Manual de antifascismo: Cómo derrotar a la nueva ultraderecha
Mark Bray, voz del antifascismo estadounidense analiza en 'Antifa' este movimiento a lo largo de la historia y sus nuevos retos.
El 12 de agosto de 2017, un supremacista blanco mató a una persona y dejó varios heridos al arrollar a una multitud en una marcha antifascista que protestaba por la presencia nacionalistas en Charlottesville (EEUU). En una de sus muchas polémicas, Donald Trump dijo que entre los supremacistas, entre los que había miembros de Ku Klux Klan, “había buenas personas”, lo que muchos interpretaron como una evasiva a condenar el racismo por parte del presidente de EEUU. Tres días después del ataque se publicó en Estados Unidos Antifa. El manual antifascista, un libro que, por primera vez, recoge la historia del movimiento antifascista transnacional del pasado y del presente. Su autor, Mark Bray, historiador e impulsor del movimiento Occupy Wall Street, es, desde entonces, una de las voces del antifascismo estadounidense.
Experto también en radicalismo político en la Europa moderna, detalla las tácticas del antifascismo para combatir a la nueva ultraderecha de partidos como el Frente Nacional en Francia o Vox en España. Su defensa del antifascismo y de la autodefensa contra la ultraderecha hizo que la dirección de la universidad donde trabajaba lo rechazase. La exposición mediática le convirtió en víctima de amenazas de muerte. “Todo bien, aquí estoy”, bromea en Madrid, en su gira para presentar la edición española del libro (Capitan Swing).
La ultraderecha llega a las instituciones
El historiador, que trabaja actualmente en un proyecto sobre la represión del anarquismo español y habla perfectamente el idioma, ha seguido con interés la entrada de Vox en el Congreso con 24 diputados. “No se puede saber el futuro pero, aunque no sea igual, se puede ver que en los años 20 y 30, el ascenso de los nazis al poder en Alemania nunca fue lineal”. Por eso cree que aunque el partido de Santiago Abascal no cumpliese con las expectativas, “no significa que en el futuro no gane más influencia”.
Aunque se podría pensar que no es tan malo que este tipo de partidos se rijan por las normas democráticas que conlleva el estar dentro del Parlamento, Bray tiene sus dudas sobre si esto es mejor a que actúen fuera del sistema: “Las dos cosas son malas. La idea de que se puede moderar la ultraderecha con su entrada en el Gobierno ha salido mal en la historia”. Y cree que, aunque se han visto casos como el de Italia o Alemania, en los que estos partidos han llegado al poder de forma legal, “la forma estatista de resistir al fascismo tampoco ha salido bien”.
Entonces, ¿hay alguna forma de resistir al fascismo y la ultraderecha? Bray sostiene que “no existe una única forma universal que sea exitosa”, aunque le gustaría que así fuera. “Depende de quiénes sean los enemigos: si están en el parlamento, si son grupos pequeños de skins o nazis, de si llevan corbata… Y también depende de cómo estén los barrios, las perspectivas que hay sobre las diferentes formas de lucha o de si en ese momento es necesario crear un movimiento amplio o pequeñas acciones”, opina, “porque es diferente luchar contra el fascismo de un parlamento que de grupos de skinheads”.
Un nuevo antifascismo del siglo XXI
Para encontrar nuevas fórmulas de organización hay que conocer cómo es la actual izquierda radical y el antifascismo, “que han cambiado mucho durante las últimas décadas”. Bray asegura que el terreno de lucha ya no solo es “de clase” y que ha dejado paso a la lucha ecologista, feminista, antirracista o por los derechos de las personas LGTBIQ: “En EEUU, el papel de la gente LGTBIQ es fuerte en la lucha antifascista”. Aunque siguen existiendo grupos más tradicionales que se organizan a través del fútbol, “también hay grupos menos tradicionales como los antifas feministas, los grupos sindicados… Hay diferentes formas y es bueno que haya muchas oportunidades de participar”.
Al ser el antifascismo un movimiento de autodefensa reactivo al fascismo, puede llegar a ser violento. Esto ha llevado a que haya un debate histórico en los grupos antifascistas sobre la utilización o no de la violencia y si puede perjudicar al movimiento. “Cada estrategia depende del contexto”, sostiene Bray, “pero el fascismo es violencia y es ridículo pensar que nunca hay una necesidad de defenderse”. “Sé que no estamos en 1933, que no es igual. Pero la historia siempre cambia y si fue posible hace 80 años siempre es posible que haya fascismo”, dice. Y se explica citando a otro autor: “En mi libro hay una cita de un antifascista que dice algo así como ’ si se puede frenar el fascismo con cartas y llamadas, hágalo, pero si no, haga lo que sea necesario para tener éxito”.
Los medios, ¿un altavoz para la extrema derecha?
En España se ha criticado a muchos medios de comunicación por cubrir información sobre el partido de Santiago Abascal, hacerles entrevistas o llevarlos a tertulias pero, ¿cual es la solución? ¿no hablar de la ultraderecha? “No se la puede ignorar”, sostiene Bray, “porque no van a desaparecer por eso”. “Si los medios no hablan de ellos, van a hablar ellos por sí mismos y estos es el problema”, asegura.
Por ello llama a los medios de comunicación a seguir “una serie de consideraciones” como acompañar su intervención y sus citas con “análisis críticos” y “no dejar que hablen por sí mismos o ser una oportunidad para darles voz”. De esta manera cree que “se evita una banalización de su política. Así se evita, pero no escribiendo sobre su pelo o su ropa”.
El futuro de las ideologías radicales
Pero a pesar del auge de estas formaciones reaccionarias, el historiador y activista pretende seguir levantando la voz: “No hemos superado el fascismo ni el nazismo, aunque algunos piensen que sí”. Defiende que, desde los años 30 hasta la actualidad los fascistas ”han hablado de posibilidades de cambiar sus retóricas y sus símbolos para evitar el estigma de las palabras nazismo y fascismo”. Pero, “partidos como Amanecer Dorado en Grecia tienen los mismos orígenes y han pasado por ese proceso y grupos individuales tienen el 80% de los rasgos del fascismo de Mussolini”, dice. Por eso, critica la perspectiva de algunos historiadores de que “si no estás de acuerdo con Mussolini en todo no eres fascista”: “Esa lectura no es muy útil para entender el mundo. El fascismo se transforma, pero sigue ahí”.