Los que quedaron atrás en Afganistán y no pierden la esperanza de viajar a España

Los que quedaron atrás en Afganistán y no pierden la esperanza de viajar a España

Cientos de personas con y sin salvoconducto aguardan a que se abra una nueva vía para ellas. Están escondidas, "asustadísimas": "Las amenazas ya han empezado a llegar".

Un hombre afgano espera, junto con otras personas, en el puesto fronterizo de Torkham para cruzar a Pakistán desde Afganistán, el 2 de septiembre de 2021.Muhammet Nazim Tasci/Anadolu Agency via Getty Images

Nabil recibe todos los días el mismo mensaje de su sobrina: “Tío, dame una buena noticia, tío, dame una buena noticia, por mis hijos, no sé qué hacer”. Nabil tiene 26 años, nació en un pueblo cerca de Badghis Qala I Naw —una de las zonas más pobres de Afganistán—, trabajó allí como cocinero en la base militar española, y desde hace cuatro años vive como refugiado político en Madrid. El resto de su familia sigue en Afganistán.

Cuando el pasado 15 de agosto Kabul cayó en manos de los talibanes, el joven estaba hablando por teléfono con ellos. No se podía creer lo que estaba ocurriendo, y se quedó “muy preocupado”. “Es algo que no esperaba ningún afgano”, dice ahora al teléfono.

Desde entonces, se las vio y se las deseó para tratar de sacar del país a su familia. Habiendo trabajado para el Ejército español, tenía en teoría ‘derecho’ a ello, y después de muchas intentonas fallidas consiguió poner dos nombres “en la lista” del Ministerio de Exteriores: el de un hermano y un sobrino, que desde hace “diez días más o menos” están sanos y salvos en un centro de acogida en España.

  Nabil.CEDIDA

Fuera de esa lista quedó el resto de su familia, con “muchísimos” miembros que aún mantienen la esperanza de ser los siguientes, una vez que se reanuden los vuelos internacionales —este jueves hubo el primer vuelo comercial rumbo a Catar desde la salida de las tropas—, o si el Gobierno pudiera facilitar su salida por las fronteras terrestres de Pakistán, algo todavía complejo. Este viernes, en un anuncio sorpresa, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha aterrizado en Pakistán en busca de nuevas fórmulas para evacuar a más afganos.

Los miles de personas que se quedaron atrapadas el 31 de agosto, cuando se puso fin a las evacuaciones, esperan que un gesto así por parte de los países occidentales les dé su boleto de huida.

“Hay mucha gente que tenía salvoconducto y no pudo salir”

Ignacio Rodríguez, abogado y fundador de la organización sin ánimo de lucro 14 Lawyers, recibe cada día “entre 10 y 15” solicitudes de salida de “jueces, abogados y fiscales, pero también de activistas, profesores de universidad, artistas, y periodistas”. Desde la toma de los talibanes, su ONG se ha centrado en facilitar salvoconductos principalmente a abogados y activistas afganos en defensa de los derechos humanos, por su situación de vulnerabilidad extrema bajo el régimen. Las evacuaciones han terminado, pero no los casos de personas que están en una “posición muy comprometida” y recurren a ellos. “Hay mucha gente que está ahí, que tenían su salvoconducto, y que no pudieron salir”, afirma el abogado.

Rodríguez trata de asesorarles y de mover hilos, pero reconoce que “el margen de actuación es muy limitado” y “depende de las posibilidades de presión que tengan la Unión Europea y terceros países”.

El margen de actuación depende de la presión que hagan los países
Ignacio Rodríguez, 14 Lawyers

Hace unos días, RTVE pudo confirmar que la embajada española logró sacar a varios afganos por la frontera de Pakistán por medio de la cooperación con las autoridades pakistaníes. Otros países, como Alemania, han reconocido que dialogarán con los talibanes para poder sacar a quienes han quedado atrapados. Independientemente de que sea por vía aérea o terrestre, Ignacio Rodríguez apela a “la coordinación entre los distintos países de la UE”.

