Más “Otegis” en nuestra televisión
¿Qué teme una persona cuando Otegi, o cualquier otro ser humano opuesto a sus valores, sale en la tele?
Empiezo este artículo con una petición que, comprobarás, pocas personas han podido cumplir. Es sencilla: antes de emitir cualquier opinión, léelo entero. Un hecho simple que te permitirá comprobar cómo funcionan algunos seres humanos que, con un solo titular, son capaces de emitir un juicio, no solo de su contenido, sino también de su autor.
No se trata de un escrito sobre el conflicto territorial español, ni de ningún tema político. Ni siquiera soy vasco. Este artículo tiene una importancia mayor porque busca recordar la importancia de la comprensión para la construcción.
Necesariamente, por cualquier posible malentendido, quiero dejar claro que, puesto que mi motivación es alimentar la paz, condenaré siempre cualquier mínimo acto de violencia. Para mí, el simple hecho de hacer una pintada es grave, cuánto más imaginar el sufrimiento de que te arrebaten a un ser querido. Si hubiese el mínimo atisbo en el artículo de que no expreso eso, por favor, vuelve aquí. Mi intención no es hacer daño, sino hacer pensar (aunque a veces también duela); porque si no pensamos, es más fácil que algunas cosas vuelvan a pasar.
Como sabrás, esta semana Otegi ha estado en la televisión pública. Quizás no opines como él, o quizás sí, estás en tu derecho. El caso es que cientos de miles de tuits, noticias y manifestaciones inundaron nuestra realidad en una solicitud por parte de muchas personas de censurar su intervención. Este es el único aspecto del que te voy a hablar.
A lo largo del día he estado haciéndome y haciendo a mi entorno más cercano la siguiente pregunta: “¿Por qué no quieres que salga Otegi en la televisión?”. Las respuestas giraban entorno a dos palabras: “por asesino” o “por terrorista”.
“Asesino” es una palabra que hasta resulta difícil de pronunciar, y yo me retaba: ¿es correcto que te llamen asesino si nunca has asesinado? Mis amistades me explicaban que también es un asesino quien pertenece a una organización criminal; parece lógico y yo mismo hago esa afirmación. Pero si me reto, pienso: ¿es ladrón el que pertenece a una organización que roba? Mi entorno, asustado, me recordaba que estas cuestiones no tenían nada que ver con la realidad de una banda terrorista que, literalmente, mató.
Yo seguía reflexionando sobre otra cuestión: ¿qué es el terrorismo? Pongamos que, como una mayoría, me opongo a la emisión de la entrevista por verla directamente relacionada con el terrorismo. Lo lógico entonces, sería censurar cualquier contenido terrorista. ¿Es terrorismo que una cadena muestre una agresión para ganar audiencia? ¿Que un club de fútbol promueva las apuestas porque, a pesar de destrozar vidas, dan dinero? ¿Que en pleno horario infantil, los deportes muestren palizas y agresiones entre jugadores?
Mi círculo personal pensaba que me había vuelto loco, puede que tú también: “¡Qué tendrá que ver Otegi con la tele o el fútbol! Hablamos de vidas reales asesinadas, no de supuestos”. Sin embargo, a mí me cuesta censurar el terrorismo sin definirlo primero.
Puedes bloquearme, pero solo discuto conmigo en alto. Una parte de mí se sorprende diciendo: ¡Censuren a esta persona! ¡Cierren este canal que comparte ideas xenófobas! ¡Clausuren ese periódico que divide nuestra comunidad! La otra parte me pregunta: ¿Es la censura el mejor camino?
En Internet la gente lo tiene claro, quizás tú también; pero me gustaría saber si te lo has cuestionado: ¿Qué teme una persona cuando Otegi, o cualquier otro ser humano opuesto a sus valores, sale en la televisión? Hallo una respuesta que comparto: la falta de confianza.
Si yo confío en mí y en mi inteligencia, sé que tendré la capacidad crítica para no dar valor a una persona que dice una tontería. A un hijo no puedes educarle censurando de su vida a todas las personas tóxicas (ojalá), pero sí dándole una educación para que él mismo pueda desecharlas solo.
Esta semana ha habido representantes políticos exigiendo que otros representantes no puedan hablar. No confían en nuestra capacidad y, por lo visto, tampoco en la suya: ¡Las personas que dirigen el país no escuchan, ni hablan, ni dialogan! A mí eso sí que me da miedo; ¿cómo tengo la certeza de que me van a escuchar si algún día pienso diferente? ¿Y cuando seas tú quien piensa diferente? Mejorar no consiste en quitar a personas de la televisión, sino en poner a más personas en educación.
He estado en contacto con algunos de los embajadores de la paz de múltiples países y, si hay un elemento común que todos resaltan es que la paz solo llega con comprensión; y la comprensión solo se da con escucha; y la escucha solo se da con educación.
Ojalá pudiese darte respuestas, pero solo puedo compartir dudas contigo. No puedo justificar ni a izquierdas ni a derechas. Me parece lícito que haya manifestaciones de personas pidiendo que no haya entrevista; y personas pidiendo que sí. Posiblemente tú y yo compartimos el mismo sueño: vivir en paz. Para conseguirlo, a veces he pensado que la censura es un buen camino pero, si puedo elegir, prefiero que sea la educación.
A mí no me da miedo que en la televisión salga una persona que piensa diferente a mí. A mí lo que me da pánico es una sociedad que olvida escuchar, o comprender o, peor todavía, que olvida pensar.
Que no te dé miedo una televisión donde haya personas con diferentes valores o ideales; que te aterre una sociedad sin ellos. Éxito no es eliminar a las personas que no nos gustan, éxito es que puedan salir “Otegis” en medios, y que las personas sepamos escucharlos y cuestionarlos, sin que tengan que decidir otros por nosotros.
Pensemos, escuchemos y cuestionemos; el futuro no debería ser la consecuencia de la censura, sino el resultado de las semillas de la educación. Que no te dé miedo escuchar a todo el mundo, pero que te aterre cuando el mundo no te deje hablar.