Maggie O’Farrell: "Emociona leer a Shakespeare sabiendo que su hijo muerto le inspiró 'Hamlet"
La escritora irlandesa recrea en 'Hamnet' la vida de la esposa del genio inglés y su hijo pequeño. Una novela delicada, bella y profunda sobre la pérdida, el duelo, la maternidad, el dolor y la belleza y el arte que surgen de las sombras
En la fuente de la belleza también hiberna la tragedia y el dolor. Ese ciclo de creación y destrucción, caos y orden, dicha y dolor, belleza y fealdad lo vivió el propio William Shakespeare. La muerte de su hijo de 11 años por la parca venida de muy lejos habría dado origen a una de las obras cumbre de la literatura: Hamlet.
Y así el ciclo tragedia-belleza sigue sin detenerse. No solo en Hamlet, sino que aquel hilo de dolor saltó cuatro siglos para personificarse en Hamnet (Libros del Asteroide). Es la novela de Maggie O’Farrell (Irlanda del Norte, 1972) que recrea aquella pérdida y duelo para restituir la figura del hijo muerto y la de su madre apartados de la biografía del inmortal Shakespeare. A la vez, en otra línea de tiempo, narra el encuentro y razones por las que se casan y viven Agnes y Shakespeare, el hijo del guantero del pueblo. Al final, los tiempos, que son hechos de sentimientos, confluyen con una intensidad conmovedora, tiempos reales y tiempos de ficción nacidos de esa dolorosa realidad que los reconcilia, quizás, con el propio amor y el dolor y la pérdida. Con la vida, con el arte.
Con una voz en tercera persona, serena, hermosa y profunda, la escritora irlandesa también desanda la ruta de la muerte vestida de peste hasta que llegó allí, a Stratford-upon-Avon. Maggie O’Farrel rastrea el nacimiento de esta muerte en la isla de Murano, creador de bellezas en la bella Venecia, sigue su ruta por el Mediterráneo, pasa el Estrecho de Gibraltar, pasa por Cádiz; gira a la derecha rumbo al Atlántico norte, pasa por Oporto; pasa por tierras francesas, La Rochelle, cruza el canal toca la isla inglesa, pasa por Londres, hasta llegar a Stratford-upon-Avon en una caja preciosa que promete la alegría y la belleza… y el azar hace que esa caja la abra quien no debía: Judith, la hermana gemela de Hamnet quien con sus cuidados amorosos atraerá la muerte para sí mismo.
Cinco años después de fallecido su hijo, en 1596, William Shakespeare escribió Hamlet. Un nombre que en periodo isabelino también era Hamnet. Maggie O’Farrell quería darle su lugar:
“De Hamnet solo sabemos que nació con su hermana gemela Judith y que murió a los 11 años. Hay dos entradas en el registro de la parroquia en latín: su nacimiento y que murió en 1596, no hay nada más.
En la obra de Shakespeare hay varios gemelos. Te duele cuando sabes que perdió a un hijo. Mi Hamnet de ficción se nutre de esas líneas, de los gemelos en las obras de Shakespeare. Emociona leer las obras de Shakespeare con esa perspectiva de saber del hijo muerto que le inspiró Hamlet.
Shakespeare no tuvo descendientes directos. No creo que la muerte de Hamnet no fuera devastadora para Shakespeare. Basta leer las primeras escenas de Hamlet para apreciar el duelo por el hijo; es una carta de un padre a su hijo en otro reino”.
Maggie O’Farrell lo expresa con palabras tristes y firmes, a la vez, a través de la pantalla del ordenador desde su casa en Irlanda donde se ha conectado para una rueda de prensa esta primavera de 2021. Su novela es una de las que mejor crítica recibió en 2020 y es una de las mejores de los últimos años en Reino Unido no solo por la perspectiva del tema alrededor de William Shakespeare y lo que en sus páginas reivindica y sobre la cual arroja luz, sino por el estilo que descubre la belleza y los sentimientos en la sencillez del lenguaje y la composición de las frases donde predominan la emoción jaspeada de reflexiones y detalles de la época.
Desde 2002 Maggie O’Farrell ha escrito ocho novelas entre las que destacan La primera mano que sostuvo la mía, Tiene que ser aquí, y el libro de memorias Sigo aquí (todos en Libros del Asteroide). La historia de Hamnet la tenía en su cabeza hacía mucho tiempo:
“Cuando oí hablar de Hamnet estaba en la escuela y estudiaba la obra de Hamlet con un profesor brillante. Nos habló de él, es mi historia preferida. Sentí que era mi hermano. El profesor explicó que Shakespeare tenía un hijo que había muerto con 11 años y que se llamaba Hamnet. Recuerdo el momento de sus palabas mientras yo con la portada del libro de Hamlet delante ponía el dedo sobre la letra L y me pregunté: ¿qué significa esto?
En la universidad empecé a apreciar hasta qué punto Shakespeare era misterioso. Tenemos su poesía, su teatro, pero pocas cosas hablan del Shakespeare hombre a pesar de los esfuerzos de los mejores académicos. Siempre me pareció que el simple hecho de haber titulado su mayor obra con el nombre de su hijo muerto, porque en la época isabelina son el mismo nombre, convierte al padre en alguien en duelo. Me fascinó esa conexión. ¿Qué significa haber hecho algo tan personal y humano así? ¿Cuál es la conexión? Ese es el motor de la novela”.
Maggie O’Farrel pudo haber escrito la novela antes, pero la presencia de un hijo suyo con menos años de los que tenía Hamnet al morir la llevó a aplazar su escritura:
“Entre el momento de esa idea y la escritura escribí tres libros. Otro de los obstáculos era mi propio hijo. Aunque no soy supersticiosa no quería escribir la novela hasta que él no pasara de los 11 años, la edad que tenía Hamnet cuando murió. Tenía que ponerme en la piel de una mujer que pierde a su hijo. Sabía que sería doloroso. El motor era dignificar y amplificar la vida de ese niño que había sido olvidado, que se había quedado en una nota al pie, al margen, en la vida de su padre. Mi objetivo era darle una voz, una presencia.
Escribir las escenas de la muerte y el entierro fueron muy dolorosas. No podía escribir con mis hijos cerca, así es que me iba al cobertizo, un espacio horroroso, medio a caer y con telarañas. Fue duro visitar el lugar donde vivió Hamnet, e imaginar cómo se sentiría uno si perdiera a un hijo. Hay varias cosas de mi hijo en Hamnet.
John Irving ha dicho que tenía que escribir sobre sus peores temores, y uno de ellos era luchar contra ese miedo. Yo no lo sabía, pero igual es una manera de exorcizar esos terrores.
Investigué todo lo que pude y traté de respetar esos huesos que yacen junto a una iglesia; debes ir con cuidado, sin imponer tus opiniones. Se ha escrito mucho sobre Shakespeare, pero hay vacíos. Hay más información de su padre que de él. Visitar la casa donde nació Shakespeare en Stratford-upon-Avon es una de las experiencias más increíbles”.
Si el niño es una figura a restituir en su cotidianidad, en su vitalidad y en su amor familiar hasta transformar su muerte y dolor en origen de una obra maestra, Maggie O’Farrell no se olvida de su madre: conocida como Anne Hathaway pero cuyo verdadero nombre era Agnes. La maternidad, la inteligencia, los sentimientos que la llevan a a abrirse paso en la vida son un reflejo del mejor lado de la condición humana:
“Sabía que Shakespeare no iba a ser el personaje principal de mi novela. Él vivía en Londres la mayor parte del tiempo donde tuvo lugar su carrera. Con Hamnet quise mostrar el Shakespeare hombre, persona. Siempre me pareció que el drama principal de su vida tiene lugar en Stratford-upon-Avon por la muerte de su hijo, una historia donde la esposa y madre del niño fue ignorada también. En Reino Unido solo nos muestran que fue una campesina que intentó enredar a Shakespeare y que este no la quería y la odiaba. Pero yo nunca encontré ninguna prueba de eso. El testamento no muestra tampoco eso.
Me horrorizó cómo su esposa ha sido tratada y me sentí furiosa. Hay muchos que han querido dar a Shakespeare un divorcio retrospectivo. Shakespeare al final de su carrera era millonario y podría haber hecho lo que le diera la gana, como vivir en un palacio en Londres, pero volvió a su pueblo, con su mujer y sus hijas. Todo el dinero que ganaba en Londres se lo enviaba a ellas.
Quiero que la gente olvide lo que sabe de Anne Hathaway y piense en Agnes. Igual era analfabeta, pero es obvio decir que no tiene nada que ver ser analfabeto con ser imbécil. Hay otros sitios de inteligencia y quería darle a ella otros ámbitos de conocimiento distintos. En Hamnet muestro el conocimiento en medicina, también le di conocimiento sobre cernícalos y otras cosas para dar idea de que su matrimonio era como una asociación.
La novela está marcada por mi percepción de cómo la Historia ha tratado a la madre de Hamnet. Siempre se creía que se llamaba Anne Hathaway, pero su padre se refería a ella como Agnes. Eso ilustra todo sobre cómo se le entendió y malinterpretó y se le dio un nombre equivocado. Tal vez se pronunciaba mal Agnes y se acabó llamando Anne. Como novelista este descubrimiento fue un regalo porque me permitió reinventarla con su verdadero nombre de nacimiento”.
Quiero que la gente olvide lo que sabe de Anne Hathaway y piense en Agnes. Igual era analfabeta, pero es obvio decir que no tiene nada que ver ser analfabeto con ser imbécil. Hay otros sitios de inteligencia y quería darle a ella otros ámbitos de conocimiento distintos. En Hamnet muestro el conocimiento en medicina, también le di conocimiento sobre cernícalos y otras cosas para dar idea de que su matrimonio era como una asociación.
La novela está marcada por mi percepción de cómo la Historia ha tratado a la madre de Hamnet. Siempre se creía que se llamaba Anne Hathaway, pero su padre se refería a ella como Agnes. Eso ilustra todo sobre cómo se le entendió y malinterpretó y se le dio un nombre equivocado. Tal vez se pronunciaba mal Agnes y se acabó llamando Anne. Como novelista este descubrimiento fue un regalo porque me permitió reinventarla con su verdadero nombre de nacimiento”.
La manera como el destino y azar trágicos se ciernen lentos e inclementes sobre la familia de Shakespeare se aprecia en esta obra delicada, tierna y profunda con una voz de la estirpe de Sherezade, pero no en primera persona:
’Me gusta escribir en tercera persona. Hay muchas decisiones de manera consciente, y también intento basarme en un cierto instinto. Siempre empiezo a escribir en primera persona, y al avanzar terminó escribiendo en tercera. Funciona así. A veces la historia asume su propia forma, como el agua.
He leído muchas veces Hamlet. El destino y el azar están presentes en las obras de Shakespeare y mucho en Hamlet. El arco narrativo en Hamlet es asumir que no puede evitar el destino que la vida le ha impuesto; la venganza del padre y la muerte, y tiene que aceptarlo, de manera adolescente intenta luchar contra ese hecho y después va madurando. Shakespeare habla mucho de esto.
Shakespeare habla del destino y, como los trágicos griegos, hay tensión entre las opciones personales y el destino. Muchas tragedias versan sobre esa tensión y la dificultad que experimenta una persona y cómo luchamos contra ese destino. Intenté escribir con esa sensibilidad muy isabelina y esa ambivalencia entre el libre albedrío y el destino’.
Maggie O’Farrell escribió Hamnet con una gran mezcla de investigación general y detallada de la época y de la vida cotidiana tanto en bibliotecas como de manera práctica:
“Por ejemplo, planté mi propio huerto medicinal isabelino porque normalmente era la mujer de la casa quien tenía las plantas para ungüentos y demás. Hice un estudio de arqueología por la ribera del río, fui a aprender a volar halcones y cernícalos porque es importante saber muchas cosas para hacer una novela histórica. Saber bien cómo deben hablar los personajes, conocer el ambiente real, para escribir una escena necesitas esos datos. No puedes quedarte solo con lo académico. Las novelas históricas que me gustan son las que te hacen sentir que buceas en la época”.
Ella, Maggie O’Farrell, ha creado un viaje al corazón humano y al origen del arte, en la tormenta de dolor que crea belleza y belleza y dolor en una danza circular incesante. Aquí procedente desde la pequeña isla de Murano, creadora de la belleza que destella en los cristales, llega un grumete procedente de la otra orilla del mar, de Alejandría, que lleva sin saberlo una pulga que desatará el dolor y la muerte hasta cruzar los mares y llegar a una niña primero y luego a su hermano gemelo de once años cuya muerte ha sido luz para las artes. La creada por un padre que ante el dolor por la pérdida de su hijo habla de la vida y ofrece la suya en Hamlet. Para Hamnet.