“El tiempo apremia; las amenazas ya han empezado a llegar”

Mientras tanto, asegura el abogado, “el tiempo apremia”. “La gente con la que estamos trabajando está asustadísima, sometida a un estrés brutal, porque las amenazas ya han empezado a llegar”, cuenta Rodríguez. “Diariamente nos llegan testimonios de personas que han recibido amenazas graves, a sus familias, allegados, o a ellos directamente a través del teléfono. Todos están escondidos, ninguno está en su casa, y tienen mucho miedo, tienen la necesidad urgente de salir”, relata.

Todos están escondidos, ninguno está en su casa, y tienen mucho miedo, tienen la necesidad urgente de salir

La familia de Nabil vive una situación similar. Después de un mes sin comunicación por la mala cobertura, esta semana el joven pudo hablar con su padre por videollamada. El hombre le contó que días atrás llegaron “15 soldados talibanes” a “revisar la casa y los contactos” de quienes viven en ella. La sobrina de Nabil, separada y con dos niños, no trabaja desde la llegada de los talibanes. Antes, era trabajadora social en Cruz Roja; “ahora está en casa”, explica Nabil. “No salen prácticamente de ahí”. 

Escondido y cambiando “de ubicación y contactos” está también Su., que prefiere no dar su nombre completo para no correr más riesgos. Su. es estudiante de Medicina, hizo un semestre en la Universidad de Santiago de Compostela en el curso 2018-2019, y su padre fue militar en el Ejército afgano. Todo eso, escribe por WhatsApp en español, “nos pone en peligro”.

  Su., atendiendo a un paciente.CEDIDA

Padre e hijo están ahora en casa de un pariente, preocupados por su “seguridad” y su “futuro”. “Todavía no hemos recibido amenazas directas”, explica el hijo, “pero algunos familiares me dijeron que [los talibanes] habían ido a nuestra casa, que se llevaron nuestro coche y dijeron que nos encontrarían”. 

Algunos familiares me dijeron que los talibanes habían ido a nuestra casa, que se llevaron nuestro coche y dijeron que nos encontrarían
Su.

En el momento en el que comenzaron las evacuaciones internacionales, Su. no conocía los procedimientos para solicitarla, y cuando quiso intentarlo ya era tarde. Pero hubo un caso que le dio esperanzas. Hujjat, un joven afgano que también estudió un año en la Universidad de Santiago, consiguió volar in extremis a España con su familia después de que sus compañeros lanzaran una campaña en Change.org que recogió más de 52.000 firmas. 

Esto animó a Su. a pedir ayuda a sus compañeros de estudios en Santiago de Compostela, que días después crearon otra petición en Change dirigida al Ministerio de Asuntos Exteriores. En ella han firmado casi tantas personas como las que apoyaron la de Hujjat, pero las vías para las evacuaciones están ahora cerradas, y Su. no ha recibido nada. 

“No sabemos qué soluciones puede haber”

“Primero apelamos a las vías más formales, pero las cosas de palacio van despacio”, comenta por teléfono Denisa, una de las estudiantes de Medicina de Santiago que inició la petición para Su. “De momento no sabemos qué soluciones puede haber”, reconoce la joven.

Denisa mantiene contacto diario con Su. para que no pierda la esperanza y “vea todos los esfuerzos que estamos haciendo, en lugar de pensar en todo lo malo que le puede pasar”, dice. Sin embargo, sabe que “el tema de las evacuaciones está difícil”, y ni las instituciones ni las ONG les dan una respuesta clara.

Estoy en la lucha, simplemente para que mi familia no pierda la esperanza, pero no sé si podré conseguirlo
Nabil

Nabil también desconoce qué vía podrá abrirse para las nuevas evacuaciones, o si las habrá. “Estoy muy pendiente de eso, simplemente para que mi familia no pierda la esperanza”, admite el joven. “Estoy en la lucha, pero no sé si podré conseguirlo o no”, dice.

Por lo pronto, su hermano y su sobrino ya están en un centro de acogida en Sigüenza, donde Nabil no ha podido desplazarse todavía porque no ha librado en su puesto de trabajo como camarero. Sí pudo verlos cuando estuvieron en Madrid, antes de que les asignaran un centro, pero ahora Sigüenza le pilla “a dos horas en transporte”, y Nabil tendrá que esperar a que un compañero vuelva de vacaciones para descansar él y poder ir a visitarlos.  

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es