabón en la droguería

Hace menos de dos años, la consultora Nielsen daba unas cifras demoledoras: en un par de décadas (entre 1985 y 2014), las tiendas de alimentación han pasado de 93.000 a 23.000 y las perfumerías/droguerías de 28.000 a 10.400. En paralelo, los supermercados han crecido de 1.600 a 18.500 y los híper de 72 a 449. No lo menciona el estudio, pero el panorama seguro que pinta peor para colchonerías como la de Maruja, peluquerías y tiendas diversas de electrodomésticos, fotografía, decoración y muebles.

La cercanía —no perder minutos en desplazamiento y aparcamiento—, la relación directa con los dependientes y la venta, en ocasiones, de producciones locales (especialmente panes y repostería) son algunas de las ventajas que ofrece el comercio de barrio. A ello habría que añadir la evitación de unas cuantas toneladas de CO2 al reducir la movilidad.

La tapa y el menú de barrio

Aunque la crisis y el modelo de ciudad difusa y de franquicias se han llevado por delante hasta 70.000 bares, España sigue a la cabeza de Europa en este tipo de establecimientos por habitante, con casi 260.000. Aquí, afortunadamente, como también indica un estudio de Nielsen, resiste el "bar de toda la vida", con seis de cada diez locales.

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Es en el modelo de restaurantes, donde crecen las franquicias de comida rápida, que incluso fomentan el sedentarismo con el servicio a domicilio, donde más queda por actuar. De nosotros depende, por salud personal y ambiental, que no se cumplan los pronósticos de la EAE Business School, que prevén que el consumo de comida rápida crecerá un 50 por ciento en España en los próximos cinco años.

Cultura cercana

Sí, en los barrios hay cultura, mucha cultura, pero hay que molestarse en buscarla porque no tiene a mano la opción de publicitarse a bombo y platillo. Bibliotecas, casas de la cultura, centros sociales y de asociaciones de vecinos y vecinas, salas de teatro y conciertos alternativas, incluso estudios y galerías de arte programan infinidad de actividades. Hay exposiciones, obras de teatro y conciertos de música, pero también talleres y clases de lectoescritura, guitarra, interpretación, bailes, ganchillo, gastronomía o taichí.

Donde parece que está la batalla perdida es en lo de las salas de cines, ya que, según el INE, entre 2008 y 2015 se ha pasado de 4.140 a 3.588, y cayendo. Pero hay que estar atentos ahora a las programaciones de cine de verano, que devuelven a muchos barrios la alegría de compartir en comunidad la proyección de películas en pantalla grande.

Pasea por tu parque y cultiva en tu huerto

La naturaleza no hay por qué salir a buscarla a decenas o cientos de kilómetros, ni tan siquiera hay por qué obcecarse en desplazarse hacia grandes parques urbanos. Ciudades como Madrid o Barcelona tienen decenas de parques y jardines, y todo barrio urbano tiene sus rincones verdes, algunos casi desconocidos, pero con plantas, aves, parterres, bancos y zonas infantiles suficientes para sosegar y reparar nuestra agitada vida diaria.

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Algunas ciudades cuentan con centros de educación ambiental donde ampliar conocimientos y disfrutar de talleres, cursos y juegos. Parte de estos tienen que ver con huertos urbanos, espacios en expansión en muchas ciudades, sean particulares o comunitarios. Casi todas las principales urbes de España cuentan con redes de huertos urbanos que informan y asesoran sobre cómo participar en ellos.

'Prosumidores'

Los huertos urbanos también permiten alcanzar la quintaesencia de la movilidad sostenible y la soberanía alimentaria en las ciudades, al convertirnos en "prosumidores". Es decir, ser a la vez productores y consumidores de alimentos y otros productos. Es una de las máximas de las comunidades o ciudades en transición, que cuentan ya con varios ejemplos asentados en Europa y que favorecen el consumo de bienes y servicios de origen local y cooperativo, y potencia las relaciones de cercanía y proximidad.

Grupos de consumo, cooperativas de energía, bancos del tiempo y hasta monedas sociales son igualmente iniciativas que integran a las personas en modelos económicos asociados a los barrios. La fabricación artesanal de cerveza es uno de lo ejemplos más palpables de esta dinámica, aunque también se extiende a conservas, cosmética, panadería, repostería y platos elaborados.

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Mila Fernández es redactora de LIFE en 'El HuffPost' y editora de branded content. Antes, fue redactora de estilo de vida y gente en revistas femeninas —AR, LOVE y SMODA—, dirigió la revista Turismo Rural y trabajó delante del micro en Radio España. Puedes contactar con ella en mila.fernandez@huffpost.es