Los republicanos han creado el mito de un Trump amable y comprometido, pero ¿puede Trump mantener esa fachada?
Hasta el 3 de noviembre, Trump tendrá que fingir que respeta y admira a las mujeres, que acoge a la comunidad negra y que lo ha dado todo combatiendo el coronavirus.
Durante los cuatro días que duró la Convención Nacional Republicana, los republicanos retrataron a un Trump mítico: un Trump que respeta y admira a las mujeres, que acoge a la comunidad negra y que lo ha dado todo combatiendo el coronavirus.
Ahora, Trump tiene que representar ese papel durante las semanas que quedan para las elecciones. Sus detractores dudan que sea capaz de hacerlo durante tanto tiempo.
“Seguramente derribará esta fachada en sus próximas declaraciones”, opina Charles Leerhsen, escritor fantasma del libro Trump: Surviving at the Top, de 1990. En los últimos años, Leerhsen ha notado que el intelecto y la perspicacia empresarial de Trump ha decaído.
“El único papel que puede desempeñar ahora es el de líder duro que busca la ley y el orden para proteger a los blancos de los que no son blancos”, comenta Joe Walsh, exdiputado republicano que se presentó a las primarias de su partido en 2020.
Kamala Harris, candidata demócrata a la vicepresidencia, asegura que Trump es incapaz de cambiar: “El presidente que ha sido es el presidente que va a seguir siendo”.
Durante esos cuatro días, quienes participaron en los discursos pregrabados en la Convención Nacional Republicana trataron de explicar a los estadounidenses que la mayoría de ellos no conocen al verdadero Donald Trump.
Las mujeres republicanas que trabajan para él, como la consejera Kellyanne Conway, o las que tienen una relación personal con él, como Melania Trump, lo retratan como un hombre que se preocupa profundamente por las mujeres, obviando, por supuesto, el hecho de que decenas de mujeres lo han acusado de agresión sexual y hasta de violación.
Los ponentes afroamericanos aseguraron a la comunidad negra que Trump les acoge y les cuida, pese a su largo historial de racismo, en el que constan la acusación del Departamento de Justicia en los años 70 por discriminación en materia de vivienda y por liderar el movimiento birther para deslegitimizar al primer presidente negro del país negando su nacimiento en suelo estadounidense.
Otros ponentes retrataron a Donald Trump como un presidente comprometido que ha liderado una actuación contundente y exitosa contra la pandemia cuando, en realidad, perdió siete semanas quitándole importancia. A día de hoy, su inactividad ha propiciado que más de 205.000 estadounidenses hayan muerto por coronavirus.
Otra idea promovida en la Convención fue que Trump es una persona diferente, más cercana y amable de lo que puede aparentar por sus declaraciones y acciones.
“He descubierto que es un buen hombre, que ama a su familia, que no necesitaba ser presidente y que no hay nadie en todo el planeta que se esfuerce tanto por ayudar a los estadounidenses”, declaró su nuera, Lara Trump.
“Yo he estado con él fuera de cámaras”, argumentó el vicepresidente.
A sus detractores no les ha pillado por sorpresa todo esto.
“El intento de blanquear a Donald Trump y presentarlo como un líder exitoso es deshonesto y no hace justicia a la realidad de millones de estadounidenses ni al hecho de que 200.000 personas hayan fallecido por su fracaso a la hora de controlar el coronavirus”, expone Josh Schwerin, jefe de estrategia y comunicaciones de la organización demócrata Priorities USA.
Una cuestión es si los estadounidenses se creerán esta nueva imagen de Trump después de casi 4 años de mandato y otra cuestión diferente es si el propio Trump será capaz de mantener esa fachada.
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Si Trump quiere conservar sus opciones de ganar en noviembre será fundamental que logre esconder las afirmaciones y tuits que revelan su verdadera forma de pensar y que se sepa ceñir al guion que han escrito para él. Esa fue la estrategia que sus jefes de campaña le recomendaron seguir en 2016, cuando llegó a la presidencia.
“Le dijimos que cerrara el pico y se limitara a leer lo que le apareciera en el monitor”, recuerda uno de los asesores de su campaña en 2016, que prefiere mantener el anonimato.
En el último mes de campaña, Trump sí que logró transmitir un mensaje disciplinado. Renunció casi por completo a las entrevistas y, cuando le tocaba hablar en público, se ceñía a los discursos que le habían preparado, que giraban sobre todo en torno al material que la Inteligencia rusa robó a Hillary Clinton y a sus promesas de recuperar los trabajos del sector manufacturero.
Una vez, en un mitin en Florida, él mismo se dio cuenta de que estaba empezando a irse por las ramas. “Cíñete al guion, Donald, cíñete al guion”, bromeó, como si estuviera repitiéndose las advertencias de sus asesores. “No te desvíes, Donald, mantén el rumbo”.
Schwerin no cree que Trump sea capaz de repetir la jugada. “Cualquier persona que haya visto a Trump durante los últimos cuatro años y piense que va a cambiar no tiene ni idea. Puede leer lo que ponga en el monitor y blanquear su tono en los medios, pero esa fachada solo aguantará en pie hasta el siguiente tuit o la riguiente rueda de prensa en la que no tenga guion. No existe otro Donald Trump. Es el mismo de los últimos cuatro años”.
De hecho, Trump ya se salió del guion el primer día de la Convención Nacional Demócrata al atacar a su predecesor en el cargo y a afirmar, sin pruebas, que el voto por correo solo conduciría a unas elecciones fraudulentas. “Te llega un sobre, lo abres y dices: ‘Anda, una papeleta. ¿Qué demonios hago con esto?’ Y entonces envían a alguien a tu puerta y [los demócratas] recolectan los frutos”, comentó.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.