Combatir el calor: ni ducha fría, ni ropa blanca, ni helados
Tienen efecto rebote.
Julio es siempre el mes más caluroso del año, el que marca las temperaturas medias más altas. Este 2020 no iba a ser menos y en estos primeros días ya se está comprobando. El calor, con máximas por encima de 40ºC en muchas zonas del sur y el suroeste del país, como Sevilla, Córdoba o Badajoz, es asfixiante y desesperante.
Toca armarse de paciencia y recopilar consejos para aliviarlo. Además del aire acondicionado o del ventilador, hay que seguir algunas recomendaciones no sólo para sentirse mejor, sino también para evitar consecuencias más importantes para la salud derivadas de las altas temperaturas. Ahora bien, existen una serie de mitos respecto a esto que, aunque en principio puedan aliviar, al final tienen el efecto contrario. Estas son las explicaciones de la ciencia para echar abajo algunas de las medidas habituales contra el calor.
Viste de blanco
Sí, la ropa blanca —o en tonalidades claras— es para el verano... Sólo hay que echar un vistazo a los escaparates de las tiendas o a las webs de las marcas de moda y comprobar que la temporada estival ha desechado los colores oscuros de sus catálogos.
Efectivamente, la recomendación general para aliviar el calor, o al menos para no acrecentar la sensación de asfixia, es vestir ropa en colores luminosos. Pero la física y la fisiológia no lo tienen tan claro.
“En los años 80 del pasado siglo se hicieron algunos estudios sobre este tema y se hizo especialmente famoso uno publicado en la revista Nature en el que se analizaron las razones de por qué los beduinos utilizaban túnicas negras en desiertos en los que se superaban los 45ºC”, explica Rafael García Molina, profesor del Centro de Investigación en Óptica y Nanofísica.
De esta investigación, confirma el catedrático, no se sacaron grandes conclusiones sobre si es más conveniente vestir de blanco o de negro. “La energía que absorbe la ropa depende del color. La ropa oscura absorbe más radiación solar y se calienta más que la blanca, obviamente. Pero también es verdad que los tejidos claros tampoco absorben la energía que emite nuestro cuerpo y la proyectan de nuevo en la piel y puede generar más calor”. Así, afirma García Molina, la realidad es que no hay grandes diferencias entre vestir de blanco o de negro. “Aunque creo que también es cuestión de modas porque caminar por un paseo marítimo todo vestido de negro puede despertar miradas curiosas.”
Solución
“Las túnicas oscuras de los beduinos sí tenían una característica que las hacía menos calurosas: eran holgadas”, apunta el profesor. “La ropa amplia crea efecto fuelle y el contoneo al andar hace que el aire se mueva por dentro y eso pueda refrescar un poco”.
La conclusión entonces es que “vestir ropa blanca o vestir ropa negra, a efectos prácticos, es lo mismo. La recomendación: ponerse ropa holgada y nunca ropa ceñida oscura”, confirma García Molina
Una ducha fría
Una caminata en las horas centrales del día con más de 35ºC... Con sólo imaginarlo las ganas de meterse bajo una ducha de agua fría se convierten en el principal deseo. El alivio es inmediato y tan placentero.
Pero esta no es la mejor opción pues el consuelo sólo será momentáneo: al salir de la ducha el cuerpo reaccionará aumentando la temperatura para compensar la pérdida de calor.
“Nos sentimos más frescos porque el agua fría provoca la activación del receptor de temperatura fría en la piel. También podemos sentirnos más cómodos, ya que la temperatura de nuestra piel entra en la zona de confort”, explican los profesores de Fisiología Humana de Universidad Tecnológica de Swinburn en un artículo publicado en la web de estudios e investigaciones The Conversation. Pero cuando el cerebro asimila la orden de que el agua está fría, por debajo de la temperatura del cuerpo, activa los mecanismos para evitar que el organismo pierda calor, “entonces fluye menos sangre hacia la piel, para mantener más calor interno, lo que conducirá a un aumento general de la temperatura corporal” y a la aparición, de nuevo, de esa sofocante sensación.
Solución:
Para refrescarse bajo el agua, mejor tibia. “Mantenerse fresco en verano será más efectivo con una ducha tibia (agua a 33ºC) en lugar de una fría. Proporcionará una mayor comodidad a largo plazo”, concluyen los expertos.
Un helado para la sed
Un paseo a media tarde y un helado es una de las rutinas estivales más arraigadas. Pero en contra de lo que mucha gente piensa, un helado no es la mejor manera de acabar con la sed y el sofoco del calor. El azúcar que contienen termina provocando con la sensación contraria.
“Los helados tienen una elevada cantidad de azúcar, en algunos casos puede llegar al 25%, y también sal. Tras ser digeridos, el azúcar y la sal pasan al torrente sanguíneo e incrementan la concentración de la sangre. Las células que están al otro lado de los vasos sanguíneos mandan agua hacia la sangre para intentar diluirla y que vuelva a tener la misma concentración. Esas células mandan una señal al cerebro de que están quedándose sin agua y ahí aparece la sed”, explica Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y nutricionista.
“Lo mismo ocurre con los polos. Aunque tienen mucha más agua que los helados, también tienen un porcentaje de azúcar elevado. Y los refrescos, obviamente también”, aclara.
¿La cerveza? “Tampoco es la solución”, afirma rotunda la nutricionista. La reina de las terrazas, por su aporte de alcohol, produce una eliminación mayor de orina y, consecuentemente, actúa en contra de la hidratación. Por cierto, “por esta razón tampoco es válida como reponedora tras el ejercicio físico. Además de que no aporta la cantidad mínima de sodio recomendada”.
Solución:
Hidratarse es prioritario cuando las altas temperaturas nos atosigan y la forma más efectiva de hacerlo es bebiendo agua fresca. “Hay otras bebidas que podemos tomar y que cumplen perfectamente esta misión. Agua con gas, con rodajas de frutas o de sabores, que se han puesto muy de moda. También todo tipo de infusiones frías, pero nunca refrescos de té”; aconseja Beatriz Robles